Siguiendo
con mis clases para políticos en prácticas, llegamos a otra parada en la cual también
se pueden obtener algún que otro puesto de trabajo, siempre y cuando se hagan
bien las cosas, claro está.
Somos muchos
los que nos gusta andar por todo nuestro territorio y quizás, no es por
presumir, somos los que mejor conocemos todo lo que nos rodea y también, todo
lo que día tras día vamos borrando de nuestras vidas. Y es que es una verdadera
lástima ir perdiendo parte de nuestro pasado, las Zahúrdas que construyeron
nuestros mayores, los chozos donde Vivian, las pilas de cantería que con
paciencia más de uno hacia para dar de comer y beber al ganado, etc.
Estoy harto
de fotografiar por donde quiera que voy alguna casa antigua a la cual solo le
quedan las cuatro paredes, en algunos casos, ni eso. Casas de campo totalmente
abandonadas y que se ven abogadas a la más triste de sus condenas, es decir, el
derrumbe total.
Pensando en cómo
sacarlas provecho antes de que desaparezcan totalmente me ronda en la cabeza
hace varios meses alguna que otra idea. Todo comenzó un día en uno de mis
paseos en el cual me crucé con dos turistas forasteros que iban en bicicleta.
Estos iban totalmente a la aventura, llevaban los sacos de dormir en el porta
equipaje de las bicicletas, algo de comida y poco más. Según pasaron al lado mío
uno de ellos se paró a saludarme, o eso creo yo, porque de ingles ni puta idea.
Malamente le entendí a la vez que señalaba una casa que había en mitad de una
cerca, totalmente abandonada y con la mitad del tejado en el suelo. Quise
entender que me preguntaba si vivía alguien en ella o si conocía a los dueños,
yo como pude le expliqué que aquello estaba abandonado y que no sabía de quien
era. (Maldita la hora que no estudié yo ingles, grrrrr)
Nos dirigimos
los tres hacia la misma y una vez dentro pudimos comprobar el mal estado en el
que se encontraba, ellos al contrario, parecían encantados con aquel
descubrimiento. Tenía en pie los restos de una chimenea en la cual no parecía que
hacía mucho habían hecho fuego. Ya los iba medio entendiendo algo, entre el
frio que hacia aquel día y que pronto se haría de noche, estaba claro que lo
que querían era pasar allí la noche. Los ayude a acarrear un poco de leña y
escobas para encender y los dejé allí antes de que a mí también se me hiciera
de noche.
A los pocos días
volví a pasar por allí y me acorde de los forasteros. Por curiosidad me asomé a
ver como habían dejado aquello donde pasaron la noche y como estaba claro, no había
restos ninguno de humanidad, como si nadie hubiera estado allí hace muchos
años, casi igual que nosotros, nos dejan allí un par de días y los alrededores
los quedamos como si hubiera pasado el séptimo de caballería.
Esto me llevó
a comerme la cabeza y pensar en hablar con dueños de las fincas o cercas donde
haya alguna casa caída o abandonada, el trato sería el siguiente, yo te arreglo
la casa y me quedo con sus derechos por ejemplo tres años. Una vez pasado ese
plazo se negociaría el contrato. Por supuesto que el pago seria el arreglo de
la casa.
En Trujillo tendría la oficina en la cual tendría
a disposición bicicletas y los planos donde están las casas situadas. Allí vendrían
los turistas que se quieran perder en mitad de un campo un fin de semana o una
semana, o un día… lo que quieran.
Las casas dispondrían
tan solo de una chimenea con su correspondiente leña, para que por si llueve,
no tengan problemas los visitantes en poder encender una buena lumbre. No tendríamos
más comodidades, se trata de volver a revivir como se vivía en el pasado e
intentar estar al margen de la civilización. Los visitantes solos en mitad de
la naturaleza, sin contaminar nada, tan solo las bicicletas para moverse por el
campo.
Se podría empezar
con tres o cuatro casas de momento, es costoso arreglar más de esas. Anunciarlo
bien por todo el mundo, sobre todo en países como Alemania, Holanda y toda esa
zona, ese tipo de turismo gusta mucho por allí.
Ahora solo
queda esperar y que la suerte nos acompañe…..
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