domingo, 4 de noviembre de 2012

Capitulo 384: Una tarde de otoño.






Domingo para más señas, miro por mi ventana y puedo ver moverse la copa de aquel pino que sembré hace mas de seis o siete año, ya ni lo recuerdo exactamente. Hace aire, no mucho. Las gotas del agua caída resbalan por sus ramas y a la luz de las farolas de la calle, que acaban de encender ahora mismo, brillan como si fueran estrellas.

Los rosales también se menean al son del aire y las pocas rosas que quedan en ellos, están de capa caída, el agua en exceso les ha venido mal. Sin embargo los capullos abundan en todos los rosales, el agua les anima a hacerse rosas.

Ni un alma pasa por la calle, este tiempo ánima a la gente a quedarse en casa, unos sentados al brasero viendo la televisiòn, otros leyendo algún libro, algunos otros con el ordenador a cuesta. Los estudiantes dan un último repaso a sus apuntes, antes de afrontar otra dura semana de exámenes, mientras, preparan la maleta para volver a la ciudad universitaria. Sus madres les preparan de todo lo que les puede hacer falta y algo mas, algunas se creen que van para tres meses.

La noche se ha comido lo poco que quedaba del día y ahora ya sí que da pereza hasta de salir a tirar la basura. No me puedo imaginar estas noches tan largas en aquellos chozos donde nuestros antepasados, criaron a nuestros abuelos y padres. Eso si que tiene merito.

A lo lejos oigo ladrar a un perro, que raro, los días de caza vienen tullidos y sin ganas de ladrar.
Me apetece escuchar música, me relaja y me ayuda a escribir, aunque pueda parecer lo contrario, busco algún disco de Extremoduro y lo pongo, no hace falta escucharlo muy alto.

Ahora sí, esto es otra cosa. El aire sigue soplando, ahora con más fuerza, puesto que el pino se mueve más que antes y cuando todo era tranquilidad, el timbre me asusta. Son los peques, que vienen de casa de su primo. Bueno, ya se acabo la tranquilidad en la casa. Ahora me apetece poner más alta la música y dar por finalizado el artículo.

 Y es que todo esto puede pasar, cualquier tarde de otoño, aunque ustedes no lo crean.


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