Que va a realizar su primera salida del nido de sus padres.
Su primera excursión con sus compañeros del colegio, en el que lleva tan solo
un par de años. Así me siento hoy, de aquí para allá, presintiendo que me quedo
algo atrás.
Anuncian frio, mucho frio pero no importa. Quizás nos llueva
algo también, qué más da, esta excursión con mis compañeros de colegio no me la
pierdo por nada del mundo. Mi madre me ha preparado algún bocadillo, que
seguramente en casa, ni le probaría, pero saliendo de excursión uno se come
todo lo que tu madre te haya echado en la mochila.
Buf, protesto, ¡como pesa!, cuantas cosas me habrá echado mi
madre, que ganas tengo de que los profesores nos ordenen comer, entonces abriré
mi mochila, sacare uno de los tres o cuatro zumos que mi madre me metió dentro
de ella. Después sacaré uno de los bocadillos que son más grandes que yo.
Envueltos en papel de plata parecen autenticas pistolas. Me comeré lo que pueda
de él, lo que sobre le vuelvo a envolver y le meto dentro otra vez. Según lo
hago veo unos dulces de chocolate que mi madre creyendo que me iba a quedar con
hambre, me ha metido también.
Ya esta, hemos acabado de comer, ahora a jugar un rato para
hacer la digestión. De siempre se ha dicho que corriendo y moviéndote un poco,
es como mejor se hace.
El día va muy rápido, ya nos queda poco para volvernos al
autobús. Me ha tocado sentarme con una amiga, la cual dicen mis compañeros de
curso que es mi novia. Yo no sé qué es eso; lo único que sé es que los novios
se dan besos y yo se lo dije a mi amiga el otro día en el recreo y me dio un
guantazo. Ahora entiendo a mi padre cuando la dice a mi madre muchas veces la
frase:”Quien te entienda, que te compre”. Según me dio el tortazo se lo dije a
mi amiga, esta estuvo a punto de darme otro, menos mal que uno de mis amigos
vino en mi ayuda y poniéndola los dientes largos a mi amiga, empezó a decir por
todo el recreo que nos habíamos dejado. Jolines, que poco ha durado mi noviazgo
y encima ahora la tengo que aguantar sentada a mi lado. No me fio, prefiero no
decirla nada, no vaya a ser que me lleve otro como el del otro día, que me dejo
la cara calentita.
Cuando llegamos al pueblo me doy cuenta de que en uno de mis
bolsillos llevo una moneda. Ni me he acordado si quiera de gastármela. Otros
niños han traído algo a sus hermanos, quien los tiene, y otros a sus padres. Yo
le volveré a dar la moneda a mi madre y la diré que no había nada que la
pudiera gustar. Por lo menos se pondrá contenta, no me la he gastado en
chucherías, como suelo hacer siempre que en mis manos, cae una moneda.
Míralos, allí están, han venido todos. Mis padres y mis
hermanos, desde el bus les doy con la mano. Los profesores nos riñen por
levantarnos de los asientos, pero es que no somos capaces de estarnos quietos,
tenemos tantas cosas que contarles.
Venimos algo quemados del sol, y eso que mi madre me puso
una gorra esta mañana temprano, además de darme la cara de crema; esa crema que
nos echamos cuando vamos a la piscina, por eso yo la he preguntado cuando me la
puso en la cara, que si la excursión era a bañarnos en alguna piscina. Luego me
he dado cuenta de que no.
Me monto en el coche de mi padre y me doy cuenta de que voy
muy cansado. Seguramente que cuando llegue me duche mi madre y me acueste. No
tengo ganas de cenar nada, aunque me da pena de los dulces que me han sobrado
en la mochila, caigan en las manos de mis hermanos. Los cuales andan haciendo
el vuelo del buitre alrededor de ella.
Que a gusto me he quedado con la ducha. Los ojos empiezan a
picarme mucho y mi madre opta por acostarme. Una vez arropado hasta la cabeza,
repaso como ha ido el dia de excursión. Vuelvo a recordar lo bien que me lo he
pasado con mis amigos y seguramente que mañana en el recreo, volvamos a
acordarnos de lo que hoy hemos hecho.
Y es que a pesar de que los años pasan, nunca se nos
olvidaran aquellas excursiones que de pequeños alguna vez hicimos. Ahora, a
punto de montarnos en el autobús para emprender otra, me vienen a mi cabeza estos
recuerdos, los cuales son de los mejores que uno tiene de aquellos años.
Me voy cantando aquella mítica canción, que decía que las
hermanas “Carmelitas” eran muy buenas porque nos llevaban de excursión.
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