Nació en una zona de la ciudad de lo más normal que pudiera
existir. Por aquellos años su padre era un simple estudiante recién licenciado
en electricidad, al cual le colocó en una empresa de la ciudad un buen amigo de
su padre.
A su padre, nunca
antes se le había pasado por la cabeza la palabra política. Nada más que para
insultar a los dirigentes y mandamases que por entonces gobernaban la ciudad,
como a casi todos sus amigos. El día que le ofrecieron formar parte de una
lista en unas elecciones se descojonó de risa. ¿Yo? ¿Concejal yo? ¡Vamos anda!
Con el paso de los días se lo fue pensando mejor y al final,
y ante la insistencia de un buen amigo de estudios, optó por decir que sí.
Mientras tanto, aquel
niño en pocos años, tuvo que cambiar de amigos al cambiar de colegio. Pasó de
uno público, a uno privado. Normal si su padre pertenecía al partido que defendía
todo lo privado, no era ético tener al hijo en un colegio público. Además, con
el paso de los años también cambiaron de casa y de barrio. La vida parecía que
le iba bien, por lo menos al señor electricista, que de rebote, se vio puesto
de alcalde. A su hijo por el contrario, no le sonreía la vida como a su padre.
Echaba de menos a sus amigos de infancia y aunque de vez en cuando acudía a algún
cumpleaños de uno de ellos, no le acogían como lo hacían por entonces.
Con sus nuevos amigos se aburría mucho. No les dejaban jugar
al balón en ningún lugar de su nuevo barrio. Se tenía que poner el casco cada
vez que montaba en bicicleta, así que pronto sus zonas de juegos se fueron recortando
alrededor de su casa, hasta que acabó con una vida totalmente sedentaria. Era
el campeón de los video-juegos y solamente abandonaba el hogar para acudir a
las clases de música a las cuales le había apuntado su padre.
Cuando alguna que otra vez pasaba en el coche de su padre
montado, por donde seguían viviendo sus amigos de infancia, sentía verdadera
envidia de ellos. Estos jugaban al fútbol en mitad de una calle, otros montaban
en bicicleta sin casco ni nada. Algunos otros disfrutaban del mono-patín sin
las protecciones tediosas que le hacían ponerse a él y a sus nuevos amigos. Su
padre siempre que pasaban por aquel lugar, se enfadaba al ver como aquellos
niños se burlaban de sus normas impuestas, a las que ninguno hacia caso.
Con el paso del tiempo, aquel niño fue creciendo más a lo
ancho que a lo alto y las enfermedades hicieron acto de presencia muy pronto.
Su padre mientras tanto siguió a lo suyo, inventando normas absurdas que
giraban alrededor de los más pequeños de la ciudad, hasta el punto que ningún chaval
de la localidad podía ver con buenos ojos al señor alcalde y por consiguiente,
tampoco a su vástago.
Aquel electricista se olvidó de que en la política se está
solo de paso y una vez que le han destronado de su reino, se ha encontrado más
solo que el numero uno. Por el contrario su hijo, ha recuperado la sonrisa y lo
primero que ha hecho ha sido volver a su antiguo barrio, donde sus antiguos
amigos le han dejado el puesto de portero, en un partido que estaban echando al
futbol. Sus kilos de grasa no le permiten de momento ejercer de jugador de
campo. A él no le preocupa, sabe que lo importante es integrarse de nuevo en su
antigua pandilla, donde casi todos los días sus antiguos amigos, le ponen a
prueba.
Hoy ha tocado una bombilla del foco que hay justo encima de
su casa, el otro día le tocó dar una vuelta en bici sin casco, justo delante de
la policía. Pero el hijo del ex alcalde lo agradece, ahora es más feliz que
cuando su padre ejercía. Lo único que teme es que a su padre le vuelvan a
engatusar con el tema de la política, aunque viendo en el estado tan demacrado
en el que se encuentra su padre, desde que perdió las últimas elecciones,
parece imposible que se vuelvan a acordar de él. Además, todo el mundo sabe que
le utilizaron de conejillo de indias, para que asumiera la responsabilidad de
aplicar leyes absurdas y contraproducentes, que solo sirvieron para echarse el
pueblo encima. Una vez que tuvo a todo el mundo en contra, quien le puso en ese
cargo, tuvo vía libre para hacer campaña a su favor y en contra de nuestro
humilde electricista.
El cambio sin duda que no fue bueno para los dos. El perdió su
sillón, pero a su vez recuperó la sonrisa de su hijo, la cual estaba escondida
justo detrás de su cargo.
Mirad y observad a vuestros hijos y no antepongáis el trono
ni la fama a su felicidad…
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