Casi tres
años después de nuestro último viaje a la Catedral como peña, este fin de
semana volvíamos a visitar nuestro templo futbolístico, el templo de cualquier seguidor
Athletizale.
Sin
duda uno de los motivos de dicho viaje no era otro que despedirnos de nuestro
vetusto estadio en el que tantas y tantas tardes, los aficionados bilbaínos,
han disfrutado con su equipo. Por este motivo el viaje tenía algo de
sentimental y eso que todos estamos de acuerdo en que la jubilación de dicho
estadio es necesaria. Pero eso no quita que a todos se nos muera un trocito de
Athletic en nuestro interior.
A las
cinco de la mañana todos los integrantes de la peña, esperábamos la llegada del
autobús que nos pusiera rumbo a Bilbao. Con la temperatura más baja que los días
anteriores, las bufandas rojiblancas se apetecían en los cuellos. Los primeros
comentarios chistosos iban saliendo de las bocas de los peñistas, sabían de
sobra que viajes tan largos si no se empiezan con actitudes de este calibre,
son difíciles de hacer. Una vez dentro del autobús, cada uno ocupaba su lugar,
lugar en el que debíamos de pasar varias horas seguidas hasta alcanzar nuestro
destino. Por el camino volvíamos a recordar viajes anteriores, cientos de anécdotas
que con el paso de los años, hemos ido acumulando desde aquella primera vez en
que acudimos a la Catedral.
Dos horas y media después de haber arrancado, hacíamos
la primera parada para desayunar. Algún café unos, otros cola-caos y los más
atrevidos, un bocadillo y una cerveza. Sin duda la ocasión lo merecía. De
vuelta al autobús los más afortunados dormían, los que no éramos capaces de
hacerlo seguíamos recordando batallitas y hablando del partido que íbamos a
presenciar en el que tanto nos jugábamos. Venía a nuestra mente aquel primer
viaje organizado como peña, el cual tres días antes de realizar, tuvimos que
suspender por cambiarse el partido de día, precisamente contra el Barcelona y a
petición de estos.
A eso
de las diez de la mañana, volvíamos a hacer otra parada en la que ya casi todos
nos agarramos a las cervezas con sus correspondientes bocadillos. Estos días tan
largos es conveniente meter en el estómago materia grasa. Para de ese modo
poder aguantar todo lo que te echen. Una vez todos los integrantes del viaje habíamos
vuelto a ocupar nuestros asientos, emprendíamos de nuevo la marcha, con la alegría
de que cada vez nos iba quedando menos camino que andar.
Sobre
la una del mediodía realizábamos la última parada antes de alcanzar nuestro
destino. En este lugar ya nos conocen de anteriores viajes y da gusto el poder
volver a hablar con gente tan sana, las cuales se alegran más que nosotros de
volver a vernos.
Los
nervios cada vez se iban notando más. Cuando empiezas a ver carteles con la
distancia que queda para tu destino y el paisaje va cambiando su color, sabes
que queda poco para llegar. Los peñistas se les ve alegres y contentos y sufren
para contenerse quietos en sus asientos.
Casi
diez horas después, nos bajábamos del autobús justo delante de la Catedral. Más
de un suspiro se dejaba notar y la primera visita obligada era para ver las
obras de lo que será nuestra futura casa. Allí todos juntos soñábamos con no
tardar mucho en venir a conocerla una vez acabada dicha obra.
El
siguiente objetivo era empezar a telefonear amigos para echar un rato con
ellos. Gracias a este equipo somos unos privilegiados en poder contar con tal
cantidad de buenas personas, que demuestran su cariño por nosotros cada vez que
subimos a Bilbao. Ya en Pozas entre trago y trago, los amigos iban acudiendo y
los abrazos con todos ellos nos recordaban lo bonito que es el poder tener
amigos en cualquier rincón del planeta.
Como
curiosidad este año, hemos podido hablar con aficionados de otros lugares de
Europa, como por ejemplo un joven alemán que buscaba entrada para poder ver el
partido. El cual se quejaba de los precios abusivos que hay en el futbol
español. La verdad que razón al chaval, no le falta. En otro bar estuvimos
hablando con aficionados ingleses, los cuales mostraban su admiración por la filosofía
de nuestro club, a la vez que recordaban los dos enfrentamientos del año pasado
entre el Athletic y el Mánchester. Además resaltaban el comportamiento ejemplar
de la afición bilbaína que hasta allí acudió a ver a su equipo. Está claro que
el futbol a pesar de lo que muchos quieren que sea, es también una fuente de
hacer nuevas amistades y de adquirir cultura.
Pues la
hora del comienzo del partido se acercaba y la verdad que había ganas de volver
a entrar en la Catedral y respirar ese olor inconfundible a futbol que la rodea
por toda su extensión. Los pelos se erizaban al escuchar nuestro himno y ver
como estaba el campo de gente, hacía que dicho partido fuera sin duda una joya
el poder verle en directo.
Los jugadores
de ambos equipos no quisieron ser menos y con su juego se unieron a la fiesta.
En un primer tiempo vibrante el Athletic fue mejor que su rival, el cual parecía
seguir tocado después de lo de Múnich. Así celebrar un gol de tu equipo en la
Catedral es una cosa difícil de explicar con palabras, sin duda que lo mejor es
contemplarlo insitu.
En el
segundo tiempo el partido cambió por completo y la entrada de uno de los
mejores jugadores del mundo hizo que nuestro equipo reculara quizás más de la
cuenta. Un lujo el poder decir que hemos visto jugar en directo a Messi, además
de aunque joda, presenciar el golazo que marcó ayer. Menos mal que el mal trago
que fue ponernos por debajo en el marcador, pudimos desquitarlo en el descuento
con el gol del empate, el cual celebramos todos los miembros de la peña con
mucha efusividad. Y es que la ocasión lo merecía y la clasificación en liga
daba pie a ello.
Una vez
pitado el final del partido, nos daba pena abandonar la catedral. Queríamos
hacernos cientos de fotos para el recuerdo. Recuerdo que tuve para los que no
pudieron acompañarnos en este viaje. Sin duda del que más me acorde ayer fue de
mi padre, con el cual me hubiera gustado sacarme una foto en el mejor lugar del
mundo para ver futbol, como es San Mames.
Después
del partido lo que ya viene siendo habitual en otros desplazamientos. Fiesta
con todos los amigos y celebraciones hasta la hora de regreso, la cual teníamos
dispuesta para las doce de la noche. Así después de una dura noche de resaca y autobús,
y con la sonrisa aun en la boca al recordar los momentos vividos, llegábamos de
nuevo a casa, con la sensación del deber cumplido que no era otro que despedir
la Catedral como ella sola se merece.
Desde aquí
quiero hacer una mención especial a Iñigo Cabacas, del cual no nos olvidaremos
nunca y mucho menos después de haber podido ver en el camino de regreso, ese
gran documental que pudimos adquirir para ayudar a que ese asesinato se aclare
de una vez por todas y su asesino, ingrese donde tiene que estar que no es otro
lugar que la cárcel.
Gracias
de nuevo a todos los que hacéis que nuestros viajes merezcan la pena de verdad.
Y sobre todo y ante todo, ¡AUPA ATHLETIC!