jueves, 13 de marzo de 2014

Capitulo 569: Entre el cielo y el suelo.



Agua y mas agua que no deja de caer. Trabajo, poco y a la intemperie. Angustia, pagamentos, días que pasan volados. Vueltas y mas vueltas a la cabeza. Nada parece convencerme ni entretenerme, ni si quiera  las redes sociales que cada vez son mas monótonas.
Te asomas a la puerta y ves el agua abundante que viene calle abajo buscando algún sumidero limpio, que quiera engullirla. Parece ser que de momento no encuentra ninguno que lo esté. Casi nunca lo están, y no solo los de mi calle.

Decido en un abrir y cerrar de ojos que tengo que salir urgentemente de casa, es como si te faltara el aire dentro de ella. No aguanto ni un segundo mas en su interior.
Botas y chubasquero puestos y salimos a la lluvia. No muerde, ni tampoco hace daño ninguno. Respiro hondo y comienzo a caminar. De pronto la mente se empieza a despejar, lo que antes era de color negro, se vuelve de color gris. Las ideas, brillantes o no, vuelven a tu cabeza. Con el paso de los metros andados una sonrisa aparece en tu cara. Te mojas, si, pero eso no es excusa para que tu cuerpo lo esté pasando bien.
Los primeros regatos desbordados comienzan a verse. Muchos de ellos hacia años que no corrían y menos, con la intensidad que hoy lo hacen.
Las vacas que veo según voy andando, tienen puesto el culo en dirección a donde viene el agua. Según los antiguos es síntoma de que seguirá lloviendo. Tres o cuatro pájaros chapotean en un charco de agua, se bañan y se les ve felices. A mi al ver esta escena, me vienen a la cabeza las palabras de mi abuela. Cuando veas bañarse a los pájaros, es que va a llover mucho.

Sigo caminando sin dirección alguna definida, la verdad que me da igual ir a un lado o al otro, todo está lleno de agua y no tiene pinta de que vaya a dejar de llover. A mi paso saltan algunos sapos por la carretera, otro síntoma de lluvia. Ya lo único que me queda por ver es el castillo con la capa puesta y alguna babosa, arrastrándose por el suelo. 

Casi sin darme cuenta me veo delante de una gran charca de agua, a la cual ceba un regato que a simple vista se puede observar como viene fuera de su cauce, normal si piensas en todo lo que ha llovido.
La lluvia me da una tregua y me deja fotografiar el momento que estoy viviendo, solo, en mitad de un campo y rodeado de agua por todos lados. Es impresionante el quedarte allí delante de aquello en silencio y tan solo escuchar el ruido del agua golpear a los canchos que se encuentra en su camino.
Me recuesto a una encina y pienso en lo afortunado que soy de poder estar allí viviendo aquel momento. Sin pensar en nada, sin tener ni una sola preocupación, esas cosas las dejo para luego. De momento sigo haciendo fotos y disfrutando el momento. La rama seca de una encina que viene regato abajo, me despierta de mi letargo, eso y el agua que empieza de nuevo a caer.
Es hora de regresar, me da pereza moverme de aquel lugar, estoy seguro que aguantaría allí quieto un buen rato mas. No me canso de mirar ni tampoco me cansa el tener la mente perdida en aquel paraje.

De regreso, según me voy acercando al pueblo, me vuelven a venir pensamientos inquietos y algún escalofrío me recorre el cuerpo. Lo dejo correr, tengo mas energía positiva encima en ese instante, que puede con todo lo negativo tranquilamente.

Y ahora ya te pueden echar encima todo lo que quieran, las pilas y baterías están cargadas y seguro que duran un par de días por lo menos y si no, es muy fácil y barato el ir a cargarlas de nuevo.
Y es que está claro que entre el cielo y el suelo hay algo, que merece mucho la pena.







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