Como
siempre he dicho, estoy en contra de que
todo lo celebrable se pueda encasquetar en un día señalado. Al llegar el
día de mañana, ocho de marzo, dicen que es el día de la mujer trabajadora, como
si los demás días no lo fuera o como si la mujer que no trabajara fuera de su
hogar, no tuviera derecho a celebrarlo. El caso es que se hacen excursiones, (cosa
que me parece estupendo), visitas a otros lugares, asambleas o lo que tengan a
bien de hacer.
Desde
hace muchos años, la mujer viene
luchando por unos derechos que jamás tuvo. Lógico que pasara en una sociedad
tan machista como la que todos hemos mamado. Por suerte, algo va cambiando en
nuestra mentalidad y el que la mujer trabaje fuera de casa, lo vemos cada vez más
normal. Queda mucho por hacer, sigue habiendo mucho machismo en muchas casas,
aunque algunos no se den cuenta de ello y como siempre lo han visto así, les
parezca lo más normal del mundo. Todos los hombres, bueno, diré casi todos mejor,
tenemos en nuestras neuronas todavía algún retazo machista del que muchos
intentamos desprendernos y otros muchos ni lo intentan y siguen viviendo
enfrascados en esa cultura tan peculiar, que por otro lado les ha ido bien con ella.
Desde
la época de nuestros abuelos, los cuales trataban a nuestras abuelas como
verdaderas esclavas, hasta nuestros días, se ha notado una mejora sustancial en
el trato hacia la mujer. Cuando te cuentan historias antiguas de como vivían
aquellas abuelas o bisabuelas, te echas las manos a la cabeza. Muchas de ellas
son verdaderas heroínas, que sacaron a sus hijos adelante en mitad de cualquier
campo, sin ninguna ayuda por parte de sus maridos; los cuales cuando no estaban
trabajando, estaban celebrando dicho trabajo. Por supuesto que no eran todos
iguales, pero se veía normal el hacer eso y desprestigiar así a las mujeres,
que recogidas en sus chozos y rodeadas de niños, les enseñaban bajo la luz del
carburo a leer o escribir. Eso la que podía hacerlo, otras muchas no tuvieron ocasión
ni siquiera de aprender esos conocimientos básicos.
El otro
día en la emisora de radio de Canal Extremadura, tuve la suerte de escuchar
hablar a una de estas mujeres a las cuales me refiero. Se trata de una de las
abuelas contertulias que cada martes en el programa de “el sol sale por el
oeste” realizan un pequeño debate muy entretenido del cual soy adicto. He de
decir que son tres las abuelas que lo realizan. Una con acento argentino, nos
habla desde Plasencia y las otras dos abuelas, desde Badajoz.
Una de
estas últimas (Teresa) en el último programa que hicieron, se atrevió en un
escrito que ella misma había realizado, a criticar la situación real que todos
vivimos. Esto no tendría ningún significado si no fuera porque esta gran mujer
aprendió a leer y escribir a los sesenta años. Todo un logro para ella. Con un
poco de vergüenza por si se atascaba leyendo, cogió el texto y para disfrute de
todos lo leyó en antena. Como no podía de ser de otra manera, nos emocionó a
todos los que escuchábamos las ondas.
A mí me venían a la mente estas mujeres que
anteriormente he nombrado, las cuales solo tuvieron ocasión de ser “esclavas”
de sus familias. Encerradas en sus chozos o casas solo tuvieron oportunidad de
criar a sus hijos. Lavar, fregar, cocinar y poco más, que por otro lado era
mucho. Lo que molesta es que aquello era normal para ellas y solo conocían aquella
forma de vivir en la cual, claro que eran felices, no conocían ninguna otra
manera de subsistir.
Escuchando
a esta gran mujer me sentí feliz, aparte de emocionado como he dicho antes.
Pero pude comprobar como la edad no es ningún muro para llegar a hacer lo que
uno quiera. Seguramente que Teresa desde que sabe leer, tiene más ganas que
nunca de vivir, porque cuando uno aprende algo nuevo, está deseoso de ponerlo
en práctica. Y lo digo con conocimiento de causa, puesto que mi hijo Daniel,
con seis años, no hay cartel que se le resista cuando vamos paseando. Todo lo
lee, da igual lo que sea. Por eso me imagino a mi “abuela Teresa” haciendo lo
mismo todos los días y si encima la gusta escribir cosas como la que nos leyó
el otro día, ni te cuento como se puede sentir de orgullosa.
Sabiendo
de estas cosas, a uno le sigue molestando la idea de que organicen, el “día” de
la mujer trabajadora. No existe un solo día en que esas mujeres dejen de estar
trabajando, ya sea de una manera u otra. Porque, ¿No es un magnífico trabajo el
aprender a leer y escribir con sesenta años?
Ya lo
creo que si.
Lo podéis escuchar a partir del minuto 19 mas o menos:
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