Hoy es un día en los que cualquier cosa que te cuenten te
hace gracia. Todas las mujeres te parecen guapas. Los niños son todos muy simpáticos
y les ríes todas sus gamberradas, como si tú fueras uno más de ellos.
Las flores todas te huelen bien, a pesar de que tienes algo
de alergia a varias de ellas, da igual; hoy ni lo aprecias. La bronca que te
echa la señora mayor a la cual has empujado un poquito a la hora de hacer cola en la caja del súper, también te
hace gracia y asientes con la cabeza asumiendo todas las culpas y quedándote a
gusto ante tal bronca.
Sacas a tu perro a pasear y solo el hecho de verle correr,
te hace sonreír. Te cruzas con otra persona que va con su perro también y entablas
una pequeña conversación con ella. Conversación que jamás antes se había producido
a pesar de llevarte cruzando con él, mas de tres meses.
Llegas a casa y han cortado la luz; cosa que cualquier otro día
te hubiera puesto de mala uva y hoy sin embargo, te hace gracia el saber que
sin luz no somos nadie. Una vez recuperada la luz, te encaminas a la ducha y
que casualidad (en Huertas no es casualidad), una avería interrumpe el
suministro. Pospones la ducha para dentro de un rato y enciendes el ordenador.
En el miras la prensa por encima un poco, sin agobios ninguno. Total, pone lo
mismo que ayer y antes de ayer, pero hoy lo ves de otra manera.
El trabajo te hace pensar menos en tus cosas y eso es bueno.
Aunque nunca te olvidas de los tiempos de atrás, en los que las pasaste canutas.
Enciendes la radio y la primera noticia son los datos del paro. Tu cara cambia
al acordarte de aquello, la sonrisa te abandona y por más que miras a tu
alrededor no la vuelves a encontrar. Ahora quien está a tu lado es tu amiga la
tristeza, aquella que tanto tiempo estuvo pegada a ti como una lapa. Al verla
te echas hacia atrás, no quieres que se vuelva a apoderar de ti, pero ella no
te lo pone fácil. Miras hacia atrás y sabes en qué momento ha venido, justo al
mencionar la palabra paro.
Tienes que reaccionar, no puedes quedarte con ella para el
resto del día. Te levantas, coges el móvil y llamas a un amigo tuyo. Ese amigo,
es uno de los seis millones de parados en los que hace pocos días, estabas tú
metido también. Le mandas ánimos a tu amigo. Quedas con él para tomar un café.
Hay que hablar de todos estos temas, es malo para la salud el tragártelo tu
solo. El acepta y sales en su busca.
Justo al salir de casa tu amiga la tristeza desaparece de tu
lado y su contraria, la sonrisa viene por la calle abajo cantando. Se posa encima
de ti y los dos vais a buscar a ese amigo tuyo al que tanto aprecio tienes.
Después de haber hablado bastante rato con él. De haberle
dado esperanzas y muchos ánimos, os despedís los dos. Tu amigo sale con tu
sonrisa, que se la has prestado para los días que quiera. Seguro que le hace más
falta que a ti.
Al llegar a casa te sientas en el sillón, satisfecho por lo
poco que te ha costado hacer feliz a un amigo aunque solo hayan sido veinte
minutos. Esos ratos son tan necesarios para todos, que si lo hiciéramos cada día,
nuestra salud sería la primera en agradecérnoslo.
Para rematar el día, te confirman el viaje que tienes
previsto. Todo a punto para desconectar y disfrutar lo que no has podido hacer
estos años atrás. En los que siempre eché en falta, el café que me invitara ese
amigo con el que poder dialogar de mis problemas, que me prestara su sonrisa
aunque solo hubiera sido un día y por su puesto sacara a pasear a mi
inseparable amiga la tristeza, la cual a día de hoy, no echo para nada en
falta.
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