Hacia algunos años que se peleaba con ellas, entre
tintes y tintes las lograba camuflar como buena mente podía, para ella no había
llegado el momento de enseñarlas todavía. Tras una vida dedicada por completo a
su familia había llegado la hora de poder descansar como se merecía. A su
marido le había llegado la hora de la ansiada jubilación. Una vida dedicada
enteramente a su trabajo para que a su familia no le faltara el pan. Muchas
veces había renegado de su mala suerte al comprobar que muchos quintos suyos,
hacia años que se habían jubilado. Su situación laboral no le había permitido
hacerlo antes. Con todo eso, la pensión que le quedaba era ridícula, pero con
los sesenta y cinco años recién cumplidos, mas dos meses que el estado le había
mandado hacer mas, (como si fueran pocos los años que llevaba trabajando) ya le
parecían suficientes como para tomarse la jubilación.
Habían sido tan felices en su pueblo junto a sus
hijos y ahora nietos, que jamás se habían planteado el viajar fuera de él. Sus
hijos les animaban a que lo hicieran, pero ellos preferían quedarse al cargo de
sus nietos para que sus hijos no perdieran su trabajo.
Ernesto, que así se llamaba el hombre, tenia bien
planeado lo que iba a hacer a partir de ese día. Lo primero una comida para
toda la familia, no tenían muchos ahorros pero lo quería invertir en algo que a
él le enorgullecía. Después de eso había visto una cerca que arrendaban donde
tenia previsto echar unas gallinas y quizás con el tiempo, alguna oveja o cabra,
ya vería lo que le rendiría mas. Tenia previsto disfrutar todo lo que pudiera
de su tiempo libre, para eso había estado trabajando desde los diez años hasta
ahora. Siempre pensó en tomarse los vinos antes de comer con sus amigos de toda
la vida, en el club del pensionista de donde ahora era socio. La verdad que con
poca cosa era feliz.
Mirian su mujer, miraba a su marido con ojos de
felicidad, sabia que su vida había estado dedicada siempre a trabajar, jamás le
oyó quejarse nunca de que era mucho trabajo el que tenia siempre y pocos días de
descanso, aquel trabajo de pastor en aquel campo no le había dejado tiempo para
mucho mas. Ahora disfrutaba al ver a su marido emplear su tiempo libre en cosas
que a él le gustaba hacer.
Aquel día de aquella rutinaria revisión con sus
correspondientes análisis puso cerco al disfrute que tenían planeado, a Mirian
le habían diagnosticado un tumor en un pecho, cosa que lejos de amilanarla, la
hizo ser más fuerte de lo que ya era. Ernesto sin embargo se agobió mucho, a
pesar de ser un hombre grande y corpulento, era muy cobarde ante este tipo de
situaciones, su mujer para él era algo más que su mano derecha, era su vida, su
camino, sus piernas, lo era todo. Desde los trece años que empezaron a “tontear”
habían estado siempre juntos y no imaginaba una vida sin Mirian a su lado.
Lentamente entre toda la familia lograron ayudarla a
salir de aquel aviso que la vida le había dado, durante aquellos meses todos
estuvieron muy unidos, aunque siempre podían presumir de haber sido una familia
muy unida.
Ernesto tenía por entonces mucho tiempo para pensar,
fueron muchas noches en vela las cuales la cabeza iba haciendo un recorrido por
todo lo que había sido su vida. El nacimiento de sus hijos, el nacimiento de sus
nietos, las bodas, bautizos, alguna que otra enfermedad de algún familiar, lo
normal en cualquier familia. Lo que le enseñó aquella situación fue a
plantearse lo que cualquier día podía pasar, lo que siempre había dicho, que si
tenia que irse alguien antes, que fuera el, no imaginaba una vida sin su mujer.
Después de casi cinco años de enfermedad, su mujer
esta totalmente curada y él ha aprendido una lección muy importante en esta
vida, a partir de x años, no se pueden hacer planes en la vida, mejor es ir sobre la marcha y aprovechar
cada momento de vida, cada pequeña alegría que te lleves hacerla grande y cada
momento familiar aprovecharle a tope.
Mirian hoy presume de canas, prefiere eso que no
tener nada, por desgracia lo pudo comprobar varias veces……
No hay comentarios:
Publicar un comentario