martes, 29 de julio de 2014
Capitulo 591: Lágrimas de acero.
... Y me gustaría sentir lástima por ellos, pero lejos de eso, me he acostumbrado a mirar para otro lado. A poner mala cara, mal gesto y acto seguido, cambiar de canal.
Poco a poco me he ido sumando al carro de los que pasan de todo, y la verdad, pensé que dicho cambio me dolería mas.
Pero, que va, no me duele nada. Ni siquiera las imágenes que día tras días se cuelan en mi casa durante dos segundos, hasta que cambio el canal. Y eso que hace poco tiempo, me hubiera cambiado el primero por uno de los habitantes de Gaza.
Me pasa igual últimamente con historias mas cercanas. No me duelen, ni siquiera un poquito. No me da ni por dedicarlas un momento de mi vanagloriado tiempo. Yo, sigo a lo mio. Continuo sobreviviendo, dándome cuenta de lo malos que somos unos con respecto a otros cuando se trata de sobrevivir. La avaricia se ha apoderado de los pocos que me importaban y la verdad, que así, ya no me importan lo mas mínimo.
Lo que hubiéramos dado algunos por seguir siendo aquel "Piraña", cuya única pena fue la muerte de "Chanquete".
Pero aquellos años ya pasaron y aunque a día de hoy, dicha escena sigue haciendo llorar a muchos de mi generación, conmigo no ha podido esta ultima emisión. Y lejos de enorgullecerme, me apena bastante el no haber sido uno más de los llorones. ¿De que me sirven esas lágrimas no derramadas hoy?, ¿acaso me harán falta mañana? Se, que no por no haber llorado, uno es mas hombre. Ahora que había aprendido a llorar a la mas mínima, busco mis lágrimas y no las encuentro. Se han vuelto de acero al mezclar las con el dolor que entre unos y otros me han causado tan constantemente.
Vuelvo a apretar los ojos intentando que mis lágrimas, vuelvan a asomar por ellos, pero no hay suerte, no aparece ninguna. Y aunque muchos actores tienen trucos infalibles para encontrar este efecto, yo no me sé ninguno. Nunca actúo con red, aunque algunas veces me dieran ganas de ponerla.
Intento escribir, borro, escribo y vuelvo a borrar y nada me somete. Nada me hace quejarme ni siquiera un ápice. Intento pellizcarme para encontrar el dolor y solo regresan a mi cabeza los vanidosos que me voy encontrando por este camino de espinas. Ellos son el ingrediente que le faltaban a mis lágrimas para convertirlas en acero.
¿Donde están las buenas personas metidas? No. No me digas que siempre fueron caretas, no puede ser verdad. Si yo conocía muchas. Tantas que me era imposible contarlas con mis dedos. ¿Empiezo a contar? Hago memoria, dudo, deshecho a las que me han fallado alguna que otra vez y empiezo a cerrar dedos. Los miro y me doy cuenta de que se me acaban las buenas personas a mi alrededor y todavía me sobran muchos dedos. Creo que lo mejor hubiera sido seguir creyendo que todos eran buenos. ¿Que gano con desenmascarar a los camuflados?
Otro avance informativo me devuelve a la cruel actualidad. En el, varios niños lloran con dolor la perdida de sus familias. Me quedo quieto un momento, no me atrevo a cambiar el canal como hago últimamente y las imágenes de terror me hacen estremecerme en mi sofá. Lejos, muy lejos de allí un aprendiz de escritor recoge de su teclado dos tristes lágrimas de acero que sin darse cuenta, se le han dejado caer.
No es tan difícil deshacer el ungüento del odio, la vanidad, la avaricia y la envidia entre otros. Solo con poner tus ojos y oídos en otra dirección podrás ver y darte cuenta que, todo lo que posees en la actualidad, a lo mejor un día de estos cualquiera no te sirve para nada. Ese día te darás cuenta como puede llegar a ser un ser humano con los de su especie, aunque vivan pared por medio.
Las guerras son tan absurdas como innecesarias, aunque muchos nos hayan hecho creer lo contrario.
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