Al fin
y al cabo, la vida se compone de números y letras. Unos números los recuerdas
mejor que otros, sobre todo si esos números los relacionas con el maldito
dinero. Las letras, esas son más difíciles de recordar.
Siempre acabo pensando cuando escribo de algo
relacionado con el dinero, en aquella mujer analfabeta que no sabía leer ni
escribir, pero que manejaba el dinero que no había Dios que la engañara.
Nosotros que lo sabíamos, intentábamos por todos los medios hacerla caer en el
engaño, pero nunca fuimos capaces. A la que se veía ella que podía ser
engañada, se levantaba cabreada y rompía el trato. A pesar de ser analfabeta,
la vida no le fue mal del todo, cuantas mujeres con muchos más estudios se
perdieron por el camino, cayendo en vicios que eran más propensos para gente
inculta, antes que para gente preparada para la vida.
Una de
las cifras de números que más recuerdo y que estoy seguro que me iré de este
mundo con ella en la cabeza, fue la letra de mi primer coche que me compré y
del que no me ha gustado casi nunca escribir.
Quizás porque a día de hoy
todavía siento vergüenza de como acabó dicho coche. O mejor dicho, como acabé
yo con el. Eran otros años. Años de juventud divino tesoro. Años de tener menos
sesos que un colibrí. Años de bonanza y de trabajo, mucho trabajo que ahora por
desgracia no existe.
No
recuerdo bien el precio final de dicho coche. Cada mes yo ingresaba en la caja
de ahorros, la cifra de treinta y siete mil doscientas treinta y siete pesetas.
Así durante cinco años. El que quiera hacer números que multiplique y sabrá el
precio final de aquel coche, yo no tengo ganas de acordarme más de el.
Su
nombre fue seat Ibiza y su color, azul báltico. Un coche precioso por aquellos
años y del que yo estaba orgulloso. Con poco más de veinte años, estrenar coche
no le pasaba a cualquiera. Eso sí, después de estar currando desde los catorce,
podía embarcarme en aquella aventura de comprarme el coche.
La mezcla explosiva de juventud, alcohol y
coche hizo una noche acto de presencia y en forma de árbol se me cruzó en la
avenida, dirección a Huertas de Ánimas.
Allí empezó un verdadero calvario para mí. Por suerte no hubo que lamentar
daños personales. El único ocupante era yo y salí por mi propio pie,
maldiciéndome a mí mismo por lo que acababa de hacer. Al principio casi no te
lo crees, pero con el paso de los meses y luego los años, te das cuenta de
aquella cagada que cometí aquel sábado de fiesta. Lo que recuerdo con más
dolor, fue la cara de mis padres, puesto que por susabiduría, sabían
perfectamente lo que costaba tener algo en esta vida, y yo de un plumazo, había
destrozado aquello por lo que tanto
tiempo había luchado.
Los
días siguieron pasando, luego los meses y los recibos con aquella cifra de
treinta y siete mil doscientas treinta y siete pesetas, también seguían
llegando. Lo único que ya no estaba era aquel coche, el cual, solo me dio
tiempo a disfrutarle catorce meses.
Aquello
me sirvió de escarmiento, y desde aquel día, supe valorar mucho mas todo lo que
me iba comprando.
*
Hoy en
día hay otra cifra que ronda mi cabeza y no se separa de mí. Cuatrocientos
veintiséis euros. Eso es lo que tenemos ahora para vivir. Bueno, eso y mis
padres y suegros que por suerte están ahí detrás. Esta cifra seguramente que
dentro de veinte años, la recordaré lo mismo que aquella letra de aquel coche
que tuve en mis manos tan poco tiempo.
Para no
caer en la desgana y conformismo que muchos paisanos han sobre pasado ya. Intento
que ese dinero que me dan, le sea rentable al gobierno y en mis paseos diarios,
voy recogiendo toda la basura que me voy encontrando. Plásticos, cristales,
cartuchos, cuerdas… todo lo que creo que no le sienta bien al campo. De esta
manera me siento a gusto conmigo mismo aunque a mucha gente le suene raro y me
tache de idiota cuando me ven con la bolsa llena de basura por mitad de
cualquier calleja o cordel. Me da igual lo que digan, yo me siento útil de esta
manera y por supuesto que no seré uno más de esos conformistas que ya hacen
números con esos cuatrocientos y pico de euros, nada más cobrarlos.
Solo
espero que dentro de veinte años este acordándome de esta cifra de modo irónico
y pasajero y vuelva todo a un cierto orden. Porque nosotros somos gente trabajadora
y no sabemos hacer otra cosa que no sea esa. Aunque es verdad que cada día nos
ponen alguna trampa nueva y nos hacen caernos. Espero no cansarme nunca de
levantarme, aunque haya días que quieras y solo desees tirar la toalla.
joder Marcos , genial
ResponderEliminarContestar a cada cosa que escribes, se me va haciendo además de habitual, ya casi algo necesario. Hoy nos obsequias con otra doble lección. Gracias por todo, Marcos. Ni me canso de leerte, ni me caben ya dudas a estas alturas, del tipo de persona que eres ni de los valores que tienes.
ResponderEliminarLamentable y vergonzoso que no estén ni con mucho a tu altura los responsables de la situación que os están haciendo pasar a millones de ciudadanos.
Aunque ya ves cómo están las cosas, espero y deseo sinceramente que todo se vaya solucionando, en especial por gente como tú, que no os merecéis este "castigo".
Todo mi ánimo y tal cual dices, levántate sin dudarlo cada vez que te pongan una zancadilla, y que nunca entre en tu diccionario la palabra rendición.
Aunque no sé si ya la conoces o si tiene mucho sentido el hacerlo aquí, enlazo a una canción que me parece una pasada.
http://www.youtube.com/watch?v=K2k1w9cqSNU
Un cordial saludo.