No es de buen gusto el ir al entierro de nadie y
mucho menos un lunes. Pero hoy tuvimos que despedir a nuestro vecino y amigo
Quini, el cual nos abandonaba en el día de ayer, después de complicársele la operación
a la cual había sido sometido.
Quini fue siempre uno de los tíos más currantes que
he llegado a conocer. Sobre todo alrededor del mundo del ganado. Daba igual que
fueran vacas, ovejas o cabras. Cuando le llamaban allí estaba Quini el primero,
casi siempre abusando de el en el aspecto económico. Nunca le oí protestar ante
tal hecho y si, me contaba con gran expectación, lo que había hecho cada vez
que le habían llamado de cualquier finca para apartar vacas, para herrarlas,
para cambiarlas de finca, incluso para subirlas a la sierra. Viendo su rostro
cuando te contaba esas peripecias, podías comprobar como disfrutaba.
En nuestra niñez Quini tuvo mucho que ver, dado que
estaba trabajando en el cebadero que existe al lado del campo de las nieves. Allí
después de salir de clase, teníamos costumbre de visitarle y más de un día y de
dos, nos dejaba montar al primero de los caballos que allí tuviera. Jamás nos
llegó a decir que no, al contrario, se ponía muy contento al escuchar nuestras
voces llamándole. Nada más vernos, nos decía con la boca chica que no tenía ningún
caballo allí y que su jefe iba a venir, de ese modo, se ahorraba el ensillar a
la bestia. Al ver nuestras caras tristes por tales palabras, se apenaba de sus
palabras y acto seguido nos conducía por aquellos pasillos hasta el lugar donde
guardaban las sillas de montar.
Aun recuerdo su figura montado en aquellos caballos,
como corría a las vacas para juntarlas o para recogerlas. Nosotros nos quedábamos
asombrados ante tales demostraciones, puesto que el jamás se las había dado
nunca de ser un buen jinete, pero quien le ha conocido siempre sabe que eso no
es verdad y tíos valientes como Quini en el mundo de las vacas, había pocos.
Nunca tuvo problemas con nadie y si en esta vida fue
malo con alguien, fue con el mismo al no cuidar su salud.
Como vecino siempre tuvo buenos gestos para con mi
familia, aquellas amistades que se tenían antiguamente con los vecinos y que
hoy en día van desapareciendo. Las llamadas por teléfono eran siempre a mi
casa, al no poseer teléfono ellos, daba igual, han sido muchos los días en que
me tocaba ir a su casa y llamar a él, o a su padre, Juan.
Ya estará con los dos, Juan e Isabel, grandes
personas que dejaron huella en el corazón de su familia y en el de muchos
Huerteños y más personas de toda la comarca.
Es bonito el saber que cuando te mueras, vas a tener
a toda tu familia alrededor, la cual en ningún momento le abandonó y siempre
estuvo a su lado. Sobrinos, hermanos, tíos y primos, además de cuñados. Todos
juntos dándole el último adiós y llorando su pérdida. Cincuenta y cinco años
son muy pocos para irse de este mundo casi sin despedirse de nadie.
Yo desde aquí, quiero dar mi pésame a toda su
familia que siempre me han demostrado cariño y amistad. A sus hermanas,
compañeras de grupo de andar sobre todo, porque sé que lo están pasando mal, mucho
ánimo y quedaros con lo bueno de él, que era mucho. Ver la cantidad de gente
que hoy le hemos despedido quiere decir algo. Siempre estará en nuestro
recuerdo que, a día de hoy, es lo mas bonito que te puede pasar cuando te
mueras, que siempre te recuerden tus familiares y amigos.
Hasta siempre Quini, descansa en paz.
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