viernes, 23 de septiembre de 2016

Capitulo 762: Ciclistas a la fuerza.



Me dice tío Mané que se ríe él de la vuelta ciclista, el Giro y el Tour de Francia juntos. Que los grandes ciclistas existían hace muchos años y no se dedicaban a ello profesionalmente. Lo hacían una vez cada quince días y con el avituallamiento encima para toda la quincena. Unos en alforjas y otros en aquellos porta-equipajes de las vetustas bicicletas de veinte kilos de peso, las cuales pinchaban bastantes menos veces que las de hoy en día. Se descojona cuando ahora ve bicicletas de montaña, de carretera y de lo que uno pida. Aquellas bicicletas de barra eran todo terreno. El asfalto no le veían, pero caminos y veredas eran todas suyas.

El día de la partida hasta el campo donde estaba la obra era duro. Se juntaba el madrugar con el cargamento que llevaban y también les acompañaba una incomoda resaca de la noche anterior, que era la despedida del pueblo hasta los siguientes quince días, donde volverían a acudir de nuevo.
Estos obreros de aquellos años seguramente que cada uno de ellos tiene un libro para escribir; la pena es que después de tantos años solo han quedado en sus memorias los momentos mas duros y especiales. Como alguna caída de la bicicleta en aquellos caminos. Algún río que cruzar con fuerte caudal. Aquellas "pellejadas" de agua a la vez que pedaleaban sin descanso.

En la ida había que parar por el camino, llevar la damajuana en el portaequipaje tantos kilómetros sin meterla mano estaba prohibido. Un trozo de tocino añejo y un trago de vino, ¿existía mejor manjar que ese por aquellos años? hoy te lo cuentan y no te lo crees.Con la cantidad de comida que tiramos al cabo del mes parece imposible que nuestros ancestros pudieran tirar hacia adelante con tan poco y apenas sin quejarse.

Algunas quincenas el vino no llegaba hasta el ultimo día, que difícil era condurarle hasta el final decía tío Mané. Por eso cuando llegaba el décimo tercer día de andar por aquellos campos perdidos de la mano de Dios, deseaban regresar a casa para ver a sus mujeres e hijos, faltaría mas; pero también echaban de menos las muchas tabernas que existían en el pueblo por aquellos años y que hoy tampoco nos lo podemos creer que vivieran todos de la venta de alcohol.

Sin duda la vuelta donde mas pedales daban, era la ultima quincena de septiembre. En la obra se quedaba todo recogido y bien tapado pues hasta que no terminaran las fiestas del Rosario, no volvía ni Dios a ellas. Ni encargados ni jefes, ni oficiales ni peones. Comida para varios días en los comederos de los animales y como si fuera una procesión, el pelotón de albañiles y pastores enfilaban el cordel que les llevaba hasta Huertas. Tío Mane tiró los primeros kilómetros del grupo. Sin avituallamiento ninguno rezaban para por lo menos no pinchar y tener que parar por narices. Un peón que se había incorporado esa quincena a la cuadrilla se escapó en el kilómetro cuatro. !No tenia ganas de volver al pueblo y echar un baile en "el Capaor" con alguna de las amigas! que por lo visto, dejaba que se arrimaran a ella un poco mas que las otras. La escapada duró poco, la voz de su oficial mandandole parar pronto llegó a sus oídos y un poco acojonado dejó que el pelotón le engullera.

Al venir al pueblo no había metas volantes ni premios de la montaña. La meta estaba justo al llegar al resbaladero. Allí sin levantar los brazos en son de victoria y si, para despedirse unos de los otros hasta dentro de muy poco rato, donde se verían en alguna taberna, enfilaban cada uno hacia sus casas.
El pueblo estaba irreconocible y con los bolsillos algo recuperados con la paga de la obra, hacían maravillas para disfrutar toda la semana de las fiestas, donde olvidaban por completo que dentro de muy pocos días, la vuelta ciclista volvería a reclutarlos para disputar otra larga etapa.
Pero para eso quedaban varios días y decenas de litros de vino por beber....

Disfrutad todos, lo que nuestros padres y abuelos nos enseñaron, que la vida es como la vuelta ciclista, etapa tras etapa, entre pinchazos y caídas, uno obtiene tarde o temprano el malliot de la regularidad, ese por el que todos andamos luchando.













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