jueves, 29 de septiembre de 2022

Capitulo 1.000: Treinta años atrás.

 


                                            TREINTA AÑOS ATRÁS

Corría el año mil novecientos noventa y dos cuando en las radios de nuestro país sonaban entre otras canciones, el ritmo del mar de celtas cortos, otro día más de Jon Secada que fueron números unos junto a los Nirvana, Genesis o Paulina Rubio que ya venía deslumbrando.  Eso en las radios, que en los radio casette de nuestros coches o mejor dicho, en el coche de nuestros padres, seguían sonando los chunguitos, los chichos, Bordón Cuatro, Casta, Los Calis, Junco, Tijeritas y si hacía falta, nos cantábamos el torito guapo de el Fary.

Con diecinueve años recién cumplidos, el carnet de conducir recién aprobado, con novia y currando de peón de albañil uno parecía tener el futuro bien encarrilado, aspiraba a seguir currando y poder sacar un préstamo para comprarme mi coche y no tener que andar rogando a mi padre que me dejara el suyo, cosa que por entonces a los padres no los hacía mucha gracia.

Pero el 92 fue el año aparte de las olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla en que sorteé para irme a servir a la patria, como se decía por entonces y a pesar de que ya iban saliendo los primeros objetores de conciencia, a mi me daba un poco de miedo andar moviendo papeles para eso, mas aun cuando era raro el día que no veías en la tele algún objetor juzgado y condenado a trabajos sociales y con alguna multa gorda que pagar. Así que esperé la llamada del ejercito que para últimos de mayo me reclamaba para rendir cuentas con el ejercito los siguiente nueve meses de mi joven vida, lo que me hizo de un plumazo perder mi puesto de trabajo y con ello posponer la ilusión de comprarme el coche que tanto deseaba.

Al ser los primeros que nos aprovechábamos del rebaje del servicio militar en tres meses creíamos que aquello iba a ser la pera, sin saber que al cuartel donde íbamos había remplazos del año anterior que seguían haciendo un año de mili. Eso como podéis imaginar no les hizo mucha gracia y nos tuvieron puteados los tres o cuatro meses que les quedaban para licenciarse, menos mal que a los del último remplazo les quitaron un mes y solo hicieron once meses…

Cuando estos marcharon ya éramos casi los veteranos y con ello uno iba viendo que el permiso de quince días que me pertenecía había que apartarle para octubre, aunque eso me supusiera no pillar ningún día en verano, cosa que tampoco me importaba mucho.

Cuando llegó el mes de septiembre y con el los famosos torneos de peñas, ese fin de semana vine al pueblo con dos colegas del cuartel, uno que jugaba muy bien al futbol para ayudar a mi peña en el campo de las nieves y otro que bebía como nosotros o más, para ayudarnos en Viñeros a ganar cualquier concurso que se organizara de quien aguantaba bebiendo mas y tal.  Fue un fin de semana estupendo, nos lo pasamos genial y mis colegas prometieron volver conmigo al siguiente cuando la tuna anduviera por las calles de Huertas rondando a mis amigas, que por aquel año eran damas y reina de las fiestas.

Todo iba de maravilla en el cuartel durante la semana, hasta que el jueves antes de la tuna me confirmaron que me tocaba guardia de polvorín y un par de imaginarias, sin poder cambiarlo con nadie puesto que las cosas no andaban muy bien entre mandos y soldados, por lo que no me quedaron mas huevos que quedarme allí el primer fin de semana de las fiestas, con unas ganas de llorar bárbaras al ser el primer año que me iba a perder las fiestas de mi pueblo.

En la garita el viernes me canté todas las canciones de la tuna a pesar de que debíamos de estar en silencio según los mandos, pero a mí me importó tres narices y sobre las cinco de la mañana la estudiantina salía de mi garganta a duras penas, mientras tragaba saliva para evitar llorar, cosa que fue imposible al pensar en mi pueblo y mis fiestas…

Quedaba la bala del segundo fin de semana, el cual me estaba saboreando desde el lunes a las siete de la mañana cuando tocaron diana.

En mi cabeza solo estaba el portarme bien, que no me arrestaran y hacer todo lo que me mandaran hasta que llegara el viernes a medio día, cuando me soltaran el fin de semana. Pronto se estropeó el plan puesto que el martes nos formaron a todos para comunicarnos que el viernes marchábamos de maniobras a San Gregorio ( Zaragoza), la noticia me sentó como una patada en el bajo vientre, no podía ser lo que me estaban diciendo y a pesar que me presenté en la oficina del capitán para rogarle que me dejara ir a mi pueblo, me dio igual y el viernes en lugar de ir camino de Huertas, estaba montado en un tren con destino a Zaragoza…

La semana siguiente al terminar las fiestas y nuestras maniobras, nos dieron tres días de permiso y jamás olvidaré lo que es llegar a tu pueblo cuatro días después de terminar las fiestas. Estaba todo cerrado, ese olor a vacas y meados al cruzar la plaza me hizo sumirme en una depresión y si quince días antes estaba llorando en la garita cantando canciones de la tuna, cruzar aquella plaza donde una semana antes había disfrutado todo el pueblo y ahora un militar con su petate al hombro la cruzaba esquivando algún que otro vaso de plástico y bote de cerveza.

 

Aquel día me juré para mis adentros que en la medida en que pudiera, nunca más me perdería las fiestas de mi pueblo y si eso pasara, no volvería a ir al pueblo hasta por lo menos un mes después de que terminaran….

Pero nadie contaba con la maldita pandemia que nos ha sacudido estos dos años y que nos han hecho perdernos las fiestas a todos los huerteños y acompañantes. Muchos nos han abandonado por el camino y solo quedan ya en nuestras memorias, seguro que este año les recordaremos en algún momento durante las fiestas e intentaremos despejar nuestras cabezas de tantas amarguras y disfrutar en la medida que cada uno pueda de nuestras fiestas, esas que todos hemos comprobado en nuestras carnes  lo que duele perdérselas.

Felices Fiestas.

Fonta.

 

Capitulo 1015: Finde en Nerja.

  Había ganas de volver a juntarnos con los amigos de las excursiones, que a más de uno solo vemos cuando nos montamos en el bus. Y es que s...