Esta expresión
que tantas veces he escuchado por mi pueblo, no sé si es nuestra o es andaluza,
puesto que también la he oído por esas tierras. El caso que según la escuchas
no te suena tan grave como si de verdad te ocurriera. Muchos la dicen cuando
dan una broma a alguien y este se mosquea por dicha broma. Otros la usan para
cualquier expresión en la que se quejan del contrario por su poca paciencia.
A lo que
vamos, este insecto con lo pequeño que es, y lo que acojona al personal; unos
porque si les pican las tienen alergia y se le hincha la picadura incluso todo
su alrededor, otros aunque no le haga efecto su picadura, también huyen de
ellas….
Esta mañana
me encaminé a los “San Fermines”, hacía varios años en los que no había podido
ir y si digo la verdad, no he ido por gusto, al contrario, he ido por trabajo.
El día estaba fresquito, la mejor temperatura
para enfrentarte a los Miura que me esperaban escondidos, aunque pueda parecer
que somos muchos los que nos enfrentamos a ellos, yo estaba solo. No tenía
ninguna capa a mano, tampoco ningún periódico que la verdad me hubiera ayudado
algo. Busco a mi alrededor para ver lo que me puede servir y veo un bote de K7,
si eso es para quitar grasa, pero…. No había otra cosa. Al levantar la teja, allí
estaban todos, los que iban a ser toreados y los sobrantes, más de cincuenta
Miuras con el cuerno afilado buscando su objetivo. El primer pase que doy,
salvo a cinco o seis “bichos”, el segundo pase no tuve la misma suerte y fui
embestido por uno de ellos en el brazo derecho, a la altura del codo. Duele,
siento calor según pasan los segundos, la cornada es grave, no me muevo del
sitio, dicen que estarse quieto ayuda a que no sufras mas “cornadas”, pero no
es cierto, vuelvo a ser embestido en la muñeca derecha y ya no aguanto más en
el sitio. Corro despavorido con más miedo que vergüenza sin mirar atrás, pero
no me hace falta, siento el aliento de algún Miura más que me sigue con ganas
de darme otra cornada.
No hay médicos
cerca, lo mejor para esos casos según decían los antiguos, que son sabios es el
barro, eso hago, me embadurno bien todo el brazo desde el codo hasta la muñeca,
siento algo de alivio, no hay hemorragia ni ningún desgarro, puedo seguir “toreando”,
aunque después de dos cornadas, no hay torero que no esté cagado de miedo en la
plaza, pero si no sigo, no cobro no me queda otra.
Cuando
estaba a punto de acabar la tarde de faena, me topo con otro encierro, estos debían
de ser de la ganadería de los “Vitorinos”, porque eran mucho más bravos que los
Miuras, también el tiempo acompañaba menos que por la mañana y ellos estaban
mucho mas bravos. El K7 estaba en las ultimas, el bote de “flis” para las
moscas no pulverizaba bien por culpa del aire, la plaza no invitaba a correr
mucho por ella, podía ser peor una caída que otra embestida, quedarme quieto
otra vez no era la solución, así que después de luchar contra ellos e intentar
torearlos he sufrido otro pitonazo otra vez en la mano derecha, esta ha sido más
grave, quizás por la “sangre” perdida en las otras dos cogidas, vuelvo al
ritual del barro y siento algo de alivio, pero al acabar la tarde de toros no sé
si debo ingresar o estarme en casa guardando reposo, el caso que mañana vuelvo
al ruedo y la mano la tengo irreconocible y el brazo ni te cuento, lo mismo voy
a visitar al doctor “Urbason” que dicen que tiene manos de santo, todo para que
mañana el torero pueda estar dispuesto para volver a los ruedos, es lo que
tiene el ir obligado a los San Fermines.
Desde luego
que, “que desgraciados somos los toreros, digo los albañiles”.
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