Erase una vez un grupo de amigos a los cuales les encantaba
andar, y sobre todo disfrutar de la naturaleza. Cada domingo que les era
posible, se juntaban y organizaban alguna ruta para conocer mejor su entorno y así,
poder ofrecérsele a más gente, que quizás por tener poca información, desconocían
muchos parajes de los cuales estamos rodeados.
Un domingo como el de hoy, decidieron juntarse en la plaza
del pueblo a las nueve de la mañana, de esta manera esperaban que más vecinos
les acompañaran en su recorrido. Por suerte así ha ocurrido y algún miembro
nuevo se ha unido al grupo, el cual está deseoso de ser cada día más numeroso,
puesto que de esta manera, los domingos son más amenos para todos.
Cuando al grupo se une algún pequeño, es doble motivo de alegría,
puesto que sabes que cuidando la cantera, nuestros parajes serán siempre
visitados y a la vez cuidados.
Una vez iniciado el camino, quizás con más ropa de la
habitual por parte de algún miembro del grupo, hemos podido disfrutar del manto
blanco que una vez más cubría todo el campo. Alguno con sus botas nuevas, iba
vacilando a los que llevaban los pies mojados, hoy era un día para haber ido en
botas de goma si hubiéramos querido, dado el estado de las callejas por donde
ha transcurrido la ruta.
Hacer esta misma ruta en verano y hacerla hoy, es totalmente
lo contrario. De encontrarte el canalizo con poca agua, a verle como estaba hoy
es todo un lujo. Poder escuchar el agua correr por entre esos dos canchos míticos,
que año tras año siguen aguantando el agua pasar, no tiene precio. La calleja
que te lleva a la charca de Casillas, está en estos momentos rebosante de agua.
Por donde quiera que pasas ves algún regato correr y a pesar de haber las típicas
“pisaeras”, es muy difícil que no te acabes mojando los pies.
Entre risas e historias que normalmente nos vamos contando
unos a otros todos los domingos, hemos alcanzado la calleja de Casillas, la
cual me ha alegrado ver como estaba de nuevo libre de cancillas que algún espabilado,
este verano, tuvo a bien de poner. Parece que nuestras quejas alguna vez surten
efecto y así, viendo el resultado, nos anima a seguir luchando contra estos
atropellos que domingo a domingo nos seguimos encontrando por donde quiera que
vamos.
Alcanzar la charca y poder verla como esta de agua en estos
momentos, es todo un lujo. Aunque me vienen tantas cosas a la cabeza que se podrían
hacer en dicho entorno, que según vas andando por la orilla te vas poniendo de
peor humor. Ya lo comentamos más de una vez en este blog, que ese lugar es un
paraje, que se podría explotar de muchas y diferentes maneras. Pero es llegar allí
y ver como la compuerta de la charca sigue perdiendo agua. Los molinos están en
el suelo y totalmente destrozados. La canaleta por la cual iba el agua de la
charca a los tres molinos está destruida
y quizás me atrevería a decir, que han expoliado ya alguna de dichas piedras.
En definitiva, que seguimos perdiendo patrimonio por culpa de unos dueños
irresponsables que hace años que no se gastan un euro en arreglar dicho lugar.
Que por otro lado seguramente que alguna que otra subvención, les tocaría para
arreglarlo.
Con la cantidad de ideas que les surgen a todos los miembros
del grupo cuando llegamos a dicha charca. Unos la prepararían para el baño.
Otros restaurarían los molinos e incluso les haría otra vez funcionar. Algún
que otro miembro opina que volvería a sembrar dicho terreno dado que de agua está
bien la cosa. El caso que son ideas nada descabelladas que serian mano de obra haciéndolo
de la manera que fuera.
Una vez comido el bocata de rigor, que hay que decir que
cada vez es más abundante, incluso degustando dulces de la época, entre
turrones y algún bombón, seguimos caminando de regreso al pueblo. Con la misión
de saber que un año más hemos vuelto a la charca donde muchos aprendieron a
nadar. Donde otros se dieron buenos baños. Donde algún otro estuvo a punto de
perder algún diente. En definitiva, recordar nuestra infancia y contarles a los
más pequeños lo que allí solíamos hacer y cuando íbamos a bañarnos en plena
siesta, para no ser descubiertos por nuestros mayores.
El regreso ha sido igual de agradable que la ida, puesto que
la ruta de hoy era más suave que las
ultimas andadas y porque las risas están siempre aseguradas.
Con la mochila llena de fotos y los pies llenos de agua,
hemos llegado al pueblo donde nos hemos despedido hasta el domingo que viene,
el cual y si el tiempo no lo impide, haremos otra ruta nueva y preciosa
alrededor del rio Magasca. Ya lo sabéis todos, el domingo a las ocho en la
plaza, con el bocata en la mochila, las botas en los pies y la sonrisa en la
boca.
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