Una de las rutas que siempre hay mas ganas de realizar dentro del grupo, cuando aparecen las primeras aguas, es sin duda la ruta que nos lleva hasta las cataratas del río Almonte. El cual es el único de su caudal en toda Extremadura que no tiene ningún embalse. Por eso el río Almonte es conocido como un río salvaje y de aguas espectaculares una vez que llueve en condiciones.
Sabemos que dicha ruta puede ser un poco mas larga que las que solemos hacer. Pero aun sabiendo ese detalle, cada vez nos apuntamos mas senderistas el día que la realizamos.
Así esta mañana a las siete y media de la mañana, nos dábamos cita en el lugar de siempre, es decir, la plaza de Huertas. Nos daba pena que senderistas habituales en todas las rutas, no podían acompañarnos en el día de hoy y la verdad es que los hemos echado de menos. Pero está claro que las condiciones de cada uno son las que son y esto es un hobby, que se realiza cuando las condiciones de cada uno lo permiten.
Sin haber amanecido si quiera, nos poníamos en marcha, sabiendo que la ruta que nos esperaba hoy, era bastante larga. Dieciséis componentes, con sus mochilas al hombro, íbamos en mitad de la oscuridad haciendo malabarismos para no meter algún pie en alguno de los numerosos charcos, que nos íbamos encontrando a lo largo del camino. Cruzar el Charco de Tía Rentera en plena noche es sin duda una empresa difícil de hacer, pero por suerte, no hemos tenido que lamentar ningún incidente y todos hemos cruzado sin mojarnos ningún pie. Que ilusos de nosotros, creíamos que todo iba a ser andar por sitios sin agua....
Con el entrenamiento que la tarde del sábado realicé con mi amigo Carlos, en la cual nos metimos en nuestros zapatos unos catorce kilómetros, las piernas iban bien entrenadas y alguna que otra agujeta hacia acto de aparición. Pero la verdad que ha sido poco rato el dolor, ir esquivando el agua de todas las callejas, hacia que te olvidaras de todo lo demás.
Un bando de grullas se levantaban de su lugar a la vez que nosotros pasábamos. Todo un espectáculo el verlas volar a tan baja altura. Con los pies algo mojados ya por culpa de la tan deseada agua, llegábamos casi al final del cordel que llega justo hasta la Aldea del Obispo. Donde ha sido el sitio mas difícil de cruzar sin mojarnos los pies. Algunos nos daba igual y hemos optado por continuar de frente y cerrar los ojos.
El bocadillo teníamos pensado comerle donde lo hicimos la primera vez que realizamos esta ruta allá por noviembre del dos mil doce. Es decir, en el puente de las Lavanderas, el cual nos permite cruzar el río Tozo, que dejaba ver gran caudal. Nos alegraba la vista ver que su restauración ha quedado preciosa y nos llena de orgullo saber que se tiene en cuenta, (aunque tal vez poco) nuestro patrimonio.
Con dieciséis kilómetros en nuestros pies, hacíamos el descanso oportuno para degustar nuestros productos típicos, sabiendo que todavía nos quedaba bastante camino que andar. Así que una media hora mas tarde, nos poníamos en marcha para alcanzar nuestro objetivo.
Por muchas veces que uno visite las cataratas del río Almonte, nunca dejaran de sorprenderte. El ruido ensordecedor del agua al bajar de modo salvaje por dicho lugar, es difícil de describir. Por eso una vez que estamos allí, dejamos ir nuestra imaginación y en modo silencioso, nos dedicamos a fotografiar dicho paraje natural y a disfrutar del mismo.
Con mucha pena y después de hacer sudar sangre a nuestras cámaras de foto, debemos regresar hasta el puente de la carretera, donde familiares voluntarios, se ofrecen para ir en nuestra busca y regresar montados en los coches. Gran labor la suya que agradecemos de todo corazón.
Con veintiséis kilómetros en nuestras piernas, regresábamos al campamento base, cansados, con los pies mojados pero orgullosos de haber podido volver a ver dicha belleza, la cual nunca nos cansaremos de visitar cada vez que el año sea propicio de agua.
Nos vemos por las callejas.
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6026529
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