Lo que para los vecinos de la zona era una cosa normal, producto de la naturaleza, para los visitantes que se acercaban por la zona y los que pasaban de largo y se quedaban estupefactos ante tal explosión de color. Muy avispados los moradores del Valle del Jerte, comenzaron a vender tal evento a los turistas y visitantes que pronto corrieron las voces por toda la península, incluso, fuera de ella, para que este momento no pasara desapercibido para todos nosotros.
A pesar de que esta fiesta, uno la tiene mas que vista, es imposible negarte a volver a contemplar tal maravilla. Si encima eres capaz de arrastrar a nuevos visitantes a la misma, creo que uno ya se da por satisfecho, solo con observar las caras de los que por vez primera ven en directo tal espectáculo.
Pero nosotros tenemos todavía mucha mas suerte si cabe, puesto que, ademas de tener el Valle a poco mas de una hora de camino, nos separa de el, un parque nacional. Me refiero al parque nacional de Monfrague, el cual luce espectacular en cualquier época del año, pero es en primavera, cuando su abundante jara se adorna con sus espectaculares flores, cuando de verdad que merece la pena pasar por el.
Una vez cruzado dicho parque llegamos al Valle, donde los primeros cerezos pronto nos deslumbran con sus blancas flores. Decidimos pasar por Valdastilla, puesto que al estar mas bajo la floración estará mas desarrollada. Así mismo, aprovechamos para volver a contemplar su hermosa cascada, la cual a diferencia de mi anterior visita, la cual aprovechamos nosotros solos del lugar, era imposible no cruzarte con personas, tanto en la subida, como en la bajada. Turistas madrileños, andaluces, valencianos, incluso muchos extranjeros, intentaban con sus cámaras recoger el momento.
Después de la visita a Valdastilla, decidimos subir al pueblo del Torno, al cual nos une un fuerte vinculo, por culpa de nuestro párroco, el cual es nativo de dicho pueblo. Una de las cosas que mas me gustan del Valle del Jerte y que a lo mejor a muchos les pasa desapercibida, son sin duda sus gentes.
El pararte en cualquier pueblo a preguntar por cualquier sitio es adquirir cultura, puesto que todavía a día de hoy me falta encontrarme con alguien del lugar, que ademas de darte una buena explicación, no te aconseja el visitar algo mas de lo que tu lleves previsto hacer, ademas de aconsejarte donde comer o en que bar entrar a tomarte algo.
En el Torno aparte de eso, una buena mujer nos acompaño a visitar la casa donde nació nuestro párroco, ademas de explicarnos como había evolucionado dicha construcción.
Un buen rato después estábamos sentados a la mesa, justo en un restaurante a orillas del río Jerte, un lugar muy acogedor y muy tranquilo, donde la comida es exquisita así como el trato y rapidez en el servicio.
Para seguir con nuestro domingo turístico, decidimos llegarnos hasta la ciudad de Plasencia, la cual era una gran desconocida para mi familia y para mi. A pesar de estar demasiado cerca de nosotros.
Pasear por su casco histórico es un placer. Ver su plaza abarrotada de gente y ver su catedral, es otro de los placeres que uno puede saborear en la ciudad placentina.
La calor reinaba y nada mejor que refrescarnos con un helado, el cual compramos en la plaza mayor. Seguir caminando por la ciudad contemplando palacios, puertas y murallas bajo un sol de justicia hizo que dicho domingo nos recordara mas al verano, que a la estación en la cual nos encontramos.
Volviendo al coche, el cual dejamos aparcado junto a la "Isla", es un buen invento las escaleras mecánicas situadas en dicho lugar, desde donde se accede a la zona monumental en apenas dos minutos.
No queríamos dejar pasar la oportunidad al estar tan cerca, de volvernos al pueblo no sin antes visitar el reciente mente inaugurado, monumento a las victimas de la catástrofe del pantano de Torrejòn. Donde mi abuelo fue uno de los supervivientes de aquel desastre, el cual cincuenta años después, sigue sin aclararse. Ni siquiera se sabe a ciencia cierta, cuantas victimas hubo en tan terrible "accidente", ni quien fue el culpable de aquello.
La verdad que el monumento que yo me esperaba era otra cosa. Hay cientos de rotondas por los alrededores de la presa donde hacerles de verdad dicho monumento y no esta diminuta estatua que si no es por los vecinos del pueblo a los cuales tuvimos que preguntar, nos hubiera sido imposible encontrarla. Aunque el mejor monumento para las victimas y sus familiares seguramente que seria el esclarecer culpas y pedir perdón por parte de los verdaderos culpables, los cuales cincuenta años después, con muchos de ellos ya fallecidos, siguen sin salir a la luz.
Poniendo fin a nuestro viaje turístico, nos topamos de frente con la otra cara de las vacaciones, que no es otra que los accidentes de trafico, los cuales cuando hay victimas, te dejan un mal sabor de boca. Y lo malo es que según van pasando los años, uno se va a costumbrando a estas cosas y aunque me duela escribirlo, cada día nos importa menos el dolor ajeno.
Un domingo especial, familiar y con un tiempo excelente, aprovechando uno de los entornos que mas me gusta de nuestra comunidad extremeña. ¿Que mas puedo pedir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario