miércoles, 28 de marzo de 2018

Capitulo 902: Buscando la cueva del Maqui. (El Torno)


El domingo nos volvimos a poner en ruta para ir en busca de una cueva famosa que se encuentra en tierras del Valle del Jerte, mas en concreto en la localidad de el Torno.
Esta localidad cuenta con algo menos de novecientos habitantes, aunque en estas fechas seguramente que dobla población, cosa que comprobamos a la hora de aparcar en dicho pueblo.


A las siete de la mañana quedábamos en la plaza de Huertas, sabiendo que el cambio de hora podría hacer mella en alguno de los senderistas que habíamos confirmado asistencia, como así fue. Por lo que fuimos tres los que nos montamos en el coche y pusimos rumbo hasta la panadería del motor, para comprar el pan del posterior muerdino y poner rumbo hasta la autovía que nos llevara hasta Navalmoral.





La mañana no pintaba nada bien, una fina lluvia me recibía justo al llegar a la plaza y tuve que esperar a los compañeros dentro del coche, un poco perplejo puesto que en los telediarios no daban agua por el norte extremeño. No tardaron en llegar los compañeros y esperamos diez minutos mas por si el rezagado acudía a la cita. Como nos temíamos el cambio de hora le trastocó los planes así que cuando quiso levantar la cabeza nosotros íbamos ya por Almaraz.
El agua nos acompañó justo hasta el túnel de Miravete, donde por arte de magia el día cambió totalmente.

El viaje fue cómodo y con poco trafico charlando de cantidad de historias al hacer bastante tiempo que no nos veíamos los tres. En hora y media da para tocar bastantes temas y sin duda el que mas nos preocupa es la salud.


Al llegar al Valle el paisaje siempre es precioso y pronto nos acordamos de nuestra ultima visita la cual estaba todo demasiado seco para la fecha que era y es justo ahora cuando mas agua corre por todos sus regatos, cuando mas majestuoso se encuentra.


Hace un poco de fresco cuando nos bajamos del coche, pero pronto entramos en calor al comenzar a subir las primeras rampas. Nos encontramos con algún paisano mayor que nos saluda y a la vez nos pregunta que hacia donde vamos. Al comentar que tenemos pensado subir a la cueva del Maqui nos comenta que en la sierra debe de hacer bastante frío puesto que debe de haber nevado la noche anterior. No nos asusta según seguimos escalando entre cerezos, pero pronto la vegetación cambia y al no haber arboles el aire comienza su danza y el frío comienza a acompañarnos.
Las vistas son espectaculares y las cámaras de fotos echan humo. Las nubes se mezclan con la niebla y el sol quiere aparecer y lucha sin éxito por ello.



Esta ruta no está marcada por ningún sitio y si no la llevas descargada en el móvil es fácil que no encuentres dicha cueva. A nosotros nos costó mucho, sobre todo cuando saltamos una pared de piedra que divide el valle del Jerte del valle del Ambroz. Allí la nieve caída seguía encima de escobas inmensas que al moverlas sacudían el polvo blanco que las presidía. El aire no dejaba casi caminar y se hizo todo un suplicio seguir los pasos del amigo Carlos que iba de serpa, aunque sus dedos no pudieran siquiera usar el celular.


No se que hora era cuando dimos con la cueva, el caso es que al esperarnos un lugar mas grande creo que nos decepcionó un poco a los tres. Yo creo que fue por el clima que estábamos soportando el caso es que lo primero que hicimos fue buscar un lugar donde el aire nos diera una tregua. No fue misión fácil y pese a todo decidimos descolgarnos las mochilas muy cerca de la entrada a la cueva que era donde menos soplaba.
No luce mucho el muerdino así, pero algo había que comer y sin duda lo mejor para el cuerpo fue el vino que llevaba en la mochila.



No tardamos casi nada en levantar el campamento, preferimos seguir caminando que estar allí parados para de este modo entrar de nuevo en calor, aunque tardamos un rato en volver a coger temperatura.


La ruta casi toda la gente la hace de ida y vuelta pero nosotros teníamos en mente hacer otra circular en un principio. Esta seguía por los cerros mas altos que allí había y no fue hasta que no volvimos a saltar la pared que nos devolvía al Jerte cuando volvimos a coger temperatura ambiente.
De allá para acá los kilómetros iban aumentando en nuestras piernas y en una ruta tan rompe piernas el cansancio comenzó a hacer mella en los tres. Fue entonces cuando decidimos atajar por donde nos pareció, como nos ha pasado en algún lugar antes. Fue divertido aunque un poco arriesgado puesto que la maleza no dejaba ver bien donde pisábamos. Algún zarzal que quiso estorbarnos antes de volver a coger el camino que habíamos llevado al subir fue lo peor.




Una vez que estábamos en lugar cómodo para seguir descendiendo, volvimos a disfrutar de lo que nos quedaba de ruta. Con mas calor que frío volvimos al coche y con unos 17 kilómetros bien sufridos y luchados.




El Valle del Jerte siempre te sorprende, de una forma u otra.

Nos vemos por las callejas.










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