jueves, 14 de abril de 2011

Capitulo 102: El comercio de Tia Elisa.

Hoy al pasar por esta casa, donde Tía Elisa vivía y además tenia un comercio, me vino a la cabeza muchas cosas allí dentro vividas.

Es una pena que este casi en ruinas la casa y sobre todo lo que era la cocina, curioso que tuvieras que salir de casa para ir a la cocina, pero ya sabemos como eran las casas antiguas, casi todas carecían de cuartos de baños, luego cuando empezaron a hacerse, solo quedaba sitio para hacerlos en los patios de las casas, por eso en todas las casas antiguas, los cuartos de aseo estaban fuera de casa.

A Tía Elisa siempre la conocí mayor, recuerdo como se tenia que poner las gafas de "ver", como las llamaban la gente mayor, se conoce que las que llevaban puestas no veían un pimiento con ellas, (jejejeje).

Entrabas por la puerta del comercio y ya olía de una forma rara, recuerdo aquel olor como una mezcla de humedad y ultramarinos que me entusiasmaba oler, ella estaba sentada en la camilla que tenia una habitación mas adentro, allí veía la televisiòn esperando que llegara alguien a la tienda.

La verdad que nunca se podrá agradecer a la gente que tuvo comercios en Huertas, su labor a la hora de "fiar" a gente necesitada, a la hora de despacharte cualquier cosa que se te había olvidado comprar, aquella tienda abría las 24 horas del día, era su casa, así que siempre estaba disponible, bueno, siempre no, las horas de misa eran sagradas, si ibas a comprar a esa hora, te dabas con la puerta en las narices.

Recuerdo como mi madre me mandaba siempre los sábados por la mañana a comprar galletas "María" para el desayuno, aquellas galletas autenticas, de mucho mas grosor que las que venden ahora como tal, y que tía Elisa las vendía a granel, recuerdo como sacaba una caja grande de ellas, de unos cinco kilos de peso y las ponía encima del mostrador de madera que tenia allí en la tienda, luego cogía una bolsa y empezaba a echar galletas dentro de ella. ¿Un kilo me has dicho? me decía mientras ponía la bolsa encima de una balanza que tenia allí en el mostrador también y buscaba la "pesa" de un kilo para poner al otro lado de la bolsa, !!si!! un kilo, le respondía yo, con eso ya teníamos para toda la semana para desayunar en casa, fueron muchos sábados yendo a comprar galletas allí, es imposible que se me olvide aquello.
También recuerdo como pellizcabamos el bacalao salado que tenia allí en una esquina del mostrador, lo tenia allí encima de un "papel de traza" tenia siempre dos o tres trozos, si, los mismos trozos que nuestras madres echaban para acompañar al Arroz y a las patatas, así con el bacalao con ellos, se les podía llamar los "tres compadres", Arroz, patata y Bacalao.
A pesar de que muchas mañanas cuando ibas a comprar estabas recién desayunado, el pellizcar el bacalao era un vicio, siempre tenias que estar vigilante para que tía Elisa no te viera y te arreara un guantazo en la mano según estuvieras pellizcando el bacalao.




Una vez pesado el kilo de galletas, venia otra de las cosas que peor llevaba la gente mayor, echar la cuenta; si solo te llevabas una cosa, tan poco era tan malo, pero como fueran varias........ahí estaban vendidas ya, empezaba, a ver, el kilo de galletas tanto, la lata de sardinas tanto y el trozo de bacalao tanto; trazaba la raya debajo de los garabatos que había echo por números y empezaba con los dedos a llevarse de aquí y de allí, luego al acabar la cuenta, te la cortaba y te la metía dentro de la bolsa con las galletas, esos eran los ticket de compra!!.
Le dabas el dinero para que se cobrara y llegaba ya el ultimo ritual, el de abrir la caja registradora, que por aquellos años era un cajón, que pesaba muchisimo y que en tiempo invierno hinchaba y abría fatal y cerraba aun peor, tenia algún compartimento para no juntar todas las monedas, aunque alguna que otra vez te daba alguna peseta confundida por algún duro, nunca al revés, que al fin y al cabo, era lo que buscábamos cuando íbamos de compra, el ver si se confundían en la cuenta y podíamos sisar algo de la compra, aunque eso pasaba rara vez y menos después de repasar la cuenta tantas veces, era casi imposible el que se confundiera.
De todas formas, lo que tardabas en llegar a casa, estaba tu madre echando un vistazo al "ticket" que te había dado ella.

Ahora me hace gracia cuando escucho a alguien decir, !!me he tirado tres horas comprando por ahí!! ¿¿tres horas ??, ese tiempo te tirabas por aquellos años y nadie protestaba ni les metía prisa a los dependientes, para que? si al final te iba a dar lo mismo.

1 comentario:

  1. De todas las historias que cuentas estas son las que más me gustan Fonta. Del comercio este no había oido hablar en la vida, es raro porque en casa se habla de "lo antiguo" muchas veces. Un apunte, a ver que dice la gente, el arroz, patatas y bacalao eran "los tres primos hermanos" en mi casa, eso me enseñó mi abuelo Juan.

    Un saludo tio.

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Capítulo 1.021: Finde de las tres "S"

  Santoña, Santander, Santillana del Mar. Nos volvimos a poner en carretera cuatro meses después de haber hecho el anterior viaje a Portugal...