miércoles, 9 de febrero de 2011

Capitulo 39: Una de vaqueros.

39 días sin fumar, nos queda uno para superar el mono, luego tendremos que acabar con el chimpances y luego el ultimo el gorila !! jejejej
La rodilla la tengo igual, me duele bastante y todavía cojeo mucho, con las ganas que tengo de empezar mis paseos otra vez, tendré que esperar hasta el mes de marzo, cuando la tenga curada del todo.


Bueno, ya va tocando contar alguna mas de las que tenemos liadas de pequeños, se que son las que mas os gustan, pero comprendereis que tampoco seria bueno para el blog contarlas todas seguidas, es mejor ir mezclandolas un poco, así darán mas juego.

La historia de hoy es una de las muchas que nos sucedieron en el cebadero de ganado que hay al lado del campo de "Las Nieves", allí era uno de los sitios donde mas tiempo pasábamos, todo debido a la confianza que nos dieron los que trabajaban allí, y también a su dueño de por aquellos años Antonio Venero.
Como pasa siempre la confianza al final da asco, dice el refrán, aunque nosotros mas bien fue que nos dieron la mano y nos tomamos el pie. Al principio es cierto que los ayudabamos muchas veces a echar de comer al ganado y los hacíamos compañía, nos dejaban montar un rato a caballo, que por aquellos entonces con tanta película del oeste que veíamos era un lujo el imaginarte el sargento del séptimo de caballería por un momento, aunque la verdad, al final fuimos mas de los indios, por que montábamos mas veces "a pelo" que con la montura.

Con el paso del tiempo, aprendimos a darles la vuelta a los que curraban allí, y siempre íbamos cuando no estaban ellos, los caballos ya nos conocían y no se espantaban de nosotros, así que los poníamos una "cabezada" hecha por nosotros mismos con una cuerda de "pita" y a montar en ellos, joder, como disfrutabamos el rato ese, mira que era difícil montar sin la montura, sin darte cuenta te ibas resbalando poco a poco hasta que mas de una vez te veías en el suelo, yo no se como nunca nos rompimos nada con las ostias que pegábamos.

Pero lo que mas recordamos muchas veces cuando nos juntamos los amigos son, los "encierros" que preparábamos allí dentro de los corrales con un carnero que tenían, como chocaba el bicho, era mas bravo que muchas vacas de casta.

El encierro consistía en llevarle a la parte de arriba de la nave, agarrado entre todos y empujando todos a una, nos costaba un mundo llevarle hasta el corral. Bueno, pues le metíamos en el primer corral y cerrábamos todas las puertas de todos los corrales, con el fin de que solo pudiera correr por el pasillo, cada vez le tocaba a uno quedarse para abrir el cerrojo, ese que se quedaba no corría, su misión era abrir la puerta de "chiqueros" y avisar de que el carnero estaba fuera, los demás, cada uno se ponía donde creía que le iba a dar tiempo a hacer una bonita carrera sin que te diera un topetazo el carnero, cogíamos los sacos de pienso vacíos de papel y nos hacíamos los periódicos al estilo San Fermin, antes de comenzar el encierro cantábamos "A San Fermin pedimos, por ser nuestro Patrón.......", recuerdo que me ponía hasta nervioso y todo en el momento ese previo a abrir la puerta, jejejeje, después de acabar el cántico se abría la puerta y no veáis como corría ese carnero, muy pocas veces llegábamos hasta el final del pasillo, siempre nos teníamos que tirar a alguno de los corrales que había a ambos lados, los cuales estaban llenos de cochinas recién paridas y que también se tiraban a morder, el carnero aparte de correr detrás nuestra también remataba en tablas, como pudiera sacudirte no te perdonaba, a mas de uno, el hacerse el valiente, le costo alguna vez algún revolcón, ojo, que un golpe de aquellos era bastante serio, como si te diera ahora una vaca, recuerdo que una vez alguno de nosotros se partió un dedo, no se quien fue exactamente, pero que fue al atropellarle el carnero.

Hablando de vacas, también eramos muy toreros por aquellos entonces, siempre tenían allí alguna becerra que se tiraba un poco y nos dejaba darle unos pases, pocos por que torero no ha salido ninguno, pero esa historia la dejaremos pa otro día, la verdad que de aquel cebadero, podría escribir un libro tranquilamente, recordando lo que allí vivimos.

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