miércoles, 24 de noviembre de 2021

Capítulo 993: Cuando un vecino nos abandona. ( Tío Mané).

_¿Te vienes a trabajar?
Aquellas palabras que a cualquier chaval de hoy en día le suenan a chino, me cambiaron la cara, ir a trabajar con mis amigos de toda la vida y su padre, para mí fue todo un orgullo.
El trabajo que me tenían guardado no fue muy ameno y tampoco divertido, un montón de arena y delante un somier de los de toda la vida el cual se usaba como criba. El funcionamiento era fácil, meter la pala en el montón de arena y tirarle sobre el artefacto, así una y otra vez hasta que terminara aquel montón que a medida que iba pasando el día se parecía más a una pirámide que a un simple montón. 
De vez en cuando tú salías fuera de la obra a ver como andaba y me animabas diciendo que ya quedaba poca arena que cribar.
Las bojas empezaron a asomarse en mis manos y cuando paramos para comernos el bocadillo, yo las escondia para que no se rieran de mis manos inexpertas llenas de bojas....

La vida en el barrio por aquellos años se puede decir que fue bastante buena dentro de lo que cabe. Teníamos para comer siempre y como ninguno de los amigos podía tener ningun  capricho fuera de lo normal, nunca sentimos envidia unos de otros.
Pero la casa de Tío Mané y Tía Juana era otra cosa, siete hijos con sus correspondientes amigos daban para que siempre hubiera alguien dentro de esa casa. Siempre admiré la facilidad de Juana haciendo cuentas, para sostener a la familia con el sueldo de tío Mané. Y no solo eso, que si ibas a llamar a cualquiera de sus hijos y andaban merendando, también había algo para ti.

Sin duda alguna los mejores ratos eran en las navidades, cuando después de cenar cada uno en casa de su familia, quedábamos en ca tío Mané para bebernos una copa y cantarnos algún que otro villacinco que cualquiera de sus hijos empezaba y que los demás allí presentes, acompañabamos como buenamente podíamos, la mitad de los años algo perjudicados.
De niños cuando liabamos alguna trastada, recuerdo que el recibimiento en la puerta era con el trozo de manguera que se guardaba dentro de la puerta del contador de agua y que ha Tío Mané le servía para ponernos el culo caliente antes de que cada uno entrara en su casa. Daba igual si fuera tu padre o no, allí se repartía leña a partes iguales y nadie protestaba nunca, porque seguramente el castigo fuera peor.

Con el paso de los años el destino caprichoso quiso que emparejaramos en la misma empresa, la última antes de tú merecida jubilación, y en aquella cena de empresa logramos emocionarte al despedirte todos tus compañeros. 
Siempre has sido un currante y  así te recordaremos en el barrio que últimamente va perdiendo vecinos demasiado deprisa.
Hoy puedes estar orgulloso de haber visto a toda tu familia junta y a las decenas de amigos que cada uno de tus hijos tiene y que les han devuelto el cariño que ellos desprenden.
Sin duda alguna que hoy será fiesta por ahí arriba, tus amigos que andan por allí han decidido hacer un arroz con liebre en ca Gálvez para recibirte, antes de ponerte corte, que allí por desgracia hay demasiados albañiles ya y aquí abajo cada vez somos menos. 
Teniente, Parriqui, El "handalo", Casimiro, Felix, Milindre, Kiko Pino y los Coloraos andan contentos porque otro de los amigos se une al grupo.
Hasta siempre Tío Mané, gracias por ponerme en el camino de la albañilería.

Que la tierra te sea leve, descanse en paz.

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