A las siete de la mañana nos dábamos cita once senderistas que una vez montados en nuestros coches, poníamos rumbo hasta la localidad de Campillo, donde sus ochenta habitantes, se veían desbordados ante la avalancha de gente que en época festiva deambula por el pueblo.
La veteranía sin duda que es un grado y hoy lo hemos podido comprobar en nuestros zapatos, puesto que a día de hoy todavía nos acordamos algunos de los senderistas mas veteranos, como fue nuestra primera visita a este encantador pueblo, las penurias y la dureza de aquella primera vez al no conocer el recorrido, no tiene nada que ver a como la hemos realizado hoy. Sabiendo perfectamente por donde se accede a dicho lugar y por donde hay que terminar la ruta.
El remanso de paz que se respira en dicho lugar te invitan a que de forma espontánea, mas de una vez no se oiga a nadie del grupo decir ni una sola palabra. Uno prefiere coger la cámara de fotos y retratar todo lo que tienes a tu alrededor, en un atronador silencio en donde solo el ruido del río, te despierta de tu letargo.
Lo que mas gusta a los veteranos del grupo es saber que viene alguien nuevo con nosotros. Y es que aunque quieras contar esta ruta y la expliques una y otra vez, hasta que no la realizas con tus propias carnes, nada de lo que te cuenten es parecido a la realidad.
El momento estrella de la ruta creo que sin duda es cuando llegamos al acueducto de las herrerías. Tal obra de ingeniería deslumbra al que por primera vez lo ve con sus ojos. Los arcos de pizarra invitan a hacer sudar a nuestras cámaras fotográficas y la verdad que da mucha pena el continuar la ruta y dejar este lugar a tus espaldas.
Como hoy se nos ha dado bien la ruta y la calor no ha sido un gran problema, a las diez en punto de la mañana nos hemos sentado a comernos nuestro habitual "muerdino" de pan. El sitio elegido para ello creo que sin duda es el mas bonito e impactante que puede elegir para tal fin. El río corriendo a nuestro alrededor con un agua cristalina te invitaban a bañarte en el. Aunque la verdad que nos ha hecho falta algo mas de calor para que nos hubiéramos animado a ello. De frente podíamos observar la entrada de la cueva de Juan Caldilla, que este verano volveremos a visitar si nada nos lo impide. Los recuerdos de aquella primera vez que la visitamos nos han acompañado en ese rato de relax.
Una vez recogido el campamento y después de degustar un gran vino de tierras riojanas que uno de los senderistas a traído al grupo, hemos continuado el camino que nos llevaba hasta la ultima parte del recorrido, que otras veces tanto nos ha costado completar. Por ese motivo y porque íbamos bien de tiempo, nos hemos tomado dicha subida con bastante calma. Haciendo varias paradas en las sombras mas grandes del camino, nos hemos ido refrescando con el agua que nos quedaba, hasta que una vez coronado el lugar mas alto, hemos puesto rumbo hasta el pueblo.
Llegar a Campillo y ver ese hermoso pilón con ese agua tan fresquita y cristalina, da pie a que como ya es costumbre, metamos nuestras cabezas dentro del mismo. Ese rato sin duda que ademas de divertido es totalmente refrescante. Entre risas y fotos hemos alcanzado los coches. Donde nos hemos vuelto a montar para regresar a nuestro pueblo, con la pena, por un lado, de dejar atrás, sin duda que mi ruta favorita y con la alegría, por otro lado, de haber vuelto a completar dicha ruta, ademas de enseñarla a nuevos integrantes del grupo.
Volveré siempre que pueda, eso lo tengo muy claro porque Campillo para mi, es como si fuera mi segundo pueblo donde me he hartado de decir, que si tuviera que elegir otro lugar para vivir, este sin duda que seria este.
Nos vemos por las callejas.
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