viernes, 15 de abril de 2011
Capitulo 103 : La guarra de Tio Vicentino.
Guarra, cochina o cerda, que mas da como escribirlo, al fin y al cabo significa lo mismo, pero llamándola "Guarra ", me suena mas a mi pueblo, cochina queda como mas fino y cerda mucho mas todavía. La verdad que ahora que lo pienso, estos tres nombres se usan muchísimo como insulto, aunque pensándolo bien y sabiendo lo que me gusta toda la carne del guarro, mas que un insulto parece un piropo, ya lo dijo alguno por aquí una vez, !!A mi del guarro, me gustan hasta los andares!!!.
Tío Vicentino tenia un corral cerca de donde nosotros iniciábamos las aventuras y desventuras diarias, quizás por eso fue uno de los paisanos que mas sufrió en sus carnes nuestras trastadas, aunque la que voy a contar hoy fue bastante grave, menos mal que no nos vio nadie........
Tenia una Cochinera o también llamada "zahúrda", aunque yo siempre la escuche llamar "zagurda", bueno el caso es que allí tenia una guarra con la cual criaba para poder tener "peladillas" (guarro pequeño), para luego vender o quedarse con ellas, el asunto es que allí justo donde estaba la "zagurda", había una higuera la cual daba muchísimos higos, eran higos blancos que estaban muy ricos, aunque a mi no me gustaran mucho, los tenia manía por que el verlos me recordaban a las sopas de tomate, las cuales no podía ni oler por aquellos años, seguro que las cogí manía por obligarnos a comer día si y día también.
Aquel día habíamos quedado por aquellos corrales después de llegar del colegio, a esa hora Tío Vicentino no iba, además, el hombre estaba bastante sordo y le dábamos bien la vuelta; aun le recuerdo montado en aquella burra, que tenia que ser de su quinta por lo menos, no se quien tenia mas años de los dos, si la burra o el.
Como estaba tan sordo, daba muchas voces a la burra y le oíamos llegar desde bien lejos, así que no había problema.
Ese día empezamos a mover la higuera subidos en ella y los higos empezaron a caer dentro de la "zagurda", la guarra empezó a comer desatinadamente higos, como si llevara tres días sin comer, a nosotros nos causo sensación aquella escena y seguimos moviendo y vareando la higuera para que los higos siguieran cayendo, así estuvimos un rato hasta que nos aburrimos de varear la higuera, luego nos asomamos donde tenia los sacos de pienso compuesto, que era lo que echaba de comer a la guarra, cogimos una lata que tenia para medir el pienso, normalmente, eran latas de sardinas o toreras, de las grandes, esas eran las que se usaban como medidores a la hora de echar el pienso. La llenamos hasta arriba dos o tres veces y se lo echamos en la pila que tenia dentro de la "zagurda", luego la echamos agua encima para preparar el "potaje" que se hacia, aunque nosotros no lo anduvimos mezclando ni nada, la guarra después de la tupa de higos que llevaba encima, se fue hacia la pila y empezó a comerse el pienso, nosotros lo único que decíamos al verla comer con ese apetito, era que tío Vicentino se le había olvidado echarla de comer desde hacia varios días, si no, eso no era normal que aquella guarra comiera de aquella forma.
Al cabo de un cuarto de hora, la guarra se había zampado todo el pienso que le habíamos echado, así que volvimos a varear la higuera y volvieron a caer higos dentro de la "corralà", la guarra es cierto que ya no comía con el mismo apetito, pero todavía seguía comiendo higos, de vez en cuando se iba a la pila del agua y bebía un largo rato, hasta que empezó aquello a cocer dentro del estomago del animal y se tumbó en el suelo, !!Estará durmiendo!! decíamos, normal, después de comer es lo que apetece!!
Nos fuimos a otro sitio a liarla seguramente, sin saber en realidad que habíamos torcido al pobre animalito, solo al cabo de un par de días nos enteramos que tío Vicentino estaba de matanza en su corral, la guarra por lo visto falleció de un empacho de higos y pienso compuesto que algunos energúmenos le habían dado, las pruebas estaban claras, la higuera no tenia ni un higo y en la zagurda no había mas de cuatro en el suelo, los que el animalito no fue capaz de comerse, así que le habían torcido a su guarra.
El, aprovechó todo lo que pudo de ella, así que al fin y al cabo la trastada no fue tan grande, también es cierto que nos tiramos sin pisar por allí bastante tiempo, no fuéramos a tropezarnos de frente con el y nos sometiera a un interrogatorio de aquellos que se hacían por aquel entonces, que entre pregunta y pregunta, siempre iban acompañadas de algún guantazo.
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