miércoles, 25 de mayo de 2011

Capitulo 131: El Benidorm de los Huerteños.






Hoy tirando de memoria me he acordado de la charca donde muchos Huerteños aprendimos a nadar, la charca de "Casilla".

Tengo en mente ir una mañana de estas a visitarla, puesto que hace bastante tiempo que no voy, a punto estuve de acercarme el día que visite el canalizo, pero se me hizo tarde y lo deje para otro día.
A pesar de estar lejos para ir andando, recuerdo aquellas siestas del verano en las que tu madre se quedaba recostada un rato en el sillón y te decía que no se te ocurriera salir a la calle en tiempo de siesta, que hacía mucha calor y te podía dar una insolación, que jugaras allí en casa hasta las 6 o las 7 que ya se podía salir a la calle, pero nosotros como siempre haciéndolas caso, esperábamos a escucharla dar el primer ronquido para salir por la puerta del corral sin que se enterasen, éramos verdaderos especialistas en escaparnos sin hacer ni pizca de ruido, vamos que ya quisieran algunos ladrones ser tan finos, como éramos nosotros.

Algunas veces nos íbamos en bicicleta, pero como no teníamos todos bici, casi siempre íbamos andando; una vez recuerdo haber ido con un amigo los dos en la bici, una de esas antiguas de barra, en la cual iba uno montado y el otro dando pedales, al rato nos cambiábamos y daba pedales el que iba sentado en la barra, pues aquel día nos fuimos los dos solos, el viaje de ida siempre era muy cómodo, es casi todo el camino cuesta abajo, pero la vuelta era muy dura, vamos que te duraba lo fresco del chapuzón 5 minutos escasos, por que cuando llegabas a casa, venias con más calor que la que habías ido.
Aquel día al volver veníamos deprisa los dos montados, hasta que metimos la rueda delantera de la bici en un hoyo y aterrizamos los dos, dimos una vuelta de campana y la rueda quedo igual que un ocho, encima sin camiseta y en calzonas, nos pusimos igual que un Cristo, nos salía sangre de todo el cuerpo, llenos de raspones por todos lados; con una piedra enderezamos la rueda un poco hasta hacerla otra vez redonda para poder seguir la marcha, puesto que el accidente fue casi al principio del viaje, a pesar de no quedar redonda como estaba, nos valió para poder avanzar otro trozo de camino, aunque recuerdo que al final, le salió una "patata" a la cámara y exploto, ahora sí que nos toco venirnos con la bicicleta a cuestas.

Pues allí en aquella charca, sin socorristas, con mas sanguijuelas algunos años que en África, con mucha agua, con poca agua, con mucha calor, con no tanta calor, allí, fue donde aprendimos a nadar, era curioso cómo te creías que ibas a estar allí solo dándote el bañito y te encontrabas allí a medio pueblo, como se ponía el sitio de la charca llamado "la playa", era donde mejor se estaba y el sitio mas fácil para los inexpertos bañistas, porque te podías ir metiendo poco a poco en el agua, sin que te cubriera de golpe el agua y te dieras algún susto, por otros lados de la charca se colocaban los especialistas nadadores, se tiraban de unos canchos que estaban más hondos y hacían autenticas virguerías, nosotros nos quedábamos mirándolos y pensando, cuando sea más mayor y nade mejor, haremos lo mismo, nos subiremos en los mismos canchos y nos tiraremos como si fuéramos nadadores olímpicos, luego con el paso de los años, es verdad que lo llegamos a hacer, pues aquella charca fue durante toda nuestra infancia nuestra playa, nuestra  piscina o como quisiéramos llamarla, pero en definitiva, nuestro lugar de veraneo, el Benidorm de los Huerteños.

Algunos días al volver, nos tirábamos por "LA BREÑA" allí estaba Tío Emilio sentado a la sombra, al vernos venir a lo lejos se le alegraba el alma, cuanto le gustaba que le visitara la gente, era muy buena persona, siempre le pedíamos agua fresca que el tenia en una de esas tinajas antiguas y que tan fresquita mantenía el agua, !! como se os ocurre venir en plena siesta a bañaros, lo saben vuestras madres ?? siempre nos preguntaba lo mismo, aunque no se para que, si siempre le contestábamos que si, aunque bien sabia el que era falsa nuestra respuesta, después de dejarle casi sin agua al hombre, nos decía siempre que si teníamos hambre, no habréis merendado, no ?? entraba en la casa que tenia allí y nos sacaba un trozo de queso curado, que estaba riquísimo, con algo de pan duro que siempre tenía por allí, nos sentábamos allí con él un buen rato a hacerle compañía, el nos acribillaba a preguntas sobre el Pueblo, que como andaba el abuelo de uno, la abuela del otro, etc. El caso era entretenernos un rato alli, aunque luego siempre nos despedía igual, !Venga, tiráis pa casa que es tarde y os van a sacudir vuestras madres cuando lleguéis !!!.
Que no Tío Emilio, que saben que estamos aquí, si, seguro que sí, nos contestaba él.

Con el estomago lleno de agua y con el sabor a queso curado como el que nunca he vuelto a probar, nos disponíamos a emprender la vuelta, a pesar de estar avanzada la tarde, todavía hacia un calor de tres pares de cojones y ya, desde allí hasta casa, no volvíamos a probar el agua, así que cuando volvías a entrar en casa, lo primero era agarrarte al grifo del agua y volver a llenarte el estomago de ella, mientras escuchabas la bronca de tu madre preguntándote de donde venias, que había salido a la puerta a llamarte y no andabas por allí, le contabas alguna mentira piadosa y la medio convencías un poco, o eso creíamos nosotros.

Ahora, cuando llega el verano y ves bañarse a tus hijos con manguitos, gafas de bucear y no sé cuantas cosas más y encima estas pendiente de ellos porque no te fías, no nos acordamos de donde aprendimos nosotros a nadar y en que condiciones lo hicimos, y lo más curioso, nunca escuche que se ahogara ninguno de los que en el Benidorm de las Huertas, veraneábamos.

1 comentario:

  1. es verdad que historia mas bonita ,yo tenia mas suerte mi prima tenia algo en la espalda y el medico la mando natacion y lo mas cercano era casilla por eso todas las tardes ibamos una hora a natacion alli pero mi padre en el 4 ele nos llevaba y parabamos a ver a tio emilio que como era vecino algunas vezes nos tocaba llevarle el pan o traer los calostros (que ricos) y es verdad no recuerdo que se ahogara nadie

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