Después de un largo tiempo vacacional con respecto a las
salidas del grupo, hoy domingo volvimos a retomar nuestra senda y es que la
verdad que ya lo echábamos de menos. Han sido varios domingos en los que debido
al calor en algunas ocasiones, y otras debido a las fiestas, no hemos podido
seguir andando y a la vez conociendo nuestra provincia.
La ruta de hoy la habíamos preparado con la intención de que
no fuera muy dura para volver a reinsertarnos como buenos senderistas. También queríamos
que no fuera muy lejos para no tener que conducir mucho rato y venir de regreso
temprano a casa. Así lo mejor que habíamos encontrado por los alrededores, es
una preciosa ruta que existe en el pueblo cercano de Robledillo de Trujillo,
donde hoy arrancábamos de nuevo.
Como ya era habitual en el grupo, a las ocho quedábamos en
la plaza de Huertas, desde donde partíamos en los coches hasta Robledillo. A
pesar de que algunos senderistas habían confirmado asistencia, a la hora de
salir solo estábamos siete personas, mas nuestra amiga internacional que nos
esperaba allí en el lugar de salida, junto a un amigo que se ha unido a
nosotros en la ruta de hoy.
Antes de llegar al comienzo, recibíamos la llamada de dos
senderistas rezagados, los cuales intentaban convencer al grupo de que los
mejores despertadores son los de toda la vida. Ni móviles ni flautas, donde estén
los relojes de campana, que se quite todo.
Todos reunidos en la plaza de Robledillo, comenzábamos a
seguir las instrucciones del GPS internacional de nuestra amiga Karin, el cual
le solemos echar de menos cuando no viene con nosotros.
La ruta desde el principio transcurre por los restos de una
calzada romana, la cual nos conduce hacia la cima de una sierra preciosa, llena
de robles y demás árboles, los cuales casi ni conozco, necesitamos en el grupo
un encargado de enseñarnos nuestra flore, pues muchas cosas que vemos no
tenemos ni idea de lo que es. Y la verdad que da pena.
Con el humor que nos acompaña siempre y con algún senderista
nuevo en el grupo, seguíamos andando a buen ritmo, descansando para beber
bastante agua fruto de lo dejado que teníamos el andar todos estos domingos. La
niebla que nos recibía en el pueblo a primera hora, se empeñaba en acompañarnos
durante la ascensión y así ha sido. Al coronar la cima, nos dábamos a un lado
de ella con una espesa niebla que nos impedía ver a poco mas de diez metros. Sin
embargo como dato curioso, al otro lado de la misma no había resto de ella, por
lo que el pueblo de Robledillo además del de Santa Ana, se veían magníficamente
desde dicho lugar.
En lo mas alto hemos aprovechado para degustar nuestro habitual
bocadillo, el cual sin duda es lo que mas hemos echado de menos todos estos
domingos sin andar. El “muerdino de pan” famoso ya en el grupo, ha sido
degustado como debe hacerse, con alegría, descanso y apetito. Durante dicho
manjar nos contaba nuestro compañero senderista nuevo, que el era vegetariano,
cosa que a pesar de los años de su existencia, nos sigue pareciendo raro a los
que no lo somos. Él, acostumbrado a que la gente se escandalice cuando lo
cuenta, disfrutaba contándonos lo que contienen sus comidas y lo mal que lo
sigue pasando en muchos restaurantes a la hora de ir a ellos. Es lo que tienen
las minorías en la sociedad en que vivimos.
Una vez recogido todo, emprendíamos el descenso que tanto
nos asustaba a alguno y es que es muy raro no dar algún “culetazo” en estas
rutas en las que los canchos están mojados. Hoy como novedad he tenido suerte y
no me ha tocado, cosa que no pueden decir un par de senderistas que han probado
la humedad del suelo en sus carnes.
Disfrutando mucho del paisaje que nos mostraba la ruta de
hoy, y sin mi cámara de fotos (por causas de memoria), hemos llegado de nuevo
al pueblo. Contentos y alegres y con unos siete kilómetros en nuestras piernas,
para irlas desengrasando y poco mas. Con la sensación de que es una ruta
preciosa y a la vez poco conocida por muchos senderistas, debemos entre todos
los que la conocemos divulgarla entre los grupos de senderismo, los cuales no
se arrepentirán de venir a andarla.
Una vez en los coches hemos parado en casa de un gran amigo
de la niñez, el cual por causas de la vida se fue a vivir a Robledillo hace algún
que otro año. Allí nos ha ofrecido unas cervezas y algo de picar a todo el
grupo. Después de echar unas risas y enseñarnos su casa, hemos vuelto a Huertas
con buenas sensaciones y con ganas de que vuelva a ser domingo y también como
no, esperar a que todos los componentes del grupo se acaben de recuperar de
tanta fiesta y se vuelvan a unir a nosotros. Así mismo volvemos a decir que
puede venir con nosotros quien lo desee, que solo se necesita ganas de pasarlo
bien.
Fotografías: Antolin Lopez.
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