jueves, 21 de mayo de 2020

Capitulo 966: La leyenda del cancho con patas.


Cuenta la leyenda que hubo una vez donde una joven trujillana de la alta alcurnia se enamoró de un jovenzuelo pastor, que vivía en la dehesa de Huertas de Ánimas.
Esta moza puso sus ojos en el zagal un jueves, cuando acompañada por su ama de llaves y por su chófer, se dispuso a acudir al mercado, que dicho día de la semana, se celebraba en la plaza mayor trujillana.

El pastorzuelo acudía cada jueves junto a su padre, a lomos de la burra Leonarda que cada jueves que pasaba parecía que no llegaría viva al siguiente. Los primeros tropezones siempre eran justo al llegar al "Charco de Tía Rentera", donde varias veces emparejaban al pasar, con alguna que otra moza a las que sus madres, habían mandado a lavar. Anselmo, nuestro pastor, no quitaba ojo a la Juani, hija de tía Juana, la mujer del sastre de Huertas. El padre de Anselmo, tío Lucas, siempre aceleraba el paso de la burra Leonarda al pasar por aquel lugar, temía que cualquier día de aquellos, serían el hazme reír de aquel nutrido grupo de jovenzuelas que parecían que aguardaban el momento del accidente cada jueves, con mas ilusión.
!La puta burra! gritaba tío Lucas mientras la daba con la vara de olivo que llevaba en las alforjas junto a una buena colección de quesos, que habían estado preparando toda la semana en el chozo.

Al pasar por el pueblo siempre tocaba hacer parada para reponer líquidos y vender algún que otro queso en la taberna de tío "Juriche", donde los hombres mas madrugadores ya andaban con las copas de anís y coñac para entrar en calor, antes de salir cada uno hasta su puesto de trabajo, acompañando la mayoría algún rebaño de cabras u ovejas, incluso varios andaban con piaras de guarros de montanera.

!Déjame un par de ellos y el jueves que viene te los pago!
Le gritaba Isidro, el pastor del Barranco, que como cada jueves había venido al pueblo con la buena intención de reunirse con su mujer, a la cual según las malas lenguas, cada vez que veía, la preparaba otro zagal. Cinco tenía con él trabajando en el campo y por el pueblo andaban otros tres, más el que venía de camino. Felipa la "coneja" tenía bien puesto el mote en el pueblo. Ella solo sabía reírse y dar de mamar a los cachorros, se la podía ver en cualquier lugar del pueblo con las dos tetas fuera y los dos hijos mas pequeños, enganchadas a ella y algunos de los mas mayores, esperando a que estos terminarán para poder merendar ellos el mismo manjar.

-Aquí te los dejo Isidro, que sepas que me debes los dos de la semana pasada, que yo no estoy para ir regalando nada.
_ Tranquilo, que lo que tardemos en cosechar, tengo reales de sobra para pagarte toda la producción que has hecho este mes.
- Eso espero. !Con Dios!
_ Tómate otro vaso que invito yo, le decía Isidro, el marido de la coneja, a la vez que apuraba el ultimo trago del suyo.
-Gracias pero tengo prisa, me esperan en el mercado mis clientes habituales, otro día.

Fuera esperaba Anselmo junto a la burra, que era la que menos ganas tenía de ponerse en marcha. Solo de pensar la cuesta que  esperaba al animal hasta llegar a la plaza mayor, intuía que cualquier jueves les tocaría a él y a su padre subir los quesos a cuesta.

El puesto del mercado le montaban rápido, un par de mantas que bien dobladas venían en el fondo de las alforjas, las tiraban en el suelo extendidas y los quesos encima. El tiempo les había ido creando buena fama y eran muchos los habitantes de la ciudad que acudían a comprar sus quesos. Felipa, la mujer de Lucas era quien preparaba la mayoría de quesos, tenía el don de "las manos calientes", que según los entendidos era la mejor cualidad para fabricar quesos.

