Me embauqué
en aquel viaje, total, ¿qué otra cosa podía hacer? Harto de buscar trabajo por
todos sitios y siempre la misma respuesta, “Lo siento, de momento no nos hace
falta nadie”, esa era la frase más repetida en cada lugar donde entregaba el currículum.
En el sitio donde dabas con alguna persona un poco más amena, te hacías alguna ilusión
siempre en balde, creo que es mejor no dar falsas expectativas, en situaciones
tan sangrantes y de tanta necesidad, una persona se fía de cualquiera y luego
el daño es mayor, prefiero a los que vienen de frente y te dicen, “Aquí me
quedo el currículum, pero no te prometo nada”.
Buscaron a
cincuenta personas, daba igual que no tuvieras estudios, cosa rara por otro
lado, puesto que ahora para tapar un portillo tienes que haber estudiado física
cuántica, el saber poner una piedra encima de otra sin que se te caigan, lleva
un largo proceso de estudios. Son tres carreras de más de cinco años cada una, así
cuando te licencias en todas y vas a poner la primera piedra te queda un año
para jubilarte.
Nos subieron
a un camión a los cincuenta elegidos, nos dijeron que no hacía falta “echar
merienda”, que comíamos allí, aunque alguno iba con su bocata envuelto en papel
“albal” y su botella de agua congelada. Regla número uno, no te quedes atrás nunca
la botella de agua congelada, vayas a currar a casa de la vecina o a Marte.
Fue un viaje
largo en aquel camión, aunque la verdad se iba cómodo. Los capataces iban
trazando líneas y pintando puertas en aquellos planos tan raros. Lo llevaban
todo planeado, no se les quedó nada atrás. El camión iba a tope de herramienta,
palas, picos, reglas, andamios, de todo lo que pidieras para currar. Al llegar
a una explanada larga y ancha nos estaba esperando una especie de avión. Hemos
hecho el trasbordo de todo lo que llevábamos en el camión a la nave y nos han
mandado montarnos. Dentro, al que se marea algo le han dado una pastilla y una
bolsa, se rumorea que mañana no los volverán a llamar; no interesan a los
capataces estas pérdidas de tiempo. Espero que yo no me maree, sino estaremos
otra vez en la cola del paro.
Después de
un par de horas hemos tomado tierra, no veas la cantidad de gente que hay aquí ya,
todos trabajando, unos construyendo carreteras, otros construyendo hoteles y
restaurantes, ya hay uno acabado que es donde come el personal.
Según hemos
bajado toda la herramienta, otro grupo que había esperando en fila, han ocupado
nuestros asientos en el avión y se han marchado a casa. Nuestro trabajo es
hacer paredes de piedra para dividir los terrenos, terrenos que previamente se
han ido repartiendo los señores del puro. Al fondo se puede ver otra construcción
que pone Banco de Crédito, le han acabado a la misma par que el restaurante,
debe ser importante tener un edificio como ese. No se ve a ningún nativo de por
aquí, en los ratos que paramos a comer, se oyen multitud de historietas. Hoy
contaba un albañil que cavando en un terreno próximo, salió un tío raro que
moviendo las manos muy deprisa, hablaba en voz alta como si estuviera enfadado.
Las órdenes estaban claras, tío que salga de esos, tío que hay que acabar con él.
Venimos de familias de conquistadores, no tendremos problemas para hacernos con
la situación. Qué raro que se enfaden los nativos, si solo los vamos a quitar
su tierra, la que nos haga falta. Una vez que hayamos explotado todo lo de por aquí
y los señores se hayan aburrido de venir a este lugar, se lo volveremos a
dejar, eso sí, no como estaba, si no como queramos nosotros, que para eso somos
los que mandamos en el mundo.
El caso que
por lo menos para pasar estos años de crisis, hemos encontrado trabajo, que es
cierto que cae un poco lejos, pero al fin y al cabo estamos trabajando. Y quien
sabe si luego no nos podremos recolocar en algún edificio de estos, en algún campo
de golf, en algún casino, o donde hagamos falta. ¡Qué bueno que descubrimos
este planeta, que falta nos hacia!.....
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