Y una semana más, Trujillo vuelve a salir en prensa por
hechos inauditos y que no caben en cabezas humanas. Cuando creíamos que lo habíamos
escrito todo, unos jóvenes “valientes” vuelven a hacer que nos pongamos todos,
las manos en la cabeza y nos restreguemos los ojos, para creer lo que nos han
contado los propios involucrados en la historia.
Ellos, el matrimonio, todavía cinco días después, se siguen
preguntando el porqué de esa acción hacia sus personas y piensan que están vivos
de puro milagro, gracias sin duda a la actuación de algunos peatones que en ese
momento pasaban por allí. Toni, el marido implicado en el asunto, comentaba que
hubo un momento en que temió por su vida, lógico y normal, si ves como cuatro o
cinco jóvenes, se ensañan contigo a puñetazos y patadas, a pesar de estar en el
suelo. Lo más triste fue el saber que les dio igual la edad y el sexo, puesto
que a su mujer, también la tupieron de golpes. Este matrimonio de setenta y
tres años de edad, es muy conocido en Trujillo y por suerte, son buenos amigos míos
también.
Las secuelas que les quedan de la paliza al matrimonio además
de dolores físicos, son también dolores psíquicos, y es que es normal que estén
acojonados después de lo que les han hecho.
Al hilo del tema y después de hablar con uno de sus hijos el
día después de los hechos, me dio por pensar en que dichos hechos son una
verdadera temeridad, pero que le pueden pasar a cualquiera, visto que los
recortes en educación empiezan a hacer efecto en la sociedad.
Y me explico. Estos días atrás, después de incumplir una
señal de tráfico por mí parte, señal que no vi por ningún lado. El conductor
del coche contrario se puso conmigo en cinco uñas. Yo acobardado todavía por lo
cerca que habíamos andado de tener un accidente, no fui capaz de reaccionar al
pronto. Tuvo que pasar más de un minuto para que volviera en sí y me diera
cuenta de la cantidad de insultos que estaba recibiendo del conductor. Lejos de
venirse a razones y ante mis palabras excusándome y pidiéndole perdón, el siguió
a lo suyo. Parecía como si le hubieran quitado un inexistente bozal que llevara
y toda la bilis que tenía en su cuerpo, debía de sacarla en dos minutos.
Creo que mi falta de atención hacia dichos insultos, fue lo
que me salvó de no verme implicado en algún altercado más grave. Esos insultos
en cualquiera otra situación, sin duda que hubieran bastado para que dicha infracción,
la hubiéramos arreglado a guantazos limpios los dos allí mismo. Sin duda que,
una vez que continuamos nuestros caminos, fui pensando en lo que me había ocurrido
y en cómo había actuado. Al principio creo que me sentía orgulloso de mi actuación,
pero según fueron pasando las horas y fui contando mi peripecia a familiares y
amigos, me fui dando cuenta de que había estado demasiado permisivo con aquel
señor. Que dicho por otra parte, no sé qué coño se creía que era, puesto que a
simple vista, no tenía más de dos guantazos seguramente, pero el ladraba como
si supiera artes marciales (que no me extrañaría tampoco).
Y es que lo que está claro es que al volante, todos o por lo
menos una gran mayoría nos volvemos ogros. Personas sin paciencia ninguna y sin
ninguna educación, puesto que a la mas mínima, estamos insultando al de delante.
Si se cruza un peatón, también le regalamos algún que otro insulto. Si para un
coche un momento delante de nosotros y seguramente que sin llevar prisa, nos
molesta dicha parada y un: “Que hará el gilipollas este”, sale seguro de
nuestra boca. Si el de delante circula a menos velocidad que la nuestra, un: “vaya
huevos que usa el tío este” sale de nuestra boca. Si encima es una persona
mayor el que va conduciendo, a parte del insulto anterior, le regalamos un: “Como
coño no le quitaran el carnet a ese viejo, si no ve tres en un burro” o un: “Como
dejaran conducir a gente tan vieja”. Y soltamos dichos insultos como si ese
gesto fuera normal o incluso obligatorio a la hora de sacarte el carnet de
conducir, cuando lo normal y lógico es que nos enseñaran a comportarnos como
verdaderas personas y no como los ogros que somos una amplia mayoría. Porque no
me creo que ninguno de los que leáis esto, alguna vez en vuestras vidas, no hayáis
dicho por vuestras bocas la tan manida frase de: “Mujer tenía que ser”.
Reconocerlo, delante de un volante no somos personas, somos
ogros.
Mucho ánimo al matrimonio Iglesias, desde aquí les deseo una
pronta recuperación y que el peso de la ley, caiga sobre los culpables y se
haga justicia. Aunque esto será difícil que ocurra, como siempre…
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