Pronto el puesto se llenaba de gente y aunque muchos y muchas regateaban hasta el ultimo real, era rara la vez que no les pagaban el precio que ellos llevaban en mente. Alguna vez le tocaba al bueno de Anselmo, acercar la compra a la casa de mujeres mayores que venían cargadas con mas compras y que el peso de un par de quesos podía desestabilizar. Casi siempre le caía algo de propina a pesar de que su padre se lo tenía prohibido. !Toma hijo, pa que te compres algo ! y Anselmo miraba a su alrededor diciendo con la boca chica que no hacía falta que le convidaran, a la vez que extendía la mano para recoger la perra chica.

De vuelta al puesto vio a lo lejos junto a su padre, una señorita bien vestida y elegante, la cual no hacía nada mas que porfiar y reírse de Lucas, que andaba pesando cada queso que la joven le iba diciendo, para una vez que este le comunicaba el peso, le decía que ese no era, que era el de al lado.
Lucas era un hombre con infinita paciencia y estaba mas que acostumbrado a lidiar con la gente pudiente que moraba en la ciudad trujillana, pero esta niña se le escapaba de las manos y la verdad es que no le sonaba de ser clienta habitual.
Al llegar Anselmo junto a su padre, la joven cambió la manera de actuar y en lugar de pedir que le pesaran mas quesos para no elegir ninguno, esta comenzó a juguetear con el zagal. 
_Quiero aquel.
- ¿Este? preguntaba Anselmo levantando el queso sugerido por la dama.
_ No, ese no, el de al lado.
Y cuando el pastor levantaba el queso seleccionado la chica volvía a repetir su jugada.
 Tío Lucas harto de la niñata, apartó a su hijo de los quesos y con la voz levantada dijo: !No le muestres mas quesos, no va a comprar ninguno.! Que se vaya a reír de su familia.
La joven que parecía acostumbrada a liarla muy a menudo, entró en cólera y no se le ocurrió otra cosa que liarse a patadas con todos los quesos que los pastores tenían encima de las mantas. Fue el ama de llaves que andaba comprando naranjas en el puesto de al lado, quien al verla, corrió despavorida para quitarla de allí. Junto a la ayuda del chófer que rápidamente acudió al lugar al ver el revuelo.
Anselmo también ayudó a calmar a la joven aunque es cierto que se llevó de regalo varios arañazos y una patada en la espinilla que le dejó un buen rato cojo.

Cuando se llevaron a la dama, tío Lucas maldiciendo para sus adentros, intentó sin mucha suerte recuperar alguno de los quesos que había sido fruto de las patadas, estaban destrozados y no servirían para la venta. 
-Vámonos Anselmo, no tenemos nada que vender en esta plaza. Tráete a la burra que carguemos todos estos resquicios y nos vamos para el chozo.
Fue uno de los policías que vigilaban el mercado el que los dijo que dejaran limpio todo aquello, por si no tenían bastante con la putada que les había preparado la damisela.
- Que lo limpie la señorita y sus criadas, que nosotros no hemos hecho nada. Contestó tío Lucas bastante cabreado.
_ No me haga usted sacar la porra y liarme a porrazos con usted y su hijo, recojan todo eso y se vayan por donde han venido.


Diez minutos después, la burra, tío Lucas y Anselmo pasaban delante de la iglesia de Santo Domingo buscando la calleja del pozo nuevo que les devolviera justo al cruce del Regajo, por donde subirían camino de Huertas.
En el trayecto no se escuchó nada mas que algún que otro tropezón de la burra Leonarda, que sabía de sobra que el horno no estaba para bollos y ante cualquier desmán suyo, la vara de olivo saldría pronto a pasear sobre sus costillas.

_ No paramos en el pueblo a vender las sobras, preguntó Anselmo a su padre.
- Qué sobras vas a vender si la puta niñata ha zaleado todos los quesos, quien coño va a querer comprar esto.
_ Padre, se los podemos dejar a tío "Resti" en el comercio, que él haga lo que crea conveniente con ellos, seguro que los saca provecho.
- Mira, parece que vas aprendiendo pronto lo que es el negocio. Tienes razón, vamos al comercio y que nos de lo que quiera por ellos. Incluso los podemos cambiar por alguna tira de bacalao que tu madre lo prepara con arroz y patatas como no lo hace nadie en toda la dehesilla.

Justo al pasar de vuelta por el charco de tía Rentera tío Lucas le dijo a su zagal que si se había fijado como le miraba la Juani cada vez que se cruzaba con ella, a lo que Anselmo muerto de vergüenza dijo rápidamente que no.
- Qué cosas dice padre, ¿quien se va a fijar en un triste pastor?

En las postrimerías del chozo blanco ya olía al guiso que tía Felipa andaba preparando con leña de encina y taramas secas de escobas, que tenía al lado de la puerta de casa.

Nada mas ver la cara de su marido se dio cuenta de que algo no iba bien, no se atrevió a preguntar que tal había ido la venta de los quesos, puesto que aquella cara le contestaba a su pregunta.

_ Ahí fuera tenéis el barreño con agua templada para lavaros un poco, voy a dar de beber y comer a Leonarda que se lo tendrá ganado la pobre mía.

- No hemos sacado ni para el heno de la burra, contestó Lucas con voz seca. Cada jueves da más pereza subir a la ciudad y encontrarte con alguna señora o señorita que le apetezca divertirse a costa nuestra. Creo que  de aquí en adelante venderemos solo en Huertas y los campos de alrededor, no merece la pena ir a la ciudad.

_ Vamos a comernos las lentejas con orejas que tengo preparadas y seguro que después lo vemos todo de otra manera, dijo Felipa mientras retiraba la cazuela de la lumbre.....

Mientras tanto en casa del Marqués de Buenavista, el ama de llaves informaba a la marquesa del incidente que había provocado la niña en el mercado. Ahora quedaba lo mas difícil, informar al marqués de lo sucedido sin que le diera ningún trombo.
_ Yo se lo digo, dijo la marquesa sentada en el jardín, saboreando una copa de vino del lagar que poseían en el arrabal del Pago de San Clemente. Este año ha salido una cosecha soberbia, decía para sus adentros mientras escurría lo que quedaba en la botella. La marquesa tenía solo dos vicios declarados, el vino que fabricaban ellos y el jardinero que atendía la casa, del cual estaba enamorada perdida

Cuando llegó la noticia a oídos del marqués, este, lejos de sobresaltarse, de manera muy pausada llamó a careo al chófer y el ama de llaves y los ordenó que de inmediato, preparan el carruaje para ir hasta el chozo blanco, para pedir perdón a los pastores, además de pagarles todos los destrozos causados por su hija, a la cual también había ordenado vestirse para acompañarles en el viaje.
_ Esto lo has hecho tú y serás tú quien lo arregle. Así para la próxima andarás con mas cuidado. No consentiré que manches el nombre de los Buenavista jamás.

Andaba Anselmo con las cabras por los almendros, cuando vio a lo lejos por el camino que pasaba por bajo de la casa de los vaqueros, un carruaje que venía dejando un rastro de polvo en señal de lo rápido que venía. No le quitó el ojo hasta ver que se dirigía justo hasta el chozo, donde sus padres andaban preparando mas quesos con la leche recién ordeñada de las cabras.
Pegó un silbido a los perros y pronto tenía a todas las cabras a su alrededor. Las guió hasta las cancillas y las dejó allí para poner rumbo a toda velocidad hasta el chozo, no quería perderse a los visitantes.
Cuando llegó ya habían bajado del carruaje todos los inquilinos y allí delante del chozo, el marqués comenzaba el discurso para pedir perdón a tío Lucas y tía Felipa, que andaban asombrados ante tal hecho. Jamás nadie de la alta alcurnia les había visitado nunca y mucho menos, para pedirles perdón.

_ Siento mucho lo sucedido esta mañana, mi hija anda un poco como todos los chavales de su edad y no sabe para donde está canteada. Les pido la perdonen y acepten de nosotros estos caldos y estos reales para pagar todo lo que ella ha destrozado en el mercado. Así mismo les quiero comprar todos los quesos que tengan pensado llevar el jueves que viene a la ciudad, de este modo creo que pagamos con creces el daño que ha hecho mi hija.

Tío Lucas que otra cosa no, pero orgullo, le sobraba por todos los poros de su cuerpo, le contestó con voz ronca: No tiene que traer nada, con nosotros no tiene ninguna deuda que saldar. Ahora recoja todo lo que ha traído y le diga a su chófer que le lleve por donde ha venido.
Tía Felipa que sabía del orgullo de su marido, no se atrevía a decir nada, pero le daba pena que aquella visita no sirviera para hacer las paces o por lo menos, para no sembrar mas odio. Sólo se atrevió a susurrar una vez todo dentro del carruaje, buen viaje.

El marqués con la rabia que llevaba encima al ver quebrantado su orgullo, ordenó al chófer que cambiara el camino de regreso y lo hiciera por el Charco de Tía Rentera, para justo antes de llegar a él, sacar el mechero y prender toda la cosecha de heno que tío Lucas tenía sembrada y que estaba a punto de recoger.

Así fue, soplando la mecha hasta que vio las chispas, arrimó el mechero a un matojo de escobas secas que había cerca del camino y consiguió que estas prendieran y una vez las llamas eran menudas, las arrimó al sembrado y ordenó al conductor de la carroza que pusiera pies en polvorosa mientras dejaban el sembrado ardiendo.

Fue Anselmo quien dio la voz de alarma dentro del chozo, cuando salió de nuevo a ver como andaban las cabras.
_ !Fuego, fuego,! padre, se quema el sembrado.
- Me cago en el hijo puta del Marques y todos sus muertos, seguro que ha sido él.
Pusieron rumbo lo mas deprisa que pudieron correr hasta el inicio de la finca, que lindaba con el charco de Tía Rentera. Con ellos llevaban escobas y un cubo de lata que tenían para coger agua de la Fuente de los Borrachos y que les haría falta para apagar el intenso fuego que se había preparado.

Las llamas eran tan altas que era imposible arrimarse a ellas para apagarlas. El humo hizo mella en los pulmones de tío Lucas que pronto se tuvo que retirar y arrodillarse mientras maldecía al marqués. Anselmo sin embargo con una escoba verde fue capaz de apagar bastante tramo del incendio, pero era tan difil hacerse con él que en su interior sabía que pronto estaría totalmente descontrolado.

Fue entonces cuando entre el humo y las llamas vio correr de un lado a otro un cancho que según pasaba por encima de las llamas, las iba apagando. Anselmo al ver tal hecho, creyó estar en el otro barrio. No puede ser real esto que estoy viendo, es el famoso cancho con patas donde varios días acampo con las cabras. Pero ¿como va a moverse el cancho y mucho menos apagar el fuego?

En media hora no quedaba ni rastro de lumbre por toda la dehesilla. Tío Lucas no se lo creía y cuando llegó delante de su hijo, se abrazó a él dándole las gracias por la buena labor de apagar el fuego, que hubiera acabado con toda la cosecha y a la vez, con todo el futuro de la familia.

_ Verás padre, no te lo vas a creer, pero no he sido yo el que ha apagado el fuego, ha sido el cancho con patas que está justo al lado de la Fuente de los Borrachos.

Tío Lucas le tendió su brazo al zagal por encima de los hombros y se le llevó para el chozo. Vámonos hijo que has tragado mucho humo, que te prepare tu madre el baño y te lavas bien, que parece que has venido del Senegal.

Cada vez que Anselmo pasa por delante del cancho con patas, le guiña un ojo, no deja de acordarse del día que este, ayudó en la extinción del incendio, que hubiera acabado con toda la cosecha y piensa que la Juani, será su compañera mas pronto que tarde... Del marqués solo espera que la vida le de la oportunidad, de devolverle el daño que les hizo aquel día.

Y colorín colorete se explotó un cohete.




Queda totalmente prohibido usar este cuento sin mi permiso.

















No hay comentarios:

Publicar un comentario

Capítulo 1.021: Finde de las tres "S"

  Santoña, Santander, Santillana del Mar. Nos volvimos a poner en carretera cuatro meses después de haber hecho el anterior viaje a Portugal...