A pesar de tener el camino decidido, es una suerte poder coger variantes y cambiar de calleja en el ultimo momento, pero siempre con el destino final en mente.
Hay miedo en el caminar, la rodilla lleva tres meses fuera de juego y es toda una prueba de fuego meterla esta tralla. Aunque según la magnifica fisio Villanovense que la ha tratado, ya va siendo hora de volver a realizar lo que mas le gusta a uno los domingos.
La temperatura es espectacular para caminar y creo que he hecho bien en salir en manga corta, puesto que muy pronto después de tanto tiempo, arranco a sudar. Caminar siempre me hizo falta puesto que es la mejor manera que tengo de ordenar mis ideas y organizar mi trabajo y está claro que lo necesitaba como el comer, puesto que últimamente la rodilla me ha robado el pensar en otras cosas. Ahora que es tiempo de bohemios y ermitaños por culpa del virus, cada vez es mas difícil encontrar alguien que quiera acompañarte.
Pero es lo que toca ahora y debemos asumirlo de la mejor manera que podamos. Las encinas que en otro tiempo gritaron lucha ahora transmiten una paz difícil de describir y el canto de los pájaros autóctonos del lugar suena más claro que nunca. Las grullas han vuelto a poblar las dehesas extremeñas y este año van a tener mas suerte que el anterior, las bellotas abundan por las zonas y es todo un espectáculo el ver las encinas repletas de ellas.
Los encargados de echar de comer al ganado van en sus coches con la mente puesta en lo mal pagado que están las canales por culpa de lo que ahora colma todo y solo piensan en que esto acabe pronto y los precios vuelvan a ser los de antes de la pandemia o incluso algo mas caros, aunque esto ultimo no lo ven muy viable a corto plazo.
Me saludan y yo les respondo levantando la mano, antes, cuando se podía, me gustaba hablar con ellos y preguntarles por el estado de las fincas y sobre todo les preguntaba por cordeles y caminos que nunca aprendí a pesar de haber andado por alguno de ellos.
Me apetece debajo de una enorme encima, sentarme y sacar de la mochila algo de picar. Mi perro y fiel escudero se pone mas contento que yo y se sienta a mi vera esperando que le caiga algo mientras descansa un rato. La edad le va haciendo andar mas rato a mi lado y aquellas rutas largas hoy se le van atragantando, por eso a la mas mínima, busca una sombra y no duda en tumbarse a descansar.
Poco mas de media hora después volvemos a seguir andando y vuelvo a meterme por mitad de las encinas puesto que el cordel es demasiado aburrido. Voy mirando el tamaño de estas y algunas me hacen detenerme delante de ellas y mirar hacia su copa para ver el tamaño y contemplar que está cargada de bellotas y recuerdo de pronto a dos hermanos que conocí hace años en una finca donde trabajaban vareando encinas para una piara de guarros que llevaban siempre detrás de ellos, daba gusto verlos manejar aquellas varas largas a las cuales tenían atadas cuerdas para que el lance llegara mas lejos. Cuando caían las bellotas al suelo, los cerdos montaban toda una guerra para ver quien comía mas bellotas y parecía imposible que no acabaran tirando al suelo a los dos hermanos, que como podían se iban escabullendo a la siguiente encina para hacer el mismo ritual. Así se pasaban el tiempo de montanera desde las ocho de la mañana, hasta que anochecía y volvían con la piara tras ellos hasta la nave donde dormían los cochinos.
Sigo caminando debajo de las encinas y no pienso por donde voy ni lo que me queda, solo camino y camino respirando de vez en cuando mas hondo al apreciar algún aroma nuevo. Soy feliz allí en mitad de la dehesa y es un momento tan difícil de describir que solo me apetece estar allí y no pensar en nada más. Solo otro grupo de grullas me sacan de mi letargo y me quedo prendado mirándolas como se atiborran de bellotas. Una alambrada me hace desviarme de la línea recta que llevo y vuelvo al cordel que en pocos minutos después me devuelve a la civilización donde los primeros humanos van a sus cercas a echar de comer al poco ganado que tienen y a recoger los huevos de las gallinas, que ahora parece que vuelven a poner en condiciones.
Antes de montarme en el coche me digo a mi mismo que esto lo tengo que hacer mas a menudo, el poder perderte por mitad del campo y caminar sin rumbo fijo. Es bueno para la mente y sano para las piernas, si podéis hacerlo no lo dudéis.
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