sábado, 22 de octubre de 2011

Capitulo 227: Huertas es churrera.






Un año más lo hemos podido comprobar durante las fiestas y algún día después.

Me viene a la cabeza la churrería que había en la plaza, la de Tío Luis, recuerdo perfectamente a este hombre, sentado delante de la chimenea friendo churros.

Pero sin duda la churrería que mejor recuerdo es la regentada por los que hoy en día son mis suegros y los tíos de mi mujer. Es cierto que teniendo un negocio como ese, tienes que aguantar a mucha gente que se les ha hecho de día y vienen un poco perjudicadas de la discoteca o de los últimos garitos abiertos. La churrería era el sitio donde nos podíamos encontrar a todo tipo de gente, a los trasnochadores, a los madrugadores, a los cazadores, a los pescadores, a los trabajadores, que también los había etc.
La hecho mucho de menos en ese sentido, aquel local fue muchos años sitio de quedada para muchas cosas, la gente quedaba allí para ir de montería, o para ir a cazar cuatro conejos; fueron muchas las anécdotas contadas allí por todos los cazadores que se reunían, muchas mentiras también allí contadas.

Según cerraban la discoteca de “Borde”, nos encaminábamos hacia la churrería como si fuera la procesión de los borrachos, éramos muchos por esa calle actualmente del encierro, los que enfilábamos hacia ese local. Al llegar, la verdad que a mí me daba un poco de vergüenza, porque  yo había llevado a la que por entonces era mi novia y actualmente mi mujer para su casa y luego casi siempre, por no decir siempre, me volvía a ir a la discoteca, así que la mirada de los suegros me daba pudor. Normalmente cuando iba, era porque había bebido un poco más de la cuenta y las vergüenzas se me habían quitado un poco, aunque nunca del todo.
Recuerdo nada más llegar allí sentados, a “Popi”, Leandro y Manolo “Colorao, también andaba por allí Chimplin”, a los cuales he de decir que les encantaba que fuéramos allí, y digo esto porque  además de pagarles alguna “copichuela” que otra, siempre acabábamos cantando, que al fin y al cabo era lo que a ellos les gustaba. Había una silla siempre desocupada y en la que ninguno de ellos se sentaba nunca, era la silla reservada para el “padre”, como ellos decían, mas de una vez cuando algún despistado se sentaba en ella, ellos siempre te decían, ahí no que esa es la del cura y está a punto de venir!! Y así era, a la hora de siempre aparecía Don José por la puerta, era muy raro que fallara algún solo día y el día que así lo hacía, ya tenía preocupados a todos “los coloraos” y compañía.

Un día de estos que no nos habíamos acostado, tuve una conversación con el cura, por aquellos años estaba yo con la cosa de entrar en la Tuna del pueblo y el siempre me decía que tenía que saber tocar algún instrumento, (guitarra, bandurria o laúd), los “coloraos” que siempre estaban al loro de todo lo que allí se hablaba, le dijeron que me escuchara cantar y que luego decidiera y así fue, acabamos todos cantándole al cura canciones de la tuna para ver si yo aprobaba el examen, cosa que al final no ocurrió pero que recuerdo con cierta sonrisa aquel día.

La verdad que aquellas madrugadas se vendían mas copas de anís y coñac que churros, rara vez me metía yo algún churro o alguna “jeringa” para el cuerpo, más que nada porque al encontrarse en el estomago con los “cubatas” no solían hacer buenas migas.

Desde aquí pido que se vuelva a instaurar una churrería en Huertas, pero que no sea solo en fiestas, si puede ser que nos dure todo el año , que comer churros y jeringas es salud y así si quedas tempranito con alguien para ir a hacer cualquier cosa, ya dispondremos de un sitio para quedar.

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