Después
de algún tiempo sin salir a realizar ninguna ruta por parte mía, que no del
grupo. Hoy volvimos a los senderos de nuestra Extremadura. En esta ocasión nos
hemos desplazado hasta la localidad cercana de Plasenzuela, la cual no habíamos
llegado a visitar todavía en ninguna ruta.
A las
siete y media de la mañana, de noche todavía por todo el mundo, siete miembros
del grupo nos juntábamos en el lugar de
siempre, para emprender la marcha establecida. A pesar de que algún miembro más
había confirmado asistencia, por unos motivos u otros no han podido
acompañarnos.
La ruta
elegida hoy, había sido diseñada por nuestra compañera de grupo Karin, la cual
nos esperaba en el pueblo de Plasenzuela para empezar la marcha desde la plaza
del pueblo.
Plasenzuela
estaba despertándose cuando nosotros atravesábamos sus calles. Un pueblo limpio
y muy adornado con estatuas y parques muy bien preparados. Parece mentira que
siempre que vamos a los sitios, echamos en falta algo parecido en nuestro
pueblo.
La ruta
de hoy discurría por callejas bastante anchas, por las cuales se andaba muy
bien a primera hora, donde un aire fresco nos acompañaba. Con el paso de las
horas el sol iba apretando y en los senderistas iba haciendo mella. Por eso
antes de que apretara más el sol y en lugar único como es una cantera, hemos
aprovechado para comernos el tentempié de hoy. Se echaba en falta el andar,
pero también la hora del bocata, la cual es sagrada para todos.
Después
de visitar la cantera hemos seguido la marcha hasta unas antiguas minas
abandonadas, las cuales se conservan como buenamente pueden, sin que nadie haga
nada por su conservación. Otros monumentos patrimoniales que podían ser dignos
de visitas y que cuando quieran reparar en ellos, será demasiado tarde como
pasa siempre.
Una vez
visitadas un par de ellas, hemos decidido ante el sol que nos castigaba,
regresar hasta el pueblo acortando algo la ruta. A ninguno del grupo le ha
importado mucho dicho recorte de ruta y mucho menos a nuestros perros, los
cuales rezaban para encontrar alguna charca llena de agua por el camino, cosa
que han sido capaz de hacer.
Sobre
unos trece kilómetros después alcanzábamos el pueblo de Plasenzuela, donde
hemos aprovechado para tomarnos unos refrescos en el hotel rural, donde
amablemente nos han dejado un lugar para poder entrar con nuestros perros.
Allí
nos hemos despedido de nuestra amiga Karin antes de montarnos en los coches para
regresar a nuestro pueblo, con la sensación de que íbamos más cansados que
otras rutas a pesar de haber andado bastante menos. La falta de costumbre se ha
notado mucho, esperemos no volver a enfriarnos y volver a los senderos cuanto
antes mejor y si puede ser con el tiempo más fresco, mucho mejor para todos.
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