miércoles, 3 de junio de 2015
Capitulo 654: Ya no se canta en el "Calvario".
A pesar de que es ley de vida e intentamos estar preparados para cuando llega, el momento de perder seres queridos es tan fuerte que uno nunca está dispuesto para ello.
Repasando las ultimas perdidas de personas en el pueblo, me paro en uno de los barrios mas famosos que existen dentro de el mismo y vuelvo la vista atrás en el tiempo cuando dicho lugar, estaba poblado de vecinos y todos hacían piña para la mejor convivencia posible de todos ellos.
Hoy en día nos faltan muchos de aquellos moradores y el mejor homenaje que podemos hacerles a todos ellos, es tenerlos presentes en nuestros recuerdos y que estos jamas caigan en el olvido.
Antonio "Figura" "el enterrador", ha sido el ultimo en dejarnos después de una larga enfermedad.
Es curioso como una persona de oficio enterrador, viviera en el barrio del Calvario. Este hecho sin duda le marcó para siempre entre sus vecinos, los cuales siempre hablaban de esta casualidad de forma jocosa y divertida.
Un servidor que tuvo la suerte de trabajar varias veces a su lado, le recuerda como una persona bromista y a la vez seria, en su trabajo. Los chistes dentro del cementerio cuando emparejábamos allí trabajando, no faltaban nunca. Y eso que mas de alguna de aquellas historias lo único que conseguían dentro de mi las primeras veces, era acojonarme un poco mas de lo que yo, por aquellos años, un chaval, estaba dentro de aquel inhóspito lugar.
El barrio del Calvario uno le recuerda en Huertas por ser uno de los mas concurridos siempre, a cualquier hora del día y cualquier día de la semana. Nadie me podrá negar que dentro del mismo el buen humor nunca faltaba e incluso vecinos de barrios anexos al mismo, siempre acababan en el, puesto que era donde se "cocinaba" todo. Las mejores ranas siempre se han comido allí. De lagartos no hace falta que hablemos, las "criaillas", espárragos, cardillos y todo lo relacionado con el campo era allí donde nunca faltaban.
De pequeño cuando jugábamos por las calles de nuestro pueblo, pasar por el barrio del Calvario era una obligación, no se si era para chinchorrear lo que andaban haciendo o para ver si una de esas tardes-noches veraniegas, andaban fabricando algún pisto con los tomates frescos y cebollas de huertos cercanos, y teníamos la suerte de que "Popi" o algunos de sus hermanos, nos invitaran a probar dicho manjar. O con un poco de suerte, también podíamos probar alguno de aquellos chorizos picantes, hechos con carnes, que según los mentideros, no habían sido conseguidas en ningún matadero, pasando los pertinentes certificados que ahora, de forma abusiva, exigen a todos los carniceros.
Aquellas invitaciones tenían luego alguna que otra "consecuencia". Lo mas normal era que "Rubi" o "Lolete" te mandaran a comprar tabaco. Si, aunque hoy nos parezca mentira, no era necesario tener dieciocho años ni mucho menos. Valentin te vendía el tabaco aunque no llegaras al mostrador.
Si de tabaco andaban bien, a lo mejor tocaba ir con el casco de una botella de vino vacía, en busca de que te la llenara Galvez en el bar o si estaba abierta, lo hacia su mujer en la tienda. Si no llevabas el casco vacío, te cobraban veinte pesetas mas el litro de vino, por lo que uno iba con dicha botella entre las manos, con mas miedo que vergüenza, puesto que el dinero para el vino uno lo llevaba siempre justo. Y eso que los habitantes del Calvario eran de los pocos que nos "convidaban" cuando hacíamos los recados, que otros vecinos mas cercanos con darte las gracias (si acaso), iban despachados.
Sin duda que si ibas a buscar a alguien al Calvario y no estaba, podías ir de cabeza a buscarle al bar de Galvez, donde alguna que otra vez desde las escaleras, ya se oía cantar a alguno de los hermanos "colorados", acompañados a las palmas o con el vaso pegando en la mesa, de alguno de los habituales clientes de aquel famoso bar, del cual me gustaría escribir no tardando mucho.
La taberna de Bidón, al lado de la de Galvez también era frecuentada por muchos de los habitantes de este barrio y allí sin duda es donde yo de pequeño, emparejaba mas con ellos, puesto que mi padre era uno de los clientes habituales de dicho bar.
Gracias a la buena relación de mi padre con ellos, de pequeño puede ir mas de dos veces de caza a su lado, cuando abundaban por nuestros campos los conejos, liebres y perdices. Su manera de cazar era sin ningún arma de fuego y con buenos perros y algún que otro garrote, les bastaba para traer algo colgado del cinturón y ademas, ninguno de los acompañantes corríamos peligro.
Los veranos como casi en todo el pueblo, el barrio del Calvario se multiplicaba de gente. Muchos emigrantes volvían con sus hijos pequeños y estos alegraban mas aun dicho lugar. Ellos jugaban a sacar por "las pintas", a los padres de los niños que por allí corríamos jugando al escondite o a "rescate", demostrando a los venidos de la capital, que era imposible que corrieran mas que nosotros. Niños de pueblos acostumbrados a correr sin coches que interrumpieran nuestros juegos. Ellos sin embargo aleccionados en la capital, se frenaban en cualquier cruce de callejas, esperando por si algún vehículo por allí pasara.
Cuando los coches empezaron a ser habituales en el pueblo, los habitantes del Calvario cambiaron los días de campo en la dehesilla, por irse un poco mas lejos. Allí junto a la puerta de "Torregua", al lado del río Merlinejo, montábamos el campamento. Y digo montábamos porque mis padres también solían ir y a la vez nos llevaban con ellos a pasar los domingos al lado de todas estas buenas personas, que siempre presumieron de compartir lo poco o lo mucho que poseían, sin importarles quien estuviera comiendo del plato suyo. Entre trago y cucharada pasábamos los días festivos en aquel lugar. Los pequeños disfrutábamos del río y los mayores después de coger los primeros lagartos de la temporada, acababan contando chistes, hablando de sus largas peonadas de trabajo y como no, cantando. Al lado de la lumbre de encina aquellas peculiares voces que alguna vez todos los huerteños hemos intentado imitar, (alguno de ellos con bastante éxito), sonaban mejor y para que no salieran aquellos inoportunos "gallos", la bota de vino iba de mano en mano, sin que nadie se preocupara de guardias ni globo luego en la vuelta, cuando la noche se empezaba a comer el día.
Y así se fue pasando la vida y hoy muchos de aquellos hombres nos han abandonado, pero nos han dejado su esencia y sus recuerdos. Porque las personas buenas nunca mueren y siempre perviven en el recuerdo de los que se quedan. Por eso hoy, a pesar de que no oigo cantar en el Calvario, cada vez que pase por el, mi recuerdo será para todos ellos.
Y si sus progenitores quieren, dicho barrio perdurara en el tiempo siendo uno de los lugares mas famosos de Huertas, de donde estoy seguro que se podrían escribir miles de historias allí ocurridas o allí contadas, en aquellas noches calurosas de verano donde sentados al fresco, las mujeres esperaban a que acudieran sus maridos.
P.D: Fotos de la pagina oficial de Huertas de Animas.
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