Padre, debo decirle que hoy me armé de valor, agarré mi vara de avellano la mochila y llamé a mi perro... bien temprano ponemos rumbo en busca de nuestras raíces. No he vuelto desde hace años a pisar por allí y la verdad que no se si tengo ganas o por lo contrario, me invade el miedo y la pena al ver lo que voy a encontrarme.
El camino me lleva a recorrer día a día lo que fuimos, cada paisaje me recordaba alguna anécdota, cada cortijo que me encuentro por el camino me lleva a recordar a sus inquilinos y recuerdo el nombre de todos aquellos que años atrás, ocupaban aquellas moradas.
A medida que me voy acercando los nervios se apoderan de mi y temo tropezar y caer a lo largo del camino. La calleja está irreconocible y vuelve a mi mente la figura de mi padre el cual tenía todas las piedras encima de las paredes. No dudaba en bajarse del burro para colocar la que se encontrara en el suelo, incluso sin pertenecer a la finca que él cuidaba, Hoy por ti, mañana por mi. Ese era el lema de todos y cada uno de aquellos hombres de campo.
A pocos metros de llegar al río el paisaje es desolador. Las paredes de la calleja no existen y los dueños en lugar de levantar los portillos, han optado por la manera mas económica que es poner dos cancillas en la calleja y apoderarse de todo ese tramo. Lo sé padre, con usted esto no hubiera pasado nunca, no lo hubiera permitido por nada del mundo, pero ya ve usted lo que han cambiado los tiempos.
Desde la calleja veo el puente, aquel que tanta ilusión nos hizo cuando se construyó y el esfuerzo tremendo que tuvo que hacer mi padre y los vecinos de fincas colindantes para construirle. Recuerdo en verano como nos servía a todos los niños para tirarnos desde el. Ninguno sabía nadar pero sabíamos de sobra cual era la parte honda donde jamás debíamos de acercarnos.
Los recuerdos me vienen desordenados y las primeras lágrimas asoman en mis ojos al ver la casa donde nací, en el suelo. Quedan dos muros de pie y los pilares del medio. Lo siento padre, es verdad que jamás debí permitir esto, me arrepiento de no haber hecho algo más para evitarlo.
Me quedo mirando los restos de una zahurda la cual siempre estaba habitada por algún cochino que de tantos apuros nos sacaban sus carnes a lo largo del año, y es cuando decido sentarme en la piedra que hay al lado y dejar mis ojos a su libre albedrío. Mi perro me mira extrañado y viene a rozarme con su cuerpo para de esta forma darme consuelo. Le abrazo y sigo llorando a lágrima viva mientras me viene a la memoria el lugar donde años atrás se encontraba el gallinero. Una sonrisa me viene al acordarme del día en que tío Anselmo le regaló aquella pequeña y extraña gallina a mi padre, y que decían que era americana. La de días que estuvimos mirándola y dándola ración doble de comida para que creciera como estaban las otras... lo que hacía la ignorancia.
En las fincas de alrededor están cortando encinas, aquellos chaparros que usted podó y guio hace años para que este fuera el resultado. Ya no se hace picón padre, las ramas quedan amontonadas en cualquier sitio y son propicias para un presunto incendio, a los cuales usted y sus vecinos tenían tanto respeto. Todavía recuerdo la chambra que usted usaba cuando iba a hacerlo y a madre remendándola cuando usted la traía llena de quemaduras y agujeros. "Algún día tu padre sale ardiendo". Susurraba madre mientras enhebraba la aguja...
Todo está en el suelo padre, no queda nadie en los campos y las tierras ya no se trabajan. Solo hay vacas que pacen en las fincas y que sus dueños se quejan de los bajos precios de las carnes y los altos precios de los piensos, todo es un desierto y de aquellos jolgorios de niños por los cortijos no queda nada.
Mientras suspiro poniendo en orden otro montón de recuerdos, mi perro me vuelve a rozar como queriendo decirme que ya es hora de emprender el regreso. Me levanto de mala gana y comienzo a caminar hasta el citado puente donde vuelvo la vista atrás para decir en voz alta, "padre perdóneme por haber consentido esto"...
En memoria de todos nuestros paisanos que vivieron en los campos pasando calamidades para sacar adelante a sus familias.
¡ Cuánto sentimiento! ¡Cuántas almas llenas de recuerdos!
ResponderEliminarPrecioso.