jueves, 25 de abril de 2013

Capitulo 474: Te presto mi sonrisa.





Hoy es un día en los que cualquier cosa que te cuenten te hace gracia. Todas las mujeres te parecen guapas. Los niños son todos muy simpáticos y les ríes todas sus gamberradas, como si tú fueras uno más de ellos.

Las flores todas te huelen bien, a pesar de que tienes algo de alergia a varias de ellas, da igual; hoy ni lo aprecias. La bronca que te echa la señora mayor a la cual has empujado un poquito a la hora de  hacer cola en la caja del súper, también te hace gracia y asientes con la cabeza asumiendo todas las culpas y quedándote a gusto ante tal bronca.

Sacas a tu perro a pasear y solo el hecho de verle correr, te hace sonreír. Te cruzas con otra persona que va con su perro también y entablas una pequeña conversación con ella. Conversación que jamás antes se había producido a pesar de llevarte cruzando con él, mas de tres meses.

Llegas a casa y han cortado la luz; cosa que cualquier otro día te hubiera puesto de mala uva y hoy sin embargo, te hace gracia el saber que sin luz no somos nadie. Una vez recuperada la luz, te encaminas a la ducha y que casualidad (en Huertas no es casualidad), una avería interrumpe el suministro. Pospones la ducha para dentro de un rato y enciendes el ordenador. En el miras la prensa por encima un poco, sin agobios ninguno. Total, pone lo mismo que ayer y antes de ayer, pero hoy lo ves de otra manera.

El trabajo te hace pensar menos en tus cosas y eso es bueno. Aunque nunca te olvidas de los tiempos de atrás, en los que las pasaste canutas. Enciendes la radio y la primera noticia son los datos del paro. Tu cara cambia al acordarte de aquello, la sonrisa te abandona y por más que miras a tu alrededor no la vuelves a encontrar. Ahora quien está a tu lado es tu amiga la tristeza, aquella que tanto tiempo estuvo pegada a ti como una lapa. Al verla te echas hacia atrás, no quieres que se vuelva a apoderar de ti, pero ella no te lo pone fácil. Miras hacia atrás y sabes en qué momento ha venido, justo al mencionar la palabra paro.

Tienes que reaccionar, no puedes quedarte con ella para el resto del día. Te levantas, coges el móvil y llamas a un amigo tuyo. Ese amigo, es uno de los seis millones de parados en los que hace pocos días, estabas tú metido también. Le mandas ánimos a tu amigo. Quedas con él para tomar un café. Hay que hablar de todos estos temas, es malo para la salud el tragártelo tu solo. El acepta y sales en su busca.

Justo al salir de casa tu amiga la tristeza desaparece de tu lado y su contraria, la sonrisa viene por la calle abajo cantando. Se posa encima de ti y los dos vais a buscar a ese amigo tuyo al que tanto aprecio tienes.
Después de haber hablado bastante rato con él. De haberle dado esperanzas y muchos ánimos, os despedís los dos. Tu amigo sale con tu sonrisa, que se la has prestado para los días que quiera. Seguro que le hace más falta que a ti.

Al llegar a casa te sientas en el sillón, satisfecho por lo poco que te ha costado hacer feliz a un amigo aunque solo hayan sido veinte minutos. Esos ratos son tan necesarios para todos, que si lo hiciéramos cada día, nuestra salud sería la primera en agradecérnoslo.

Para rematar el día, te confirman el viaje que tienes previsto. Todo a punto para desconectar y disfrutar lo que no has podido hacer estos años atrás. En los que siempre eché en falta, el café que me invitara ese amigo con el que poder dialogar de mis problemas, que me prestara su sonrisa aunque solo hubiera sido un día y por su puesto sacara a pasear a mi inseparable amiga la tristeza, la cual a día de hoy, no echo para nada en falta.

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