Días atrás escuchaba como un abuelo, algo entrado en años,
contaba una historia que le había sucedido hacia algún tiempo atrás, a otro
vecino que hablaba con él. Dicha historia es tan dura, que ni yo mismo me aguanté
las ganas de preguntarle si aquello había ocurrido de verdad o era una invención
de este abuelo, cosa que yo dudaba. Como puede haber gente con tan poco corazón,
nos preguntábamos los tres una vez acabada de contar aquella historia.
En los pueblos pequeños no existe la indiferencia, o te
llevas bien con tu vecino, o te llevas a muerte con él. No existe el término
medio que hay en las ciudades grandes, ese término que es la indiferencia, la
cual en los pueblos pequeños, es difícil de compatibilizar.
Aquel día ese abuelo, estaba citado en la residencia de Cáceres
bien temprano. Lo cual le obligaba a madrugar para llegar a la hora fijada. Su
coche dormía en la cochera, por la que este hombre pagaba un vado
religiosamente todos los años. Era raro el día que su vecino no le aparcaba su
coche en la puerta de la cochera, a lo que este abuelo, no haciéndole falta el
coche, no ponía mucho impedimento. _No se puede ser bueno_ decía con toda la razón
del mundo. _Si cada vez que hubiera aparcado en mi puerta, hubiera llamado a la
policía, no hubiéramos llegado a lo que pasó al final_.
El caso que esa mañana tuvo que porracear la puerta de su
vecino, para que tuviera a bien, de quitarle el coche. _ No me quedó más
remedio_ encima se sentía culpable de llamar.
El vecino esa noche había trasnochado y se había acostado algo
mas tarde de lo normal, así que en lugar de salir y quitar el coche, cosa que tenía
que hacer obligatoriamente, se dedicó a insultar y dar voces contra el abuelo,
el cual con la hora justa, decidió llamar a la policía ante la negativa de su
vecino de salir a quitar el coche.
La policía llegó rápido y cursó denuncia contra el coche que
interrumpía sacar otro de una cochera, _ no sé si fueron por aquel entonces
cinco o diez mil pesetas, no lo recuerdo bien_. El caso que con la policía allí
delante y la multa en la mano, se la juró al abuelo. Sin cortarse un pelo, le amenazó
como si aquello que le había pasado no hubiera tenido otra solución mejor, si él
hubiera puesto de su parte. _Ya tendrás noticias mías_, me dijo mientras se volvía a meter en casa con su madre, la cual apoyaba
a su hijo en una historia que no tenia apoyo ninguno por ningún lado.
Me fui aquel día a Cáceres, sabiendo que mi vecino, me prepararía
alguna. No sé porque, pero me temía lo peor. Mi mujer por el contrario, me
tranquilizaba diciéndome que no me preocupara, que seguramente sería un farol.
El caso que en ningún momento estuve a gusto en Cáceres, y deseaba con todas
mis ansias, el regresar pronto a casa.
No lo hicimos hasta la hora de comer, así que hasta por la
tarde, que no llegó mi nieto para acompañarme a la cerca, en la cual teníamos unas
ovejas y algún perro, no Salí de casa.
Jamás olvidaré aquella escena, de ver a mi nieto llorando de
rodillas, delante de su perro, el cual yacía muerto en mitad de la cerca. Que
puñalada trapera me acababan de dar con aquello, tenía claro quien había sido
el culpable, pero no tenía prueba ninguna.
Cuando llegamos a casa y contamos el episodio que nos habíamos
encontrado en la cerca, mi mujer y mis hijas no me dejaron ir a casa del vecino
a decirle solo un par de frases. Yo sabía que otra cosa no podía hacer ante mi
vejez y su juventud. Llevaba siempre yo las de perder. Pero por lo menos
decirle que había sido un cobarde y que ojala y le hicieran a él lo mismo, que
le habían hecho a nuestro perro.
Todavía algunos años después de que aquello hubiera
ocurrido, aquel hombre se seguía emocionando contando aquel episodio, que por
otro lado, me puso de muy mala leche a mi. Tanto que seguramente el día que me
cruce con el autor de los hechos, le diga lo que aquel hombre se quedó con
ganas de decirle. ¡Que menos se puede hacer!
Hay gente, que no tiene corazón.
Hay gente sin corazón y hay hijos de ...... Este, sin duda pertenece a la 2ª categoría.
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