Cuando estalló el conflicto entre estas dos religiones a nadie le cogió de sorpresa. Habían sido varios años jugando al despiste y escondiendo las miserias de cada religión. Las muertes en ambos bandos habían sido camufladas para no levantar sospechas y que esos actos, acabaran en lo que al final terminó ocurriendo. Los aliados de los Victorianos comenzaron a mandar armas a casco porro, justo al igual que los que apoyaban a los Rosarinos. La guerra estaba servida y los ganadores como siempre serian los aliados, que lograrían arrasar la ciudad sin movilizar a ninguno de sus soldados.
Lo mas doloroso fue empezar a ver enfrentamientos entre los propios familiares, que tenían diferentes creencias. Lejos de ser capaces de anteponer los vínculos de sangre, a los vínculos religiosos. Y así fuimos conociendo una muerte tras otra, dejándo de sorprendernos a medida del grosor de los casos. A nuestras mentes comenzó a venir la idea de salir corriendo de la ciudad, de momento eramos unos privilegiados al no haber perdido aun a ninguno de nuestros familiares, aunque mas de uno ya andaba decantándose por uno de los dos bandos, demasiadas promesas en épocas de vacas flacas que convencían a cualquiera.
Los chivatazos en los dos bandos estaban a la luz del día y muchos fueron apresados tan solo por haber estado en alguna procesión, a pesar de no creer en ningún Dios. Venían a sus casas y los sacaban a la fuerza y al que se revelaba, lo quitaban del medio sin ningún tipo de escrúpulo.
Era lunes el día que con lo puesto y una sola muda mas, fui capaz de llenar el deposito del coche y poner a la familia en camino. Claro que nos costó dejarlo todo atrás. Una vida entera, una historia, muchos recuerdos se quedaban en aquella ciudad. Ademas de varios familiares que se negaron a acompañarnos.
El lugar al que nos dirigíamos era incierto, las ciudades colindantes habían empezado a negarse a recibir a mas exiliados y habían pasado de mostrar indiferencia ante tanto refugiado, a ir contra ellos. Al grito de que los quitábamos el trabajo y todas las subvenciones, comenzaron a perseguirnos. Quemaban las casas de acogida donde estábamos hospedados mientras conseguíamos un trabajo, y a los niños no los dejaron en ningún momento integrarse y relacionarse con los del pueblo.
Era imposible seguir mal viviendo allí y decidimos seguir hasta el siguiente pueblo o ciudad. Todos menos los que fueron capaces de acostumbrarse a vivir en esas condiciones.
Otro pueblo y las mismas condiciones, nadie nos quería, parecíamos apestados de alguna enfermedad rara y todos nos esquivaban. Todos los robos y demás incidentes que ocurrían en los pueblos a donde íbamos, nos eran echados en cima de nuestros curriculuns, sin haberlos consumado. Ver pasar hambre a tus hijos es lo mas duro que unos padres pueden llegar a ver. La paciencia se te va agotando y aunque siempre íbamos dando con gente que nos ayudaba de manera oculta, esta forma de vida era demasiado dura para habitantes de cualquier pueblo donde nunca antes había pasado esto. Varia mucho de verlo en televisión a pasarlo en tus propias carnes y uno solo pensaba en que la maldita guerra de religiones que estalló en nuestra ciudad, acabara cuanto antes. Pero las noticias que nos llegaban eran contrarias y cada día había montones de muertos. Al ver imágenes de bombardeos pensabas en los vecinos que vivían en aquellas casas, ahora derrumbadas.
En la ciudad de Miajadas pude encontrar un trabajo. Allí una asociación se dedicaba a buscar trabajo y morada a refugiados, siempre y cuando pasáramos por un periodo de prueba. Los niños pudieron ir al colegio y de momento parecía que la vida volvía a tener sentido. Iba todo demasiado bien para la suerte que nos pertenecía por culpa de las malditas religiones y muy pronto comenzaron a odiarnos en el pueblo que nos había acogido, los que no tragaban a nadie de su etnia comenzaron a hacernos la vida imposible, a buscarnos las cosquillas y a meterse con nuestros hijos. Hasta ese día tuve paciencia, a partir de aquello no aguanté mas y me hice igual que ellos. Ante agresiones comencé a defenderme y pronto di con mis huesos en la cárcel.
El día que pude salir me enteré de que mis hijos habían sido dados en acogida y mi mujer fue obligada a volver a nuestra ciudad, a pesar de seguir en guerra.
Vinieron a visitarme los aliados a los Rosarinos y me convencieron de que creyendo en su religión, comenzaría a vivir mejor. Fue fácil convencerme, el odio que había ido acumulando se hizo una bola muy grande y fue en mi propia ciudad y contra muchos de mis anteriores amigos, donde lo descargué.
Sin darme cuenta me había vuelto igual que ellos. A los que siempre había criticado ahora eran mis redentores y pronto pasé a ser un Rosarino mas. Hice la guerra como nadie sin apenas tener nunca un rasguño. Vi morir a muchos amigos y sin embargo nunca tuve dolor por ellos. Toda la sangre derramada tenia un porque, Rosario es grande!! ese era nuestro lema y por el que estábamos dispuestos a morir. Sin saber nada de mis hijos y con mi mujer desaparecida no tuve otra opción. El odio formaba parte de mi y el ultimo atentado que sufrimos en el pueblo donde murieron mas niños y mujeres que hombres, fue lo que me hizo despertar de mi pesadilla....
Ha sido un sueño, otros muchos no pueden decir lo mismo por desgracia.
Putas guerras y putos quienes las provocan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario