Dicen que cien días después unos, otros que algunos días menos, el caso es que desde bien temprano esta mañana se respiraba otro ambiente. Las nubes ganaban la batalla a los claros y pronto se empezaron a adueñar de la inmensidad del cielo.
Los pájaros se les notaba alborotados, sus trinos se oían mas fuerte, como si esperaran a la lluvia entre estrofa y estrofa. Tres buitres negros posaban como buenos modelos encima de una peña, ni me molesté en fotografiarlos, era todo tan extraño que preferí formar parte del paisaje y ser uno mas de los que, cantando, esperábamos a la lluvia.
Una pequeña coguta parecía decirle a otra el baño que se iba a dar en el primer charco que el agua caída formara. La compañera parecía querer contestarla riéndose, justo antes de que las primeras gotas de agua, hicieran acto de aparición.
Y a pesar de estar esperando el momento, corro a recoger el cemento para que no se moje y fragüe antes de tiempo. La temperatura desciende de forma fulminante y uno que no baja del coche la ropa de manga larga de un invierno para otro, busca algo que ponerse por encima. Lo encuentro y busco refugio. Desde una ventana aprovecho el instante donde mas agua cae, para desconectar de todo y ver llover. Que sensación mas indescriptible, que placer ver caer el agua canales abajo. Ni un solo pájaro vuela por el cielo en ese momento, todos esperan en sus refugios que el agua cese de caer.
Las ultimas gotas dan paso a un ruidoso y molesto aire que se lleva consigo la gran nube. Uno desearía que se quedara el tiempo justo que tardaran en llenarse todas las charcas y norias de todos los campos y fincas, pero no es así y de la misma manera que vino, el agua se fue.
Nos queda aprovechar el magnifico olor a pasto mojado, quizás el olor que mas me gusta oler cuando estoy en el campo. Esperemos que la madre naturaleza se apiade de nosotros y no nos tenga otros cien días sin ver llover en nuestra tierra....
Por lo menos comenzaremos a dormir bien por las noches, que falta nos hacía.
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