Estos días
atrás escuchaba una conversación de varias personas, las cuales por causa del
destino, lo estaban pasando mal. Es mas, algunas de esas mismas personas,
estaban siendo ayudadas por alguna organización que les había entregado ya
varios paquetes de comida y lo próximo que recibirían seria algo de ropa.
Esas
mismas personas que allí hablaban, hacia como cosa de un año que estaban así,
en aquella situación. Antes, eran personas normales, currantes de cobrar y
pagar religiosamente y ahorrar poco o nada. Que iban a ahorrar si con los
sueldos que tenían llegaban de milagro al fin de mes.
De la noche a la mañana
se habían visto sin trabajo. Primero un miembro de la familia. Más adelante, el
otro miembro y el dinero con el que vivan dejó de entrar en las mismas
cantidades con las que ellos se habían acostumbrado a vivir.
¿Por
encima de mis posibilidades? Le decía uno a otro de los contertulios. Trabajar
mas horas de las que por contrato me pagaban. Coger ni la mitad de días de
vacaciones que me pertenecían, y tener que sacar un préstamo para poder optar a
una casa de 90 metros cuadrados, la cual acabaré de pagar cuando cumpla sesenta
y cinco años, si antes no se la queda el banco. Eso es lo que he vivido por
encima de mis posibilidades, acababa diciendo aquel contertulio. Los demás asentían
todos con la cabeza, dándole la razón a sus palabras.
Otra de
aquellas personas allí reunidas comenzaba a hablar tomando la palabra. Solo
deseo que esto se de la vuelta como una tortilla que se cocina a fuego lento en
una sartén. Ante esas palabras, lejos de haber disconformidad en aquella reunión.
Todos los allí presentes asombrosamente asintieron con sus cabezas como lo habían
hecho antes con las palabras del anterior contertulio. Era curioso como aquel
grupo, lejos de sentir pena por ellos mismos, deseaban ver a más gente en su
misma situación, como si eso les aliviara a ellos su mal.
Otra de aquellas personas pedía la palabra sin
levantar la mano, solo le bastó decir la palabra mágica “ojala” antes de que el
anterior contertulio acabara de hablar.
Me encantaría
poder ver a todos los que ahora se las dan de ricos, pasándolas igual de putas
que nosotros. Arrastrándose hasta las puertas de los bancos a decirles que este
mes no les puedo pagar. Llegar a la puerta de Cáritas y suplicar que les den
algo de comida para sus hijos, que tienen la despensa con más telarañas que la
casa de Drácula, incluso tener que pedir algo de ropa para pasar el duro
invierno que nos espera. Salir al campo a buscar comida, evitando por supuesto
a los temibles inspectores, que ayudados por los típicos alcahuetes (los mismos
que se hicieron de oro defraudando todo lo que pudieron y mas), buscan a
personas nobles que lejos de engañar a nadie, y ni mucho menos defraudar,
intentan que a sus familias no les falte de comer. Arrodillarse ante los políticos
de la ciudad para pedirles trabajo de lo que sea y cobrando lo que ellos
quieran. Como les ocurría a nuestros abuelos por aquellos años. Verse
totalmente excluidos de esta sociedad capitalista, en la que si no posees
dinero para por lo menos estar al corriente de pago, eres escoria, que de buen
gusto, ellos, harían desaparecer.
El ultimo
de los allí presentes, en el cual he de decir que tenia mis esperanzas puestas
en que rebatiera a sus compañeros de tertulia, tomó la palabra. Para mi desesperación
y lejos de hacerme feliz, siguió pensando como todos los allí presentes.
A mi me
encantaría además de verles así como estamos nosotros, verles arrodillarse
delante de mi y pedirme perdón, por todo lo que se han alegrado de verme caer,
hasta donde esta sociedad me ha empujado. Luego quiero que me pidan algún favor
y mientras se secan las lagrimas allí arrodillados, contestarles igual que
ellos a mi: “Lo siento mucho, no puedo hacer nada por ti”. Y a continuación,
pasar por encima de ellos mientras me retiro de su vista.
He de
confesar que según acabó este contertulio me sentí mal, muy mal. Sobre todo al
pensar que con alguna de aquellas frases, estaba de acuerdo. Yo no quería antes
de escuchar aquella conversación, pensar como aquellos señores. Pero una vez
escuchado todos los argumentos y ver con la cara que lo decían, no podía dejar
de sentirme identificado.
Cuando
me retiraba de aquel lugar, pensando todavía en aquella conversación
presenciada por mí, renegaba de mi raza y de mi razón de ser y me preguntaba:
¿Somos felices odiando a los demás o por el contrario somos participes de los
buenos resultados de los que nos rodean?
Antes
de escuchar aquello lo tenia claro, ahora, déjenme dudar de mis sentimientos….
Y todo
por este mundo que hemos creado entre todos y no, búsquense otra frase, porque
la de vivir por encima de nuestras posibilidades, esta muy manida ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario