viernes, 21 de septiembre de 2012

Capitulo 360: Cuando escriba esa carta.






Parafraseando el titulo de ayer llega el articulo de hoy, encima es totalmente verídico con lo cual es mas fácil de escribir. No lo he leído en ningún libro, ni lo he visto en ninguna cadena de televisión. Por suerte lo tengo más cercano y como tal y orgulloso de él, le dedico este artículo que en realidad es suyo y nada más que suyo.

Llevaba varios días preguntando cuanto tiempo quedaba para que llegaran los reyes magos, se me hacia muy raro que solamente preguntara eso un día tras otro, hasta ahora no era un niño que se preocupara mucho por los juguetes ni nada por el estilo, él con cualquier cosa se conforma, eso si, como niño que es pues no hace ascos a nada.

Sin apenas prestarle atención quizás en parte por haber cosas mas importantes en la familia que digerir, él seguía a lo suyo. Preguntaba a las abuelas, preguntaba a los compañeros de clase, incluso a su maestra y todos le decían lo mismo, “queda mucho todavía”. A él le molestaban esas respuestas, lo único que no tenia era tiempo, todo esto se lo fabricaba el solo en su cerebro mientras la gente mayor le trataba tan solo como lo que en realidad es, un niño.

Un día le preguntó a su padre de nuevo cuanto quedaba para los reyes, su padre ese día más calmado le prestó más atención y le hizo contar entre los dos, los días exactos que faltaban para tal fecha. Después de acabar aquella eterna cuenta, al niño se le borró la sonrisa de la boca, esa cara que siempre disponía de una sonrisa pegada en ella en ese momento se diluyó. El padre como cosa natural se quedó un poco asustado con la reacción de aquel niño, no entendía las prisas que tenia este año porque llegaran los reyes magos y pensó que preguntándole tranquilamente el motivo, este se lo diría. Nada mas lejos de la realidad, aquel niño no soltó ni prenda por aquella boca, se limito a cruzar los brazos en claro signo de enfado con aquel calendario que contaba muy despacio los días.

En el colegio mientras sus amigos jugaban a los juegos tradicionales, el niño seguía pensando en los días que quedaban. Hacia tiempo que ya había aprendido a leer algo, quizás más de lo que le pertenece a sus años y eso le ayudaba a fijarse en más cosas que los demás niños. Un día descubrió un calendario encima de la mesa de su maestra, a partir de entonces empezó a descontar los días que quedaban hasta aquel día tan señalado por el. Nadie sabia nada, solo él era el único que todos los días al salir al recreo tachaba un día mas en aquel calendario, su cara era toda felicidad al hacerlo, pero aquella sonrisa desaparecía al contar todos los días que le quedaban todavía por tachar.

El otro día al ver venir a su abuelo del médico aquel niño se asustó, no le había visto nunca con ningún signo de estar hospitalizado, una simple venda en una mano le bastó para asustarse. No quería ni siquiera arrimarse a él, no quería verle con eso puesto. Su abuelo le llamaba encarecidamente para que su nieto se acercara, pero este no daba su brazo a torcer.

Al día siguiente acobardado por lo presenciado la tarde antes, se dispuso delante de aquel calendario a tachar todos los días que quedaban, él creía que haciendo eso acortaría el tiempo como el que recorta un papel, veía que el tiempo se le acababa y no se le ocurría nada mejor. Pero al llegar a casa volvió a preguntar los días que quedaban y para su desgracia todavía le dijeron que quedaban muchos días. Ya no aguantó mas las ganas de decirles a sus padres lo que le iba a pedir a los reyes este año, a lo mejor de esa manera, le adelantaban a el solo su regalo. Así que mientras comían todos en casa, aquel niño tomó la palabra y como si de una persona mayor se tratara dijo en voz alta a sus padres:
Papá, este año solo les voy a pedir a los reyes que se ponga bueno mi abuelo. Al acabar aquella frase y mientras sus padres se quedaban sin palabras, el continuó comiendo como si tal cosa.

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