Fueron muchos los días en que después de dar un buen paseo,
acababan los dos sentados en aquel banco, el cual fue víctima con el paso de
los años de los vándalos. Ya no queda de aquel banco, pero a ella no se le
olvida jamás donde estuvo siempre.
Allí sentados, ambos se prometían la luna. Eran años muy
felices, años de amor sincero que ellos pensaban que nada ni nadie, podría destruirlo.
Después de planear su futuro en varios paseos, a él, le toco ir a servir a la
patria. Habían hablado de que a su regreso se unirían en matrimonio para
siempre y entonces serian todo lo felices que tenían pensado ser.
Pero una vez que el
mozo ocupó su destino, todo fueron despropósitos. Tuvo mala suerte en su
cuartel, muchas guardias, mucho puteo entre compañeros y él no fue capaz de
llevar aquello muy bien.
Así lo único que se le pasó por la cabeza fue pedir un
cambio de destino. Y en lugar de estar a poco más de cuatro horas de su amada,
le mandaron a la otra punta de la península, con lo que sabía que hasta que no
lograra licenciarse, no volvería a estar al lado de su amor.
Los meses fueron pasando poco a poco. Las cartas se cruzaban
en el camino casi todas las semanas y así fueron llevando aquel alejamiento lo
mejor que pudieron. Al cabo de dos años le tocó licenciarse, pero por entonces él
había conseguido un buen trabajo en la zona donde había hecho el servicio
militar. Se lo comunicó a ella antes de la licenciatura y como no podía ser de
otra manera, no se lo tomó muy bien. Esperar dos años para volver a reunirse
con su amor y que aquello no se produjera, fue un golpe muy duro para ella.
Los años fueron pasando y las cartas dejaron de cruzarse por
el camino. Ella, aunque nunca se lo dijo a él, le siguió esperando toda su vida
y a pesar de tener múltiples pretendientes, jamás quiso unirse a ningún hombre
que no fuera su querido y amado novio de toda la vida.
El, también tuvo alguna aventurilla, pero nada en serio.
Nunca compartió lecho ni casa con ninguna mujer y muchas veces se preguntaba
que habría sido de aquella muchacha que le cautivó el corazón cuando solo tenía
dieciocho años.
A los sesenta años le llegó la jubilación y pensó que era
buen momento para volver a su pueblo y asentarse en el. Vendió todo lo que tenía
en la capital y compró una casita pequeña en aquel pueblo. Los primeros días casi
nadie le conocía o pocos se acordaban de él. Luego, con el paso de los meses, volvió
a reencontrarse con los amigos de juventud y poco a poco fue integrándose en un
pueblo, que no se distinguía por ser muy abierto con sus nuevos visitantes.
Un día tomando un café en el único bar que existía, salió la
conversación de aquellos noviazgos de juventud. El no tardó en preguntar por el
paradero de aquella novia suya, con la que fue tan feliz aquellos años. Su
sorpresa fue mayúscula al saber que seguía en el pueblo. Soltera y sin nadie
que la cortejase. Se armó de valor y se propuso aquella tarde hacerle una
visita. Ella no le reconoció al pronto, pero una vez que le escuchó hablar, un
cosquilleo le recorrió todo su cuerpo. El mismo cosquilleo que cuarenta años
antes, le recorría a diario su cuerpo cuando estaba con él.
Ahora es raro el día en el que no se les ve pasear juntos de
nuevo. Tienen tantas cosas que contarse, que se les hacen pequeños los días y
piensan que deberían de tener más de cincuenta horas cada uno.
Hoy han quedado en un banco próximo al que existía por
aquellos años. Los dos traen las cartas que por entonces se escribieron y hoy
piensan leer de nuevo juntos los dos. Ya nada les volverá a separar y aunque no
tienen pensado unirse en matrimonio por ahora, nadie del pueblo lo descarta en
futuro próximo.
Hoy la vi barriendo su puerta y al verme, me dijo muy
bajito: la verdad que mereció la pena esperar tantos años… Se la ve tan feliz
que siento una envidia sana por sus sentimientos, que a pesar de los años, siguen
intactos hacia su amor de toda la vida.
Si es un hecho real, encomiable lo de ambos y si no se les puede poner nombre y rostros, será más bien porque no sabemos dónde ha ocurrido. Tan bonito y tan factible como que es muy fácil imaginar que ha ocurrido bastantes veces.
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