jueves, 17 de enero de 2013

Capitulo 420: Contar un lio de pantalones.






El titulo de la entrada de hoy en el blog, como podéis imaginar, viene a cuento con la entrada de ayer. La cual como ya me avisó otro amigo bloguero, solamente tenía el cometido de comprobar, si era verdad que hablando de historias morbosas y poniendo alguna foto en la portada, un poco atrevida, iba a tener más visitas en el blog.

Pues sí, dicho y hecho. Las visitas al capítulo de ayer, “Contar un lio de faldas” se multiplicaron por dos, con respecto a cualquier capitulo de otros días. Está claro que leer alguna frase comprometida en la cabecera de cualquier artículo, da pie a que quieras saber de qué va la historia. Porque al fin y al cabo solo fue lo que conté. Ningún protagonista se reflejaba en todo el capitulo, el cual más de un lector, seguramente que echó en falta al ir leyendo.

Volviendo a lo escrito ayer, he de confesar que más de una mujer me ha reprendido por lo que escribí. No intenté decir que solo las mujeres son “escuchonas”, quizás me expresé mal, puesto que como hombre, se perfectamente lo que nos va el morbo y lo que nos gusta enterarnos de todas esas historias que yo ayer, dije que contaban las mujeres. Como quiero expresarlo mejor, vuelvo a escribir sobre ello, pero esta vez el lio, es de pantalones y no de faldas. Así de ese modo, todos los lectores del blog quedaran conformes.
Un lio de pantalones en un pueblo, puede ser la historia que un marido cuenta a sus compañeros de trabajo (si le tiene), a sus amigos en los bares, en la puerta del colegio, puesto que cada vez son más padres los que van a por los hijos, o en cualquier lugar que queráis pensar. Dicha historia que ese hombre cuenta, ha sido escuchada por él en su propia casa quizás. O a lo mejor en dicha puerta del colegio, o en el propio bar donde ha ido a tomarse un café, aunque esto último es más difícil porque yo creo que estas historias se cuentan a partir de la tercera cerveza, por lo tanto si solo vas a tomarte un café, allí no te cuentan nada de estas cosas.

La estrategia de cualquier hombre a la hora de enterarse de algún lio es muy fácil. Primero haces como que contigo no va la historia. A continuación agudizas el oído por si quien lo cuenta, baja la voz y no consigues enterarte. Está muy feo andar preguntando que de quien están hablando. Si la historia te llega bien clara a los oídos y los protagonistas de ella, es alguien cercano a ti, lo mejor es soltar un “no me lo creo” o un “eso no puede ser”. Sin duda que una de las dos frases siempre queda bien en esos casos.
Una vez grabada la historia en nuestra memoria, salimos a la caza de algún receptor que veamos nosotros que puede hacernos el favor de escucharnos. Puesto que al igual que las mujeres, estamos deseando de soltar dicho lio como si nos estuviese quemando en el cerebro.

Una vez que hemos dado con él, comenzamos a soltar prenda:
_ ¿A que no te has enterado de la última? Son acojonantes las cosas que pasan en este pueblo.
_ No, no he escuchado nada. ¿De qué se trata?
Según te contesta así el receptor, tú ves que no ha puesto mucho interés en tu noticia, así que en vez de soltarlo de “sopetón”, le vas dando vueltas hasta que le haces ponerse nervioso a tu compañero. Este último un poco harto de ti, te vuelve a preguntar. Pero esta vez con menos paciencia y con mucho más interés que antes.
_ ¿Me lo vas a contar o que pasa?
Ahora ya le tienes en tu terreno y encima para más colmo, vienen hacia vosotros otros dos amigos o compañeros, que son presa fácil para dar más emoción a tu historia. La cual cada vez te da más pena de contar, puesto que después de contarla, dejaras de ser el protagonista.

Según acabas de soltar la última letra de tu historia, esperas que la reacción de tus amigos sea de asombro o incredulidad. Pero en vez de reaccionar así, uno te suelta que ya lo sabe. El otro, que lo sabe desde antes que se produjese tal historia. El tercero te suelta la frase típica de: “A buenas horas mangas verdes”, o quizás esta otra que también es famosa por estos pueblos: “A buena hora cagò Lucas”. El caso que luego piensas una vez acabada la reunión, que es imposible que no lo supieran tus amigos, puesto que seguramente que habían optado por seguir la misma estrategia que tu. Escuchar la historia en casa, hacerse el sordo y salir corriendo a contarlo.

Y es que en el fondo que mas da ser hombre que mujer. Si a la hora de “mezuquear” somos iguales, aunque las mujeres digan que nosotros somos más que ellas y nosotros digamos que son ellas más que nosotros.

Al fin y al cabo son iguales los líos de faldas y los líos de pantalones.



Otra foto muy sensual para asegurarte las visitas. jejeje




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