Poniéndole al día estos días atrás -son muchos los que llevo
entregados sin suerte hasta el momento- me fijé en los años de experiencia en
mi oficio y me di cuenta que llevaba veintiún años. Entonces pensé que como tenía
que ir a la oficia de empleo a solicitar la prorroga, esa millonada que nos dan
para que practiquemos todos el milagro que años atrás hizo un hombre al cual
pintaban con barbas y pelo largo –cosa que ya me queda menos que tener-. Que no
consistió en otra cosa, que en hacer que el sueldo que tenía le llegara a fin
de mes, aunque otros escribieron que los panes y las sardinas se multiplicaron
por cien.
Algunos otros
comparten el anuncio de Campofrío por las redes sociales, los mismos a los
cuales dicha empresa, les recorta y les quita derechos mes tras mes, qué más
da. Es poco bonito el anuncio que han hecho con nuestro dinero, como para no
estar orgulloso de él. Aunque me recorten mi sueldo….
Una vez en la oficina de empleo, sentado delante de una
funcionaria castigada por el mismo gobierno sin paga y con su sueldo congelado
desde años atrás, a la cual exigen que ponga buena cara delante del público -cosa
difícil en estos tiempos- la expliqué lo que quería demandar.
Mire usted señora, le dije, a lo que ella me respondió:
señorita si no le importa, con tal sequedad, que para mis adentros pensé que
seguro que durante muchos años la esperaba ese estado civil.
Lo siento señorita. Continué exponiéndole mi caso. Como veo
que en mi vida laboral paso de los veinte años de experiencia en mi trabajo. En
los cuales jamás me han acusado de que se haya caído nada de lo construido
hasta el momento, creo según ley que me pertenece un sueldo vitalicio mucho más
que a cualquier ministro de pacotilla que con tan solo un año en su cargo y sin
haber dado una a derechas, se le conceden. También -continué diciéndola- creo que
me puedo jubilar, dado que llevo en el cuerpo más de veinte años de servicio y según
ley puedo elegir lo que hacer. Es decir que vengo a pedirle que me otorgue un
sueldo vitalicio como el que tenía antes de causar baja como currante y además,
me conceda otro de jubilado por llevar veinte años sirviendo en el oficio de la
construcción.
La señorita totalmente anonadada no daba crédito a lo que
estaba oyendo.
Me está usted hablando en serio o es una broma de mal gusto,
me preguntó con poca paciencia en sus palabras. Porque si es una broma, no
tengo el cuerpo hoy para ella, apuntilló. A lo que yo pensé, que ni hoy, ni ningún
día debía de tenerle por lo que me atreví a decirla: ¿Usted se cree que yo me atrevería
a gastarla a usted una broma?
La funcionaria un tanto despistada optó por levantarse e ir
a comentarle lo que le estaba pasando a otro compañero, que he de decir, que hacían
buena pareja los dos. Vamos que sé la canción que bailarían agarrados en una
supuesta boda si hipotéticamente se produjera entre ambos. Si, esa que ustedes están
pensando.
A los pocos segundos de ponerle al corriente de mi petición,
volvieron los dos hasta la mesa donde yo me encontraba haciendo tiempo con la
misma cara con la que había entrado en la oficina. Mientras, otro funcionario
pulsaba el botón de “pase el siguiente” y segundos después, entraba otra
persona en la oficina.
Era una mujer rubia de unos cuarenta y cinco años de edad
que con voz algo más alta de lo que se suele hacer en ese lugar –no sé a qué
tenemos miedo, todos- empezó a exponer su situación y a lo que venía a la
oficina en particular.
Mientras los dos funcionarios seguían delante de mí, obligándome
a que volviera a exponer lo que con anterioridad había expuesto a la
funcionaria hembra. Y eso es todo, acabe diciendo otra vez a aquel hombre y
aquella mujer, que se miraban los dos incrédulamente y sin saber qué hacer ni
que decir.
Antes de que eligieran que hacer, el otro funcionario que atendía
a la mujer rubia venia a su encuentro para que fueran hasta su mesa a escuchar
lo que aquella mujer le estaba pidiendo que hiciera. Los dos compañeros se
disculparon ante mí y siguieron los pasos de su otro compañero que volvía a
tomar asiento delante de aquella rubia mujer. La cual le había expuesto más o
menos lo mismo que yo les había expuesto con anterioridad.
Los funcionarios se miraban incrédulos y no sabiendo que
hacer, optaron por entrar en la oficina de su superior y le hicieron saber lo
que una mujer rubia y un hombre con barbas, pedían en sus mostradores.
El jefe superior salió de su despacho encabezando aquel
desfile de funcionarios desconcertados y optó por sentar a la mujer y al hombre
en la misma mesa y así, de ese modo, ahorrarse una conversación.
Miren ustedes, empezó el jefe a decir, solo les pertenece
una de las dos cosas que piden. Es decir, o la paga de jubilados o el sueldo
vitalicio. Las leyes han cambiado y ya solo se puede optar a una de las dos
pagas, aunque hacen bien ustedes en pedirlo, hasta hace menos de dos meses, se concedían
las dos cosas, así que ustedes dirán a lo que quieren optar.
La mujer rubia se agarraba la cabeza diciendo: ¡cómo es
posible que haya desaparecido la “pluripaga”! de que voy a vivir yo ahora con
solo un sueldo!
Yo no me alarmé mucho y comparé el sueldo vitalicio y el que
me daban en la jubilación. No variaban mucho el uno del otro, así que decidí
jubilarme, no me veo yo con casi cuarenta tacos trabajando mucho mas, han sido
muchos años duros en las espaldas.
Ahora que trabajen los políticos para pagar las jubilaciones
de los obreros, no iba a ser todo color de rosa en esa profesión….
HAY QUE IR A POR ELLOS QUE SOMOS MAS Y CON MAS COJONES
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