martes, 20 de noviembre de 2018
Capitulo 928: La Otoñada en el Valle del Jerte.
Llegar y el primer regalo, siempre nos trata bien el Jerte y una nutria nos muestras sus bailes justo antes de manducarse una rica trucha.
El día no quiere hacer milagros y lo mas seguro es que haya que tirar de chubasqueros, no importa cuando uno va preparado para ello, sabes que la ruta será un poco mas dura si acaso pero las ganas de disfrutar no van a poder con nosotros.
Pocos senderistas apuntados, el tiempo echa a la gente para atrás y la manifestación del tren en Caceres seguro que también. A las nueve es la hora de salir y como mucho estamos diecisiete que somos los que nos animamos a empezar a caminar bajo una fina lluvia.
No nos acompaña durante mucho rato y como no hace frío decidimos quitarnos los trajes y caminar mas desahogados que con ellos, aunque sin dejarle muy lejos que el cielo no promete nada que no sea agua. Agua que otros otoños ni vimos y que este para bien, nos alegra bastantes días.
La subida a Piornal la conozco, aunque bien es cierto que no la hacemos por donde solemos nosotros cuando subimos a Peña Negra. Por este lado es un poco mas larga pero hay tramos menos empinados. Da igual cuando llevas varios kilómetros, las piernas se resienten un poco y si llevas tiempo sin entrenar te va a costar un poco mas hacer toda la subida.
A mi ritmo voy subiendo unas veces hablas con uno y otras veces cambias de interlocutor, con los amigos que suelo caminar últimamente son muchas las cosas que tenemos que contarnos desde la ruta anterior y eso vamos haciendo, cortando trajes y cosiendo vestidos.
El otoño en el Valle no deja indiferente a nadie y es de fuerza mayor hacer fotografías cada pocos pasos, todos los parajes tienen una que sacar aunque los colores varíen poco del principio de la ruta hasta que llegamos a Piornal.
La temperatura baja como es normal en el pueblo mas alto extremeño y la niebla se apodera de todo, incluida nuestras ropas. Alli nos espera el avituallamiento que sin duda para mi es bienvenido, puesto que desde hace bastante rato estaba muerto de hambre y sin duda que debía de haber comido algo para acabar de hacer mejor la subida, la cual se me atragantó en los kilómetros finales, justo al empezar la calzada romana que al estar mojada y llena de hojas había que caminar con mucha precaución.
Un bocata de jamón unos y otros de queso, bebidas isotónicas, agua, frutos secos y algo de fruta, lo justo para reponer fuerza y después de un café volver a la ruta, que tenemos que regresar a Navaconcejo.
La bajada es mas cómoda pero no puedes descuidarte ni un segundo y mucho menos cuando la lluvia se empeña en acompañarnos en toda la bajada. Otra vez los chubasqueros y paraguas que de momento el aire deja en paz, aunque hay ratos que quiere voltearlos sin conseguirlo.
Y rampa a rampa vamos bajando recogiendo alguna de las cientos de castañas que hay por el suelo y que están en su punto mas dulce para comerlas.
La llegada a Navaconcejo se agradece al llevar en las piernas unos 25 kilómetros que pesan algo mas gracias al agua que nos acompaña. Quitarnos todo lo mojado y nos desplazamos a uno de los bares del pueblo donde nos dan la bienvenida con un buen chocolate calentito y unos pocos de churros.
Los siete que nos habíamos desplazado hasta tierras del Jerte nos despedimos de los demás y ponemos camino de regreso a casa, donde la lluvia va y viene en todo el camino.
Un placer caminar con vosotros por estas tierras las cuales me enamoraron hace bastantes años y nunca me defraudan.
Nos vemos por las callejas.
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