domingo, 26 de abril de 2020
Capitulo 965: Cuarenta y cuatro días después.
Cuarenta y cuatro días han tenido que pasar para que los peques hayan podido volver a salir a la calle. Y los que tenemos alguno a nuestro alrededor ha sido una buena noticia para ellos y para sus familias.
Como si de la noche de reyes se tratara así se han levantado esta mañana. En sus rostros la ilusión y el nerviosismo convivían juntos; después de tanto tiempo sin tener prisas para hacer prácticamente nada, hoy si la había y el desayuno ha sido devorado en un tris, para seguidamente vestirse sin saber muy bien que ropa ponerse. Parece mentira que una vez que se rompe la rutina diaria, los cuerpos salen de su monotonía y olvidan pronto sus quehaceres.
La ruta elegida la tenía clara, subir a por el pan y pasar por las casas de sus abuelos. Es muy duro saber que los tienes prácticamente al lado tuya y no puedes abrazarlos. Esta pandemia es dura en todos los aspectos y no entiende ni de parentescos ni de cariños. A pesar de ello Daniel quería verlos fuera de las benditas tecnologías, que por lo menos, nos mantienen a todos en contacto.
No tiene nada que ver, me dice, ver a la gente cara a cara es mucho mejor que verlos por una pantalla.
Comprendo que no se pueda pero son cuarenta y cuatro días sin poder dar un beso y un abrazo a mis abuelos y abuelas, que por suerte puedo presumir de tener a mi lado y en mi pueblo, y eso duele mucho. Ya sabemos que hay niños mas cariñosos en su forma de ser que otros y este sin duda, siempre ha sido de los que le sobran besos y abrazos para dar a diario.
El aire apenas se mueve, con su mascarilla puesta y sus guantes pronto le nota en su rostro . Va caminando nervioso y pronto se da cuenta que por las calles apenas hay nadie. Ni un coche ha pasado, tenemos toda la calle para ir caminado tranquilamente y me dice en tono jocoso que no voy a tener que reñirle para que se arrime a la pared.
El color de su cara es pálido y con su mascarilla de color verde resalta mas sin duda. Con el primer paisano que nos cruzamos tiene palabras para él. !Que bien que os dejen salir ya!, le dice. Una sonrisa es la respuesta, aunque con la mascarilla, el paisano se queda sin verla.
Andamos ligero como si su tiempo tuviera fecha de caducidad en plena calle y suspira por llegar pronto a la puerta de sus primeros abuelos, los cuales ya están avisados de que su nieto les hará hoy una visita, corta, pero menos es nada.
No para de hablar, de preguntar y sigue flipando de la soledad que reina por todas las calles del pueblo. Llegamos y su abuelo le recibe tras el cristal, se le nota también nervioso y lucha contra sus ganas de salir y abrazarle hasta que este le diga que le está haciendo daño.
Su abuela le piropea y ambos coincide en que tiene un color de cara que parece mas de los Países Bajos que de Extremadura. Yo sigo todo los acontecimientos sin pestañear sin perder detalle de este emocionante encuentro. Cuando apenas llevamos cinco minutos de conversación es Él mismo el que dice que tenemos que irnos. Lleva en su cabeza el cronometro y sabe que quiere repartir su tiempo por partes iguales con sus abuelos.
Con sus otros abuelos la conversación es la misma, el color de cara, que le ven mas alto y que si se pudiera estos también se le comerían a besos y abrazos. Es emocionante pensar donde hemos llegado por culpa del bicho y lo bien que los mas pequeños saben como tratar. Sin duda que gracias a ellos saldremos antes de esto porque ponen mucho mas interés que los adultos a la hora de cumplir ordenes y recomendaciones.
Media hora mas tarde andábamos por el resbaladero, donde tenía puesta su hoja de ruta y era allí donde había que hacerse la primera foto. Si nos dejaran jugar, esto estaría lleno y sería peligroso para todos, me dice. Se que tardaremos muchos días en poder disfrutar de ello, pero ahora lo importante es que esto pase y que se cure toda la gente.
Al llegar a casa su cara era otra, tenía tantas ganas de contar a su madre todo lo acaecido, que los nervios apenas le dejaban hablar.
Cuarenta y cuatro días en casa, seguro que jamás olvidará el día de hoy.
Todos juntos saldremos de esto y un día lo recordaremos como una anécdota mas.
Respetad las leyes por favor, es la única manera de acabar con el bicho.
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Me has emocionado. Gracias por reflejar con palabras este momento.
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