Seguramente que hace un año y poco atrás en el tiempo nos
hubieran dicho que un domingo cualquiera, íbamos a pasar un día estupendo en el
pueblo de Benquerencia, al que nos lo hubiera dicho, le hubiéramos llamado
loco. Más aun si encima nos hubiera dicho, que íbamos a tener una guía alemana
y encima dueña de un precioso camping, en el cual nos ha hecho sentirnos como
verdaderos huéspedes, por su caluroso recibimiento, además de su riquísima comida.
Así esta mañana a eso de las ocho, nos volvíamos a juntar un
domingo más en la plaza de Huertas, para disponernos a realizar una nueva ruta
senderista. La cual iba a transcurrir por tierras del municipio de
Benquerencia, localidad que debe de ser de las más pequeñas en densidad de
habitantes de toda Extremadura, puesto que solo cuenta con ochenta vecinos
censados. Allí nos esperaba nuestra amiga Karin, la cual muy gustosamente, había
preparado la ruta a conciencia, sabiendo muy bien los caminos que debíamos de
coger, además de aconsejarnos que ropa llevar.
Algo resfriado por estos cambios de temperatura y alguna
senderista también algo lesionada, nos disponíamos a emprender la marcha por
las primeras callejas, las cuales estaban abarrotadas de gran cantidad de
hierba, quizás más alta de lo habitual, seguramente por culpa de no haber
ganado que se la coma por la zona. Un peligro para este verano que sin duda
alguna va a ser de alto riesgo en incendios. Esperemos que entre todos sepamos
minimizar los riesgos.
Entre la hierba alta y el aguazo caído la noche anterior,
las zapatillas rápidamente se calaban y era incomodo andar con ellas mojadas,
pero no nos ha quedado otra, que seguir la ruta. Los ocho senderistas que la
hemos realizado, nos quedamos admirados con los colores que nos ofrecía nuestro
campo. Si en unas cercas era el color amarillo el que predominaba, en otras,
era el color violeta y más adelante el color blanco. Una preciosidad de la
naturaleza.
Siguiendo el arroyo Santa María alcanzábamos una presa
antigua, la cual perdía bastante agua por su desembocadura. Además que había síntomas
de que dicha charca, recibía vertidos ganaderos, por lo que el agua estaba
bastante turbia y olía más de la cuenta. Debajo de la misma, un molino antiguo
bastante bien conservado, servía a un puñado de murciélagos de dormitorio. Una
vez pasada dicha charca en la que también hemos podido ver tres garzas, nos
hemos encaminado por unas callejas bastante bien señaladas, aunque a nosotros
en esta ruta, no nos hacía falta GPS ninguno, gracias a nuestra guía alemana.
A eso de las diez y media buscábamos un lugar bueno para
degustar nuestro bocadillo habitual, el cual por ser vísperas de feria quesera,
abundaba dicho manjar más de la cuenta.
Una vez repuestos los estómagos y dispuestos a emprender la
marcha, la guía se daba cuenta de que había perdido sus gafas de sol. Así no
nos ha quedado otra que volver en su busca, aunque hemos de decir que no ha
habido suerte ninguna y no hemos logrado recuperarlas.
De vuelta sobre nuestros pasos nos topábamos con gente
conocida de Huertas, que en todos lados existe, así nos hemos alegrado de poder
saludarle y echar un rato con él.
Más adelante, Karin nos guiaba por un amplio cordel por el
que podíamos alcanzar algún kilometro después, la presa del Prado, de donde el
pueblo de Valdefuentes se abastece de agua para su consumo. Es un pantano
bastante grande en el que hemos podido apreciar los patos con sus crías, además
de ver desovar alguna que otra inmensa carpa en la orilla del mismo, todo un espectáculo
digno de ver.
Rodeando el pantano hemos alcanzado de nuevo nuestro punto
de partida, que no era otro que el camping de nuestra amiga. En el que hemos
podido degustar unas riquísimas cervezas frescas, que con el calor que hacía, apetecían
doblemente. Así mismo, hemos sido agraciados con unas pizzas caseras, cocinadas
en horno de leña, las cuales estaban para chuparse los dedos, como más de uno
ha hecho. Después de probar algún licor alemán, el final le hemos rematado con
dos tartas riquísimas, cocinadas también por nuestra amiga, la cual se ha
portado con nosotros como si nos conociéramos de toda la vida.
Dando una vuelta por su camping, el cual tiene el doble de
valor al saber que ella con sus propias manos ha decorado entero. Además de
haberle construido a medias con otra persona en su totalidad, toda una
verdadera obra de arte, la cual merece la pena de visitar. Y si te gusta la
naturaleza, no puedo nada más que recomendarte que le visites un fin de semana.
En el te perderás en mitad de un bosque de encinas en el que el único animal
raro que vive es el hombre.
Gracias Karin y espero que esta amistad que tenemos, no se
pierda nunca.
Para haber sido aconsejados en cuanto a lo de la ropa a llevar, el de la "zurigorri", lo ha clavado.
ResponderEliminarUn saludo, crack.