Como bien recordareis algunos de los lectores, esta ruta ya
la realizó el grupo el día 21 de enero. Día en el que por desgracia no pude
estar, por tener que acudir al entierro de una tia mía.
Aquel día decidieron por mayoría en el grupo que dicha ruta había
que volver hacerla y eso fue lo que hicimos ayer.
A las siete y media salíamos de la plaza de Huertas, lugar
fijo de quedada. Por ser día de Comuniones en el pueblo, varios integrantes del
grupo no pudieron acompañarnos, así que siete miembros partíamos rumbo a Arroyomolinos.
Allí nos esperaba nuestra amiga Karin, la cual tenía menos kilómetros de camino
que nosotros.
Una vez colgadas las mochilas en las espaldas, iniciábamos la
marcha. Los que tuvieron la oportunidad de hacer dicha ruta anteriormente, nos
recordaban el frio que pasaron aquel día. Ayer sin embargo la temperatura era
otra, a pesar de que por lo menos variaban tres o cuatro grados más de
diferencia, de Huertas a Arroyomolinos. Bajo un ambiente fresquito empezamos a
caminar. Justo al principio de la ruta, mis compañeros recordaban como la
anterior vez no fueron capaces de encontrar la famosa piedra que existe en la
ruta, que con un peso de cuatro toneladas, se la puede mover con un solo dedo. Un
hombre que bajaba por el camino con un “zacho” al hombro, nos ha dado la
oportunidad de conocer dicha piedra, puesto que muy amablemente, nos ha
acompañado hasta el lugar. Sin duda alguna está claro que por muchas tecnologías
que existan, donde este el preguntar de toda la vida que se quite todo.
La anterior vez mis compañeros anduvieron cerca de
encontrarla, solo les separo una pared que hay que cruzar para dar con ella. La
piedra es impresionante y es cierto que misteriosamente, se mueve al tocarla.
Bien es cierto que hay que saber justamente en qué lugar de la piedra hay que
empujar. Como nuestro amigo Antonio nos lo ha dicho, hemos disfrutado como
niños moviendo dicha piedra.
Una vez que nos hemos despedido de Antonio, hemos seguido la
ruta por una calzada romana, que sorprendentemente, está en muy buen estado a día
de hoy. La ruta se la conoce como la ruta de los molinos, puesto que en su
recorrido es fácil que puedas ver más de treinta, todos ellos colocados estratégicamente
para aprovechar al máximo el agua del rio que baja por el valle. Muchos molinos
están restaurados, uno de ellos es propiedad de nuestro amigo Antonio, que nos
comentaba apenado, que cuando se restauraron todos los molinos, por culpa de la
política, muchos acabaron desbalijados. Si mandaban los del PP, la oposición mandaba
a gente para que los destrozaran y cuando era al revés lo mismo. Una pena que
siga existiendo esta cultura en pueblos extremeños, que me consta que no es el único
en el que sucede esto.
Por el valle íbamos ascendiendo una subida bastante cómoda,
interrumpida una y otra vez por molinos inmensos, construidos con piedras de canterías,
muchas conservadas intactas a pesar de los años que deben de llevar en dicho
lugar. Soñábamos mientras andábamos, con dicho lugar si cayera en otra ciudad o
en otro país, seguramente que estaría todo preparado y explotado para el
turismo. Es un lugar único que merece mucho la pena visitar. Además que la ruta
no es muy larga y se hace bastante bien.
Una vez coronado el último molino, una bonita cascada de
agua nos recibía para que nos refrescáramos un poco. Un agua bastante fría y
muy rica.
Desde allí nos dirigíamos al pueblo de Montánchez para
visitar su castillo, el cual da verdadera pena de comprobar su estado. Más aun
si eres de Trujillo y conoces el castillo de la ciudad. Comparas uno con otro y
se te cae el alma. Seguramente que cuando esté todo en el suelo, nuestros políticos
se echaran las culpas unos a otros y quien lo pagará será dicha construcción,
que debería de estar arreglada hace muchos años.
Allí en lo alto del castillo, nos hemos comido el bocadillo,
un lugar único para dicha maniobra. También hemos aprovechado para contemplar
las maravillosas vistas que desde allí se pueden ver. Una vez visitada la
capilla que existe en dicho castillo, nos hemos dispuesto a continuar el
regreso, que es todo cuesta abajo y con bastantes sombras, lo cual se agradecía
con el paso de las horas.
La ruta consta de varias fuentes en las cuales a día de ayer
todavía se podía beber, mas adelante no sé, si seguirán corriendo o por el
contrario se secaran.
Unos doce kilómetros después volvíamos a la plaza de
Arroyomolinos, lugar en donde teníamos aparcados los coches.
Vuelvo a decir que la ruta me sorprendió mucho. El valle es
precioso y en esta época es la estación más bonita para hacerla. Merece mucho
la pena, esperemos que en un futuro no muy lejano, los molinos vuelvan a estar
restaurados y la gente pueda hacer noche en ellos, siempre y cuando sepan
cuidar la naturaleza.
Buenas fotos una vez más, salvo que en la 4ª se os ha colado la de un político. ¿Es de la zona, o quizás está tomada en la puerta del Congreso?.
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