A poco mas de cincuenta metros de salir de casa, uno puede presumir de tener campo por donde quiera que mira. Naturaleza a raudales, paz y armonía. Música de pájaros que cada día que pasa están mas perseguidos por la mano del hombre, rebaños de ovejas pastando y moviendo sus campanillos de aquí para allá. Vacas con sus terneros con pocos meses de vida que esperan pacientes a la golosina del pienso que le echan sus dueños y el invierno que sigue sin venir.
Temperaturas para nada acordes a la fecha que estamos. Cercas llenas de flores primaverales que se miran entre si como diciendo que coño pintamos estos meses aquí. Encinas que acaban de tirar sus ultimas bellotas y a la par floreciendo por algunas de sus ramas. Se oyen moto sierras en la lejanía y el pueblo comienza a desperezarse. Jóvenes que se cruzan con las primeras personas mayores que se levantan para atender sus tareas diarias.
Así es mi pueblo, con cielos espectaculares, veredas bien marcadas por gente caminando día si y día también. Vistas maravillosas y naturaleza a raudales.
Lo siento, no me acostumbro a estar lejos de el.
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