Hoy me
vino a la memoria aquellas vueltas ciclistas a España, Tours de Francia o Giros
de Italia que con tanta expectación seguía de pequeño. A pesar de no ser un
ciclista activo, siempre me encantó este deporte; y sobre todo seguir aquellas
retransmisiones que se hacían casi siempre en etapas de montaña. Recuerdo
aquellos años de Marino Lejarreta. De Peio Ruiz Cabestany, del equipazo Orbea, Teka o del gran equipo Reynolds. Luego el Kelme, el Zor, Once y muchos más que ahora
mismo no recuerdo.
Por
aquellos años yo disfrutaba muchísimo viendo las escapadas en etapas de
montaña, todos los corredores eran valientes y no esperaban a ninguna orden de
nadie para atacar. Sabían perfectamente que el momento ideal era cuando las cámaras
conectaban en directo, de esa manera se aseguraban el salir en televisión y que
se hablara de él. Eran tiempos duros de cobrar muy poco, pero demostraban amor
por ese deporte tan sufrido y poco remunerado.
Recuerdo
como si fuera ayer una de aquellas vueltas ciclistas a España, la cual se
celebró por el mes de abril. Lo recuerdo porque por aquel entonces falleció mi
abuelo materno. Como por aquellos años la iglesia obligaba a guardar luto, la televisión
quedaba prohibida de encender como mínimo un mes, eso en algunas casas. Otras
se tiraban tres meses y algunas incluso un año. Como si no encendiendo el
televisor, guardaras mejor el luto por tu ser querido fallecido.
Ese año
la vuelta estaba muy emocionante y mi tío Paco, gran aficionado como yo a este
deporte, estaba negro al saber que no podíamos ver aquellos finales de etapa,
donde Arroyo, corredor del Reynolds, se jugaba el triunfo final. Estaba claro
que en casa de mi abuela la televisión nos iba a ser imposible de ver. En casa
de mis padres tampoco, así que acordándonos de la casa de mi tía Catalina, allí
nos refugiamos bajo llave, con aquella televisión de pocas pulgadas que por lo
menos ya era en color.
Gracias
a aquel “zulo” que encontramos, pudimos esquivar el rezo que nueve días después
de la muerte de mi abuelo, debían celebrar en casa de mi abuela. Mientras, mi tío
y yo, disfrutábamos de aquellos ciclistas que nos hacían sentir un verdadero
amor por ese deporte, los dos allí sentados, con los visillos de la puerta
bajados para no ser vistos, nos poníamos nerviosos al ver las escapadas de unos
y otros. Las estrategias consistían en esperar a tu jefe y llevarle lo más
lejos posible. No había “pinganillos” ni nada que se le pareciera. Era ciclismo
puro y duro, el deporte que enamoraba a todos sus seguidores.
Con el
paso de los años alguien se empeñó en cargarse este bello deporte y tengo que
decir que lo consiguió. Por lo menos en mi persona sí. Día tras día nos enterábamos
de algún caso de dopaje más. Ciclistas ilustres los cuales teníamos todos en
pedestales, dada su gran profesionalidad que nosotros nos tragábamos sin saber
nada.
El caso reciente de Angstrom fue el que colmó mi vaso de la paciencia por intentar seguir amando
este deporte, ese día se me cayó un mito y me vine abajo al escuchar las
palabras de aquel tramposo ciclista. Reconociendo las artimañas que había estado
usando a lo largo de los años. Y pensar que para algunos fue fuente de inspiración
a la hora de superar canceres como el suyo. Una verdadera pena el que nos
engañen como a chinos entre unos y otros.
Seguramente
que el ciclismo no sea el único deporte en el que el doping está a la luz del día.
Quizás otros deportes como el fútbol sean intocables en estos casos y no
interese saber nada de la verdad que existe bajo las sabanas de los clubes. Algún
día seguramente que todo saldrá a la luz y se nos volverán a caer mitos a todos;
y volveremos a sentir pena y lástima por los que nos han engañado tantos años.
Volverá a ser duro el encontrarnos con estas realidades que harán un daño en
nuestros sentimientos muy grande como ya hizo estos años atrás, el dopaje en el
ciclismo.
Como echo
de menos aquellos años de ciclismo puro y duro en el que todos los participantes
se dejaban la piel sin aprovechar sustancias prohibidas…. O quizás no fuese así,
pero por lo menos no lo sabíamos.
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