martes, 14 de mayo de 2013

Capitulo 482: Ogros al volante.





Y una semana más, Trujillo vuelve a salir en prensa por hechos inauditos y que no caben en cabezas humanas. Cuando creíamos que lo habíamos escrito todo, unos jóvenes “valientes” vuelven a hacer que nos pongamos todos, las manos en la cabeza y nos restreguemos los ojos, para creer lo que nos han contado los propios involucrados en la historia.

Ellos, el matrimonio, todavía cinco días después, se siguen preguntando el porqué de esa acción hacia sus personas y piensan que están vivos de puro milagro, gracias sin duda a la actuación de algunos peatones que en ese momento pasaban por allí. Toni, el marido implicado en el asunto, comentaba que hubo un momento en que temió por su vida, lógico y normal, si ves como cuatro o cinco jóvenes, se ensañan contigo a puñetazos y patadas, a pesar de estar en el suelo. Lo más triste fue el saber que les dio igual la edad y el sexo, puesto que a su mujer, también la tupieron de golpes. Este matrimonio de setenta y tres años de edad, es muy conocido en Trujillo y por suerte, son buenos amigos míos también.

Las secuelas que les quedan de la paliza al matrimonio además de dolores físicos, son también dolores psíquicos, y es que es normal que estén acojonados después de lo que les han hecho.
Al hilo del tema y después de hablar con uno de sus hijos el día después de los hechos, me dio por pensar en que dichos hechos son una verdadera temeridad, pero que le pueden pasar a cualquiera, visto que los recortes en educación empiezan a hacer efecto en la sociedad.

Y me explico. Estos días atrás, después de incumplir una señal de tráfico por mí parte, señal que no vi por ningún lado. El conductor del coche contrario se puso conmigo en cinco uñas. Yo acobardado todavía por lo cerca que habíamos andado de tener un accidente, no fui capaz de reaccionar al pronto. Tuvo que pasar más de un minuto para que volviera en sí y me diera cuenta de la cantidad de insultos que estaba recibiendo del conductor. Lejos de venirse a razones y ante mis palabras excusándome y pidiéndole perdón, el siguió a lo suyo. Parecía como si le hubieran quitado un inexistente bozal que llevara y toda la bilis que tenía en su cuerpo, debía de sacarla en dos minutos.

Creo que mi falta de atención hacia dichos insultos, fue lo que me salvó de no verme implicado en algún altercado más grave. Esos insultos en cualquiera otra situación, sin duda que hubieran bastado para que dicha infracción, la hubiéramos arreglado a guantazos limpios los dos allí mismo. Sin duda que, una vez que continuamos nuestros caminos, fui pensando en lo que me había ocurrido y en cómo había actuado. Al principio creo que me sentía orgulloso de mi actuación, pero según fueron pasando las horas y fui contando mi peripecia a familiares y amigos, me fui dando cuenta de que había estado demasiado permisivo con aquel señor. Que dicho por otra parte, no sé qué coño se creía que era, puesto que a simple vista, no tenía más de dos guantazos seguramente, pero el ladraba como si supiera artes marciales (que no me extrañaría tampoco).

Y es que lo que está claro es que al volante, todos o por lo menos una gran mayoría nos volvemos ogros. Personas sin paciencia ninguna y sin ninguna educación, puesto que a la mas mínima, estamos insultando al de delante. Si se cruza un peatón, también le regalamos algún que otro insulto. Si para un coche un momento delante de nosotros y seguramente que sin llevar prisa, nos molesta dicha parada y un: “Que hará el gilipollas este”, sale seguro de nuestra boca. Si el de delante circula a menos velocidad que la nuestra, un: “vaya huevos que usa el tío este” sale de nuestra boca. Si encima es una persona mayor el que va conduciendo, a parte del insulto anterior, le regalamos un: “Como coño no le quitaran el carnet a ese viejo, si no ve tres en un burro” o un: “Como dejaran conducir a gente tan vieja”. Y soltamos dichos insultos como si ese gesto fuera normal o incluso obligatorio a la hora de sacarte el carnet de conducir, cuando lo normal y lógico es que nos enseñaran a comportarnos como verdaderas personas y no como los ogros que somos una amplia mayoría. Porque no me creo que ninguno de los que leáis esto, alguna vez en vuestras vidas, no hayáis dicho por vuestras bocas la tan manida frase de: “Mujer tenía que ser”.

Reconocerlo, delante de un volante no somos personas, somos ogros.

Mucho ánimo al matrimonio Iglesias, desde aquí les deseo una pronta recuperación y que el peso de la ley, caiga sobre los culpables y se haga justicia. Aunque esto será difícil que ocurra, como siempre…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Capítulo 1.021: Finde de las tres "S"

  Santoña, Santander, Santillana del Mar. Nos volvimos a poner en carretera cuatro meses después de haber hecho el anterior viaje a Portugal...