martes, 28 de julio de 2020

Capitulo 973: Subida a la cueva de Juan Caldilla 2.020.



No fue un domingo cualquiera el que dejamos atrás el pasado fin de semana. Por que cuando vuelves a reunirte con amigos para practicar una de las cosas que a uno mas le gustan, eso es ya una novedad en los tiempos que vivimos.

Igual que peregrinos acuden a sus lugares de cultos, nosotros llevamos cinco años peregrinando cada verano hasta la cueva sita en la localidad de Campillo de Deleitosa, a la que tenemos un especial cariño.

Y es que por mucho que pasen los años cada visita es una experiencia nueva y eso a un senderista le satisface. Jamas en los años que hemos ido lo hemos hecho por la misma senda, ni hemos vuelto por el mismo lugar, cada año es una aventura y si encima llevas a conocerla a alguien nuevo, el resultado es inmejorable.

A pesar de la calor que predecían los hombres del tiempo a las siete de la mañana estábamos en la plaza de Huertas, allí lo siguiente hubiera sido pasar por el motor a por el pan para el muerdino, pero tristemente cerraron la mejor panadería que había en muchos pueblos a la redonda y ahora toca buscarse la vida comprando otro tipo de pan.

La ruta comienza cuando te montas en el coche y la novedad como todos sabéis son las mascarillas. Lo primero mirar si la llevamos todos o como pasa últimamente, siempre hay alguien que la olvida.
Es un engorro para poder hacer vida normal, pero es lo que toca en estos momentos y hay que acatar las leyes siempre que sea por el bien de todos.

Los siete que nos dimos cita nos bajábamos de los coches tres cuartos de hora después, colgándonos las mochilas y preparados para la aventura. Contra antes nos pongamos en camino antes alcanzaremos la cueva y menos tiempo de calor tendremos que soportar.
El olor a jara lo cubre todo aunque el tomillo lucha con su espectacular olor por hacerse un hueco en nuestras narices.

Con un ritmo espectacular a pesar del terreno, tardamos una hora y cuarto en alcanzar nuestro objetivo, aunque la aventura como siempre es subir a la cueva. A pesar de hacerlo cada año uno no acaba de coger el golpe a la subida y ese rato de acojono me perseguirá toda la vida. Es momento de risas para unos y de acojono para otros, pero entre todos nos organizamos para subir todos y hasta las mochilas que van repletas, nos acompañan a la cueva. El muerdino de esta ruta debe ser siempre ahí arriba, contemplando a las decenas de buitres que viven en la zona y que cada vez son mas y también a los vencejos reales que anidan en la cueva. Este año también hemos tenido la suerte de ver alimoches y eso me ha puesto contento.

Comer allí no tiene precio y las fotografías se hacen solas ante tal paisaje. Con el cachondeo de recordar que nos queda la bajada comemos y probamos varios vinos de la zona, que nos alegran el rato.

Como siempre da pena abandonar el lugar, pero la calor nos encuentra a la bajada y nos queda el regreso hasta los coches, aunque es cierto que nos queda luego lo mejor de la ruta, que es el baño que nos pegamos en la garganta de Descuernacabras que este año está espectacular.

Con los coches nos acercamos hasta el lugar y allí nos ponemos el bañador para bajar hasta el agua. Un sendero lo justo de peligroso para que apenas vaya nadie y que queréis que os diga, nos alegramos de ello por que si no dicho lugar, no tendría la magia que tiene ahora.

Si de la cueva da pena bajarse, no te quiero contar la pereza que da abandonar el charco, a pesar del agua fresca una vez dentro uno no quiere volver a la realidad del día, pero toca regresar a comentar la ruta ya en el pueblo con alguna cerveza en la mano, donde siempre nos prometemos todos que al año que viene volveremos.

Nos vemos por las callejas.











  

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