Desde lo alto del cielo, esperaba pacientemente algún movimiento
en falso de los muchos nidos de “gurriatos” que había por todos los tejados del
pueblo. Sin duda esta fecha en el calendario era la más propicia para comer.
Comer ella y dar de comer a sus crías, que esperaban adormecidas el regreso de
su madre con la ración diaria de carne.
Los gurriatos adultos, hacían todo lo posible para que sus crías
no se movieran de debajo de las tejas, lugar idóneo para hacer su nido. Pero la
camada era numerosa y todos no cogían en el nido. Crecían muy deprisa y eso iba
en su contra.
Los hermanos más grandes, empujaban a los dos más pequeños
que había en el nido, los cuales eran menos afortunados a la hora de la comida,
sus hermanos siempre se anticipaban y aunque sus padres se empeñaban en que
todos comieran por igual, había veces que no reconocían las bocas abiertas de
todas sus crías.
Era el momento justo en que aprovechaba el milano para
atacar, justo entre cada viaje que los gurriatos adultos, daban en busca de alguna
langosta, que ya empezaban a verse por los campos. Este año han venido antes
los insectos, por eso las crías de pájaros crecen más deprisa de lo común. A más
de uno les dará tiempo de hacer otra puesta.
En un vuelo casi perfecto al rente de las tejas, el milano
logro atrapar al gurriato. A este, solo le dio tiempo a piar desesperadamente,
para ver si sus progenitores venían a por él. Era tarde, el milano con sus uñas
afiladas acabó con su vida en un segundo. Después de servirse su ración, voló
hasta su nido para dar de comer a sus crías, que mucho antes de que su padre
llegara, esperaban con las bocas abiertas. Que rico estaba todo, ahora una
siesta y como nuevos.
Los padres de los gurriatos, leyeron la cartilla a los que
quedaban en el nido. Prohibido asomarse nadie, si no querían acabar en el
estomago de el milano. Este último, empezó a sentirse mal. El ultimo alimento
que había ingerido, le había hecho daño. Sin pensarlo dos veces, voló a su nido
para ver si sus crías estaban bien o si por el contrario, las pasaba igual que
a él. Cuando llego hasta allí, se topó con aquella dantesca imagen, sus dos vástagos,
yacían muertos en el nido.
Por otro lado, el
gurriato llego a su nido y se extrañó que ninguna de las crías, estuviera con
la boca abierta esperando el manjar. Pensó que habían aprendido la lección y
estaban muertos de miedo sin moverse dentro del nido. Al entrar, vio a sus
cinco crías supervivientes, muertas en el nido. La pena se apodero de él y voló
en busca de su hembra. Esta yacía en el suelo, más muerta que viva, con un
langosto al pie de su boca. Estaba claro lo que había acabado con las vidas de
su pareja y de sus polluelos. Al levantar el vuelo, vio venir al milano
probablemente en busca de su pareja también. Esta no estaba muy lejos de allí. También
yacía muerta en el suelo. Ahora los dos estaban viudos y sin hijos. Se miraron
y con gestos de pena, elevaron sus vuelos más altos aun de lo que normalmente hacían.
Desde allí arriba, pudieron ver a varios hombre con unas maquinas muy raras,
las cuales desprendían como una especie de aire. Estaba claro que aquello era
lo que había acabado con las vidas de sus seres queridos. Es más, lograron ver más
pájaros de otras especies muertos en el suelo.
Estos humanos se han empeñado en acabar con nosotros de
manera fulminante, se dijeron los dos. Quizás no sepan que detrás de nosotros vendrán
ellos. Y todo por el maldito dinero que se rifan las multinacionales que venden
este veneno, el cual dicen ahora, que dejaran de dispensar, los próximos dos
años. Y luego, ¿Qué? Volveremos a tirarnos de las plumas de nuevo. Sin duda es
mucho más importante recaudar dinero ante todas las cosas.
Que pena.
Válido como ejemplo de lo que está ocurriendo, poner como víctimas a unos simples pajarillos, pero que nos está afectando a los humanos, es un hecho.
ResponderEliminarLa destrucción de los ecosistemas y del planeta mismo, es irreversible, pero al menos nos podemos consolar con el hecho de que los responsables, es decir, los políticos y los de esas multinacionales, van a correr nuestra misma suerte, porque ellos no son inmunes